27 de febrero de 2006

Volverás a región



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(Robert Longo)


(en este caso y obviamente, no al arquetipo literario de Benet)

1. Una región es un mapa, un levantamiento topográfico del territorio donde se vive. Una nación es un levantamiento etnográfico de sus habitantes. La topografía es tan respetuosa con los paisanos que hace innecesario su levantamiento. La etnografía los reduce a una pintura rupestre en la que todos aparecen con el mismo perfil.
Una región es un concepto geográfico, con una meteorología que nos iguala y un paisaje múltiple que nos deja disfrutarlo. Una nación dibuja su paisaje, como queda escrito en el preámbulo o escalera eterna hacia la postal inmutable. Región tiene sus días; nación, sólo aurora.
2. El icono de una región es un mapa físico, a ser posible escolar, con su orografía y ríos que nacen en la región vecina y desembocan en la sucesiva, seguido por un mapa político que se limita a la distribución de la población, factorías y partidos judiciales. La imagen de una nación es sus símbolos, un haz de himnos, una abstracción de banderas al viento y segadores con la mies a un suspiro de su conversión.
El partido judicial es un orden territorial de las garantías jurídicas de los ciudadanos. La comarca de la nación es avanzadilla de conversiones, destacamento para la leva de súbditos y calabozo espiritual de ciudadanos.
3. Una región es poder recordar la infancia sin tensión. Una nación es una fábrica a pleno rendimiento del subconsciente colectivo. Una región es más modesta: a la falacia del subconsciente colectivo le llama costumbres.
4. Una región es aritmética, su suma nunca excede la de sus individuos y sus obras. Una nación es mecánica, cuantitativa, no cuántica.
5. Región es un surtido de historias personales y culturas varias con un trabajo nunca terminado de corte y confección de sus cruces de caminos. Nación es un inventario minucioso hecho con neurosis de coleccionista de quiosco, un agobio omnívoro que clasifica las vecindades como raros y curiosos (o negros y extremeños, según el taxónomo de guardia)
6. La historia de una región es la crónica de su pasado, de sus hechos, no transformados en mitos porque la región no es heroica -sólo pueden serlo sus individuos- ni cueva de impotentes. En una nación los hechos del pasado se convierten en episodios, la crónica en glosa y la misma historia en soflama. La nación precede a la historia y por eso necesita escribirla. La tarea del historiador en la región está urgida por la calidad y el rigor, al ser común a otros espacios su objeto de estudio y, por tanto, estar expuesta su labor al juicio de colegas concurrentes. En la nación, el historiador difícilmente puede sustraerse a una vena de oráculo, por ser sagrado el caballete sobre el que pinta.
7. En región suceden las biografías; en la nación, las hagiografías, incluso antes de encontrar escriba.
8. Región admite turismo. Nación, peregrinaciones.
9. La identidad de una región es secundaria porque pertenece a una categoría de rango mayor, a una cultura más universal y sólida que le evita el trance continuo de tener que definirse por exclusión. La nación es primaria, sanguínea, una pasión en movimiento, dicen sus secuaces. La región es diluyente con los destinos históricos y ascensos en el escalafón institucional. La nación es concluyente, sin más resquicios que la disidencia tolerada.
10. Una región nunca hace causa de sus coros y danzas, por un sentimiento de humildad y pudor que le hace reconocer su natural y limitada condición festiva. La región exporta y comercia su folclore como ocio y negocio, no como símbolo y prueba irrefutable de su existencia primigenia y derecho de autodeterminación. El ocio y negocio de una nación es su amor propio herido (el amor propio siempre está herido, por carecer del ajeno y no admitir cotejo ni cortejo con él)

Volveremos a pronunciar el nombre de región sin vergüenza, sin camuflarlo por media cuarta de nación en garrafal error de cálculo político, sin miedo a perder supuestos prestigios intelectuales o profesionales, libres ya de falsas esperanzas de medallas. Negaremos a nación como ineluctable destino, como amable deslizamiento una vez corrija sus abusos. Su amueblamiento de diseño no cambiará su naturaleza. No por eso nos querrá más.

Porque región es la única que deja pronunciar nuestro nombre, a nosotros y a nuestros vecinos. Reconocidos y reconciliados otra vez como cotorreras en un país suficientemente ancho para que quepamos. Un país al modo de Pla.

24 de febrero de 2006

Negar el Gulag


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(Horizontal men, Baldessari, 1984)

El Gulag es una miniatura en la conciencia occidental. Apareció de rondón, como un invitado molesto al que no se convoca ni invoca, a pesar de su condición un tanto fantasmal.

Repasando editoriales de algunos medios europeos ya no llama la atención la falta de referencias al Gulag en el episodio de David Irving. Ni siquiera se le cita como contrapeso en la obsesión por la igualación que sacude el comentario en Occidente.

Presenta diferencias importantes con el Holocausto que lo relegan al trastero de nuestra memoria:

1. El Gulag no tiene aniversario, luego no se puede conmemorar ni rememorar.
2. Apenas tiene nombre, aunque lo que fue no tuvo nombre. Al carecer de un nombre propio con significado que evoque -con su mera mención e inmediatamente- una catástrofe humana y social, se limita su capacidad publicitaria y de movilización de conciencias.
3. Es un acrónimo administrativo, lo que neutraliza su potencia cultural y proyección social. Su origen ministerial lo encierra y devuelve a la oficina, a oscuros archivos como sistema de campos de prisión. Condenado al polvo, físico no de la historia.
4. No tiene logo ni imagen de marca, mientras que el Holocausto disfruta de imágenes asociadas, desde la estrella amarilla hasta las fotos del horror que lo hacen imbatible en nuestro ranking visual de la culpa.
5. Tiene un alias de origen cariñoso y popular, Koba, que suaviza su horror y permite su alojamiento cómodo en aún amplios sectores de los países afectados.
6. No tiene Museo ni monumentos, mientras que el Holocausto goza de una salud nada envidiable con sus continuas y actualizadas ofrendas arquitectónicas, desde los Museos Judíos de Berlin y Copenhague, de Daniel Libeskind, hasta el reciente Memorial a los Judíos Asesinados de Europa, de Peter Eisenman.
7. Por lo tanto, no tiene turismo, al carecer de símbolos y ruta organizada de sus campos.
8. No tiene capital, como el otro va adquiriendo con Berlín.
9. Luego, no tiene cementerio público que visitar y en el que depositar flores y homenajes políticos con repercusión mediática. Sólo recibe homenajes privados, íntimos y –muchas veces- clandestinos.

10. No tiene Estado ni país que lo represente, como Israel. Rusia se desembaraza de él implacable.
11. No tiene literatura con peso específico suficiente en la tabla de los elementos de la cultura europea. Desde los Koestler y London hasta el reciente Martin Amis con su Koba el terrible, son ya notas a pie de página en nuestro canon literario. No digamos del pionero en denunciar las purgas del stalinismo, Jiri Weil, con su Moscú frontera, o del naúfrago Sándor Márai con su Tierra, Tierra.
12. Aún tiene intelectuales y acólitos de solapa vencida a los que preguntar, ¿qué fue del Gulag, oiga? Y responden, ¿el Gulag? …ah, sí, ese exceso.
13. No tiene leyes propias que tipifiquen su negación o tergiversación como delito de opinión y conciencia. Sólo aparece en la legislación europea y en el Código Penal español modosamente escondido en el epígrafe del genocidio. Al carecer de nombre propio en los códigos legales no admite carga de la prueba ni se puede apelar a él como historia y conciencia reconocidas en norma. Y, sin esa base legal, no tiene jurisprudencia. Luego, ¿se puede negar impunemente?
14. No tiene historia ni reseña oficialmente reconocida como texto propio de Occidente, con lo que carece de comentaristas y anotadores con posibilidades de éxito. Al deslizarse como un espectro por las esquinas de nuestra historia más rabiosamente contemporánea, no tiene periodismo. Es inaprensible pero pesa como una losa sobre las plumas de la comunidad historiográfica y periodística.

Mientras, el texto de la historia del Holocausto sigue escribiéndose a pleno rendimiento. Es, probablemente, el texto más resistente a los comentarios postmodernos en la cultura europea.

Si el comentario tiene la virtud de diluir el granito de la historia haciéndole permeable a nuestras miradas, el Holocausto se erige con su mayúscula inabordable como un auténtico dique resistente al paso del tiempo y a los regates del juicio.
Se ha enquistado en nuestra psicología hasta el punto de que lo tratamos con guantes y reverencias, pero sin ponerle polvos de arroz: maquillarlo sería una herejía que nos dejaría desnudos ante nuestra verdad colectiva más íntima: la libertad.

15. Los testigos vivos del Gulag son mudos porque los hemos callado con todo lo anterior. Este es el resumen de la ignominia.

Esa miniatura de nuestra conciencia se ha quedado kitsch y ya no sabemos en que rincón arrumbarla.

22 de febrero de 2006

El revisor, revisado.

(Steve Bell, The Guardian, 2000)

David Irving, el Holocausto y la facultad de juzgarle.

Hechos, opiniones, texto y comentarios:

1. Los hechos son hechos y las opiniones, opiniones. Los hechos en movimiento -temporal o de relación entre sí- son fenómenos. Por ejemplo, guerras, genocidios y catástrofes.
2. Escribir sobre hechos es un texto. Que requiere -para serlo- otras condiciones, como autonomía, coherencia y rigor.
3. Luego, la opinión sobre hechos es un texto.
4. Escribir sobre un texto es un comentario.
5. El comentario es la segunda derivada de un hecho.
6. Escribir, con la debida perspectiva temporal y de conjunto, sobre hechos y fenómenos pasados es la historia. Luego la historia es un texto. Continuo, dado el constante suministro de materia prima en forma de hechos. No cabe, por tanto, decretar el fin periódico de la historia.

(Aquí se cuela, haciendo una de sus gracias, Schopenhauer, al decir que los primeros cuarenta años de la vida se dedican al texto y los treinta siguientes, al comentario. Obviamente, no se refería a la historia)

7. Un texto particular es la religión, pero simbólico, transcendente y sacralizado, que se aleja de su base, los hechos, pero no de su origen, los símbolos. Es un caso especial de la historia, que se separa de ella al otorgarle trascendencia, es decir, sustraerla a la contrastación con los hechos sucesivos. La diferencia entre religión e historia sagrada es que la segunda admite y requiere pruebas de cargo.
8. Hay categorías que tienen un componente de hecho y otro de texto, pero no son a la vez e indistintamente ambas cosas, sino sucesivamente. Por ejemplo, la ley: como convención social reglada es un hecho, es decir como primera derivada de las circunstancias sociales, económicas y culturales que destila, pero en tanto que norma institucional de aplicación –su vigencia- es un texto.
9. La jurisprudencia es un comentario de texto.

(El Holocausto de las nubes, Carmen López León)

10. Un hecho no puede ser objeto de negación, por ser irrefutable. Sí de juicio legal, por el daño causado, y de juicio moral, convirtiéndolo entonces en texto. David Irving, al negar el Holocausto no sólo miente sino que emite un juicio moral y escribe un texto, el cual comentamos, tanto nosotros al escribir como el juez al juzgar y condenar.
11. David Irving ha sido condenado por sus opiniones -en forma de negación- sobre un fenómeno contrastado, el Holocausto. Pero lo ha sido en virtud de una ley que considera punible la negación de esa verdad determinada, y ésta es también signo de identidad de una cultura, la nuestra. Es decir, por un país –Austria- que ha sido en la historia moderna y contemporánea frontera espiritual de Occidente.

12. Una opinión, un texto y un comentario sí pueden y deben ser juzgados por la ley, pero si –y sólo si- quiebran libertades y derechos fundamentales de rango moral superior -la verdad- y (condición necesaria y fundamental esta "y") riesgo social cierto -la seguridad.
13. El juicio moral de Irving y su obra se llama reprobación social. Por ejemplo, poniéndoles fajas aclaratorias a sus libros.
14. El terrorismo es un hecho y la apología del terrorismo, su escritura y su opinión. La apología del terrorismo, además de atentar contra la verdad –al negarlo o justificarlo, es decir, tergiversarlo- atenta contra la seguridad colectiva.
15. La diferencia entre la negación del Holocausto y la apología del terrorismo es la seguridad.

Y aquí aparece, tenue y delicada, la frontera mudable entre libertad de expresión, verdad y seguridad como derecho a la vida. Gobernar estos tres factores es tarea que reclama claridad de ideas, firmeza y finura.

21 de febrero de 2006

Tres violencias, dos sistemas y una moral

(Goya, Duelo a garrotazos)


¿Es tan difícil entender que no son comparables sistemas y violencias distintos y que su mera enunciación no sólo invalida el análisis sino que también anula el discurso e incapacita a la política?

Repaso: es el desarme del violento por la ley democrática y no la negociación con quien no basa su conducta en la razón.

No es equiparable la violencia ejercida durante una dictadura con la violencia practicada contra una democracia; los abusos del franquismo con la coacción sistemática de una minoría violenta a una mayoría pacífica en un marco de libre elección política. Aún menos, la propia de una guerra civil con esta última.

Se trata de tres violencias con dos sistemas –la guerra civil no lo es- y una moral para ordenar el juicio.

La cuestión no es la naturaleza de la violencia ni la intensidad o extensión del dolor derivados de ella, sino la legitimidad de esa violencia. Es decir, la naturaleza de las conductas en contextos contrarios.

En una democracia, el monopolio del uso de la fuerza lo tiene el Estado de Derecho: es una de las bases del sistema democrático moderno, tal como lo hemos ido organizando desde las revoluciones francesa y americana (además de la constante inglesa) En una dictadura, la legitimidad son arenas movedizas. Una guerra civil es un combate por esa legitimidad. Por tanto, no cabe poner en entredicho

Quien compara iguala y, al intentar sobrevolar dos posturas no equivalentes, se sitúa fuera del sistema, al que representa legítimamente. Entonces (ahora), la democracia se queda gravemente coja por la idealista (ilusa) excursión de su gobierno. No le pueden suplir medios de comunicación, partidos de oposición, asociaciones ciudadanas o blogs: no son representantes legítimos salidos del voto ni sometidos a nuevo refrendo. Son voces necesarias, pero no autorizadas para gestionar la violencia contra la democracia.

Decía Schopenhauer que

los primeros cuarenta años de la vida se dedican al texto y los treinta siguientes, al comentario.

El texto de nuestra democracia no puede seguir siendo el comentario permanente al texto de la dictadura; sería su paradójico triunfo final. Hay que dejar de utilizar el baúl de los recuerdos familiares como supuesto legitimador de terceras vías entre conjuntos de valores políticos contrarios, porque se cae en la deriva hacia la cárcel del pasado.

20 de febrero de 2006

Escribir después de Ermua: autopsia denegada.

(Erich Heckel, Autoretrato,1919)

17 febrero 2006: Resolución del Parlamento vasco en la que insta al Gobierno autonómico a impulsar "(…) una paz sin vencedores ni vencidos", ["aprobada con la abstención del grupo socialista", dicen unos reseñadores, pudorosamente (¡eh!, ojo, no con nosotros); "gracias a esa abstención", dicen otros (por no haberse opuesto)] Los primeros peones avanzan.

18 febrero 2006: "El fin del terrorismo no debe plantearse en términos de vencedores y vencidos" (Declaraciones de la vicepresidenta del gobierno) La dama toma posiciones.

Respuesta del presidente del gobierno, en conversación directa, a la madre de Irene Villa [a quien amputaron las piernas de niña en atentado terrorista] "Te comprendo muy bien, porque a mí también me fusilaron al abuelo." [inauguración institucional del Año Freud] El rey se mueve, a su estilo, paso a paso, cada vez más previsible.

Primera pausa para superar la inmensa perplejidad: llegan al asalto de este escrito los signos de interjección y calificativos demoledores. Pero hay que contenerlos, porque al fatal camino de paz con muertos unilaterales y moribundos generales que se nos impone, hay que contraponer una oleada de reclamación de valor de nuestro sistema democrático, es decir, de valores, o sea, de nosotros.

El proceso perverso de equivalencias entre categorías distintas ha degenerado en una espiral ascendente que anula valores -por equiparación entre ellos- y llega a una nueva cima, tácita: no es el derecho a la justicia o a la venganza, sino la renuncia a ambas, lo que se nos exige. (A todos, no sólo a las víctimas) Varios vectores nos atraviesan como dardos:

1º) igualación indebida entre situaciones heterogéneas: guerra civil (contendientes iguales) y terrorismo en democracia contra Estado de derecho (contendientes desiguales, violencia contra monopolio legítimo de la fuerza)

2º) perdedores con derechos desiguales (republicanos reivindicados contra víctimas prejubiladas; la nueva memoria contra el olvido) De este distinto rasero va emanado un tufillo insoportable a venganza, porque sólo se vindica a los de un bando y a los que algunos creyeron sus posteriores socios, aunque desviados en sus medios, durante una larga y reciente temporada de 30 años.

3º) procesos paralelos de pacificación con renuncia a los derechos, sea en forma de venganza o justicia, por parte de los perdedores directos (el abuelo y niña Irene) Esta marcha triunfal hacia la paz no sólo equipara distintas conductas, sino que arrasa tanto las habida como las por venir.

4º) el arbitraje institucional de un partido que no es, repito, entre terroristas en vías de funcionarios y víctimas condenadas a mesa camilla y brasero, sino entre terror como fuerza negociadora y conducta democrática de los ciudadanos. Otra fatal equivalencia: no se pueden equiparar conductas sociales distintas, y por lo tanto no se puede mediar entre fuera y dentro del sistema, por parte además del representante del sistema. El terreno de juego es el sistema, no el ángel por encima de él. El árbitro es la ley y sus brazos, dictada y actuando por y en legitimidad democrática. Ya está vigente y rigen, luego sobra el planeo inmaculado que el rey propone.

La resultante de estos vectores debería recorrer nuestra sociedad como un calambre. ¡No son las víctimas sino el común de las gentes –nosotros- los nuevos vencidos en proyecto!

Egon Schiele

¿Cómo escribir después de Ermua y qué decir después de esto? ¿Sirve de algo decir algo desde un ventanuco incrustado en una ventana, como es este sitio? ¿Cabría ser demasiado obvio poniendo, a granel: [He buscado en el diccionario general de la infamia sin encontrar el calificativo que ajuste] Lo he probado, pero se ha cerrado enseguida, entre corchetes, educadamente, por temor a resultar aburrido y obsceno por redundante; no aportaría nada. Además, se han rebelado las teclas trabándose al intentarlo.

El llamado proceso de pacificación es una necrosis que reclama una autopsia precisa y urgente, con mano firme y hábil. Aunque haya sido denegada tal autopsia, es nuestra rebelión contra esa necrosis la pendiente.

Escribir después de Ermua es un alegato.

Más movilizados que nunca

Estrena hoy sus colaboraciones nuestro corresponsal Santamans, santo varón laico que responde bien a su nombre de guerra. Pasen, vean y disfruten los incordios acerados de nuestro nuevo corresponsal. Elogios y reclamaciones aquí mismo.

Para que luego digan que la española es una sociedad apática e inmovilista. Nos mienten, estimados amigos. En España ya existen más móviles circulando por la calle que españolitos recorriendo el asfalto de este desconcertante país. Según los últimos datos del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio, ya operan en el territorio nacional cerca de 41 millones de líneas de telefonía móvil sobre un mercado potencial de 40 millones de clientes —es decir, descontando bebés, ancianos y demás imposibilitados para el uso de los celulares según la mercadotecnia—. No sólo eso, ocupamos el nada desdeñable cuarto lugar del mundo en líneas de telefonía móvil por habitante con un índice de penetración de un 103% —por encima del EE.UU, Japón o Alemania—. Y lo mejor, o peor, de todo es que se prevé que las cifras sigan aumentando…

No está nada mal ¿verdad? Me pongo en la piel de Isaac Asimov y empiezo a darle vueltas al asunto. ¿Imaginan que a esos aparatitos del tamaño de una tarjeta de crédito les da por montar una revolución, por sublevarse, por adquirir conciencia social? No crean que es tan descabellado. No quiero ser mal pensado pero me temo que la batalla ha empezado y que al frente de ellas están las todopoderosas compañías de telefonía móvil. El objetivo final reside en no dejar a ser humano vivo y conseguirlo de la manera más sutil posible.

Y sino, ¿por qué se silencian los estudios que relacionan las antenas de telefonía y el riesgo de contraer tumores cerebrales? ¿o por qué nos ocultan los informes que establecen la conexión entre el uso del terminal y el pernicioso efecto sobre calentamiento de la temperatura de la masa cerebral? ¿o por qué no se habla de los primeros casos de adicción seria al móvil que ya están generando entre quienes la padecen ansiedad, sudores y agresividad, entre otros síntomas? ¿por qué no se nos dice que uno de cada tres jóvenes reconocen estar enganchados al móvil —y eso que no lleva nicotina—?

Y lo peor de todo es que las multinacionales ya están trabajando con móviles cada vez más sofisticados capaces, sin ir más lejos, de controlar el interior de una casa —por ejemplo, encender o desconectar una alarma, vigilar el contenido de la nevera por si nos hace falta algún alimento y realizar la compra si procede,…—, controlar nuestras cuentas bancarias, controlar nuestro correo electrónico,… y más sistemas de CONTROL.

¿Saben qué les digo? que no prueben a llamarme al móvil porque la única voz que escucharán será la de una amable señorita diciendo: “El número de teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura”. Por si acaso.

17 de febrero de 2006

Fumas más que un carretero, hijo.

"Fumando espero", de Diego Manuel Rodríguez
Hace un bostezo, se fumaba. Se podía fumar porque se fumaba, no al revés. No era una concesión del Poder, sino una elección libre del individuo convertida en costumbre y uso social a lo largo del tiempo. Tiempo en el que el Estado fue regulando el fumar hasta conseguir nuestra capitulación por prohibición sucesiva en capítulos. Un culebrón de final feliz para él y triste y resignado para nosotros. Nos ha quitado la novia.

El Poder, en su implacable Operación Triunfo sobre la Salud, Dinero y Amor, va tomando posiciones y apropiándose de nuestras antiguas facultades, que ejercíamos como elecciones.

La nueva ley del tabaco ha perdido sus mayúsculas al ser aceptada socialmente sin rechistar. ¿Se han percatado Vds., lectores de antigua vida canalla, de la docilidad con que se ha asumido la prohibición repentina y generalizada de fumar? Los carreteros, antiguos modelos de mala pero libre vida en su vicio, han sido concentrados en autobuses del INSERSO y destinados a pasar sus últimos días a Benidorm (hijo del que duerme)

El tabaco igualaba opciones y haciendas, no condiciones ni personas. Fumaba el rico y el pobre por igual, el carretero, el intelectual y el artista. Se filosofaba con densidad de humo y se fumaba en el cine fabricando mitos. Fumar era una acto individual practicado libremente en la plaza pública. Ahora, el Poder ha transformado la plaza pública en jardín de infancia del Estado al condenar al fumador a los rincones privados y esquinas públicas. Ha dividido el espacio público en compartimentos que facilitan la clasificación de los súbditos y su lenta disuasión –y correspondiente dilución- a través de la ojeriza social. Con lo que se apropia definitivamente de la plaza y nos deja el zulo sin posibilidad de rescate. El fumador es un esquinero.

La ley del tabaco es otra conquista en el gran objetivo del Poder: la Igualdad que arrasa la individualidad aplicando el mismo rasero de conducta obligatoria a todos. La Igualdad que suprime la suprema opción del individuo entre vida y muerte y, dentro de la vida, entre distintas formas de salud (no entre Salud y Enfermedad)

Ahora nos mienten diciéndonos que podemos optar entre salud y enfermedad, pero a escondidas y terminando de marginales. Mentira cochina porque salud y enfermedad son ya categorías del status sanitario de los súbditos, no facultades de elección individual.

El Poder nos deja los bostezos, ya que hemos renunciado a la protesta, no digamos a la rebelión. Pero, mientras fumo, no puedo bostezar. Me atragantaría y dejaría de aburrirme. Ergo fumo.

La Salud ya campa a sus anchas por nuestro respeto reverente hacia el Poder. Ya somos Memos sin Memoria.

16 de febrero de 2006

La Historia: Instrucciones de corte y envasado al vacío.

Dice La Realidad Oficial en su edición de 8 de febrero, a propósito de la próxima excarcelación de etarras, "Las ventajas de una ley franquista permitirán…", refiriéndose al Código Penal de 1973, y: "Entre abril de 1998 y marzo de 2004, otros 59 terroristas de ETA abandonaron la cárcel…", refiriéndose a la aplicación de dicha ley franquista durante el periodo de gobierno del PP.

Con tan sólo un calificativo –franquista-, más la nada sutil referencia al único periodo de gobierno (1998-2004) del rival en contratos de la Realidad Oficial, y la debida asociación entre ambos factores, se decretan las respectivas historias y, con ellas, se envía al refugio subterráneo de la Historia a un muerto –el franquismo- y se jubila a un vivo con posibles políticos aunque limitados –el PP-.

El corte de periodos es quirúrgico e impecable. El envasado al vacío de ambos episodios para su congelación y aniquilación de porvenires, no higiénico pero sí hermético. Por si en el próximo futuro imperfecto alguien tuviera la tentación de resucitar no al cadáver del franquismo pero sí al cuerpo titubeante del PP, el Régimen garantiza un recuerdo permanente para el público en general de la fatal asociación entre la dictadura oprobiosa y su remedo presente mediante programas televisivos de reconstrucción del pasado como Cuéntame cómo pasó. Queda inaugurada la Historia Ortopédica como máquina implacable de legitimación de desmanes, ahora mismo in vitro pero de inmediato estreno. Al tiempo.

Hasta aquí sin novedad en el alcázar de la manipulación y apropiación indebida de la Historia por el Poder. Pero van apareciendo varias diferencias sustanciales con el pasado
que cambian el papel de la Historia en su propia función:

1ª) que las élites político-mediáticas de las democracias están sustituyendo a los historiadores como escribidores de Historia justificativa de la Política, jubilándolos y dejándoles el doble papel de eruditos anotadores de pies de página y disidentes declamadores en el desierto (esto último, sólo como opción personal) Hoy, son los medios quienes editan la Política y, junto con los gestores de ésta –los políticos-, la Historia.

2ª) la conversión de la Historia en unidad de medida y valor de las políticas. Así, el principal argumento para consagrar las patrias chicas emergentes como naciones institucionalizadas es la Historia identitaria inventada ad hoc. Que dicha Historia se contradiga con la del padre de quien se quiere emancipar, neutralizando la veracidad de ambas y anulando la Historia como Verdad del pasado, sólo confirma la impunidad en la fabricación de historias para fines varios y la inagotable y gratuita fe que ofrecen los actuales ciudadanos y futuros súbditos a quienes escriben sus guiones.

La necesidad que tiene la Política de ser socialmente aceptada para ocultar su naturaleza de ficción, le lleva a acreditar su valor mediante la contrastación con la Historia entre la clientela, convirtiendo a ésta en unidad de medida de aquélla.

Y la nueva función de la Historia como unidad de valor que legitima nuevos modos de hacer política y nuevas estructuras institucionales se demuestra en que igual vale para un roto que para un descosido. O sea, que igual vale para nada, pero –para que sirva- ha de ocultarse su vaciedad.
Otra novedad en este punto es la elaboración simultanea de Historia y Política, anulando la capacidad movilizadora y de progreso que ambas hubieran podido tener en otro tiempo. Es la Historia como fast food de la Política.
3º) la Historia como uno de los ingredientes que construyen la corrección política en su proceso de sustitución de la religión. Es decir, la Historia como nuevo valor sagrado y, por tanto, no contrastable con la realidad histórica (lo sucedido)
4º) la Historia como gran partera de la Esperanza: "Aunque el terror ha segado muchas vidas, no se puede segar la esperanza, porque la esperanza es el fin del terror y la violencia" (Presidente del Gobierno)
Hagan juego y fabriquen su propio pasado heroico para echarse novia de postín.

14 de febrero de 2006

Homenaje a NEGACIONES

En estos momentos se cumplen 29 años y pico (en octubre, 30, para los amantes de los números redondos) de la aparición de la revista NEGACIONES. Propongo a los paseantes interesados por el Nickjournal o este blog un pequeño homenaje: escribir un texto múltiple (hipertexto queda cursi) elaborado por un máximo de 10 personas (a su vez, un máximo de 10 líneas cada uno), redactado sucesivamente. Las contribuciones se pueden aportar aquí o en el Nickjournal y el texto final difundirlo en blogs.
Empiezo con la declaración de intenciones de una revista que, aunque efímera y minoritaria, fue precursora de liberalidades como ésta en la que estamos. Un blog de la época:

“NEGACIONES resulta todo lo liviano que pueda ser la crítica que se apoya en observaciones y razonamientos que no coinciden con los impuestos desde el poder, y su única fuerza radicaría -de tener alguna- en ser capaz de percibir lo que, aún velado, no por eso deja de estar menos presente. Y, puesto que toda la realidad no es lo real, ni el factum, lo que importa ahora –tras tanta ramplona, petulante y cínica positividad, desde la del estraperlista a la del tecnócrata, pasando por las distintas ideologías “científicas”, que eso y otras cosas justifican- es un trozo esencial de la realidad que consiste en la concreta negación de lo real”.

El oficio y el peligro de escribir

Se escribe con el bisturí. Con la pluma bien afilada, como un bisturí.
Escribir es una disección, con una dirección, que es el estilo.
Cuando es de cadáveres, se llama Historia.
Cuando es de vivos y coleando, periodismo.
El problema es que los vivos se mueven mientras los abres y hay que diseccionar también las circunstancias que componen ese movimiento. Entonces es más difícil acertar al cortar el hígado sin llevarse por delante una oreja.
Luego, escribir es una cirugía a corazón abierto, pero sin clasificaciones definitivas del género cortado, porque lo impiden esos cambios de las circunstancias que rodean y también definen al organismo analizado. De otro modo, podríamos caer en el error de creer de que un hígado sirve para escuchar una sinfonía y no para rebelarse contra la futura ley del alcohol.
Pero no se escribe con el hígado.

13 de febrero de 2006

TE-DIOS: Nuestros cromos sagrados

(Ouka Lele)

En el episodio de las caricaturas de Mahoma y las reacciones bárbaras (anti-civilizadas) que esta excusa está produciendo, hay un cierto tufillo de ateísmo occidental cándido versus religiosidad islámica que conviene desmentir.
La cuestión de fondo que define el conflicto es la diferente moral de ambas partes, entendida como pautas de conducta colectiva destiladas en unos valores. No se trata de Dioses ni religiones rivales, conflicto de civilizaciones, sino como de choque frontal de valores y disparidad de conductas. ¡Es la moral, estúpido! ¡Es la libertad de expresión, como valor medular de la sociedad liberal, la cuestión! No son las creencias respectivas ni los cromos sagrados de cada cual. Que, siendo igualmente criticables y rechazables para los ateos, no son igualmente perniciosas para la salud, física y mental. Véanse los efectos que para el peinado puede tener ser disidente en Arabia Saudí.
Pero hay una segunda y principal clave: en el tratamiento mayoritario que la sociedad y medios occidentales han dado al asunto, derivado de nuestra postura colectiva ante el islam, hay una actitud más oculta, más grave, que se va haciendo estructural, que va calando en las gentes y que resultará difícil de desmontar: la equivalencia. El gran descubrimiento de la corrección política como nueva religión occidental que sustituye al cristianismo: la equivalencia entre religiones, opiniones, conductas y valores.

A continuación se procede al análisis con la conocida técnica de Jack el Destripador: despiece por partes. Veremos que 2 religiones, sociedades y conductas no son equivalentes. No.

1º) Religiones y valores: No hay sociedad sin religión que cien años dure. Ni sociedad sin religión, a secas, aunque no sea oficial. Hay religiones de lo transcendente, administradas por las iglesias: son las clásicas, las que están en el origen de nuestra organización social. Pero la traición de los fieles a los clérigos nos ha dejado sin ellas. También hay religiones laicas, de Estado –como los valores de la República y la nación en los estados francés y americano-, o de sociedad –la corrección política, en Occidente, o las patrias chicas elevadas al altar de la nación, en aquéllas con aspiraciones de Estado-. Todas comparten la sacralización de valores. Matizando a Bil, la religión es el refuerzo supersticioso de los valores (tácitos o expresos y organizados o no en moral practicada)

Pero las religiones no sólo comparten cromos sagrados; también los tabúes: si la representación figurativa de Dios está prohibida por el Islam, la representación simbólica de España mediante su bandera está prohibida tácitamente en el País Vasco y Cataluña. Más sutil, sí, pero ¿más civilizado, hablando de choques de civilizaciones? Entendiendo por civilizado el derecho de todos a disfrutar de un valor colectivo. Si el Islam configura sociedades enteras, la Salud como nuevo mito occidental determina leyes, prohibiciones y pautas de conducta y la Nación dibuja paisajes y sociedades homogéneas en leyes constitutivas. Si Alá es un cromo sagrado sin figura, el Dinero, ¿no es un logo omnipresente e incuestionable? Y la señera y las historias sagradas de las naciones-taifas ¿no son dogmas adorados por crecientes masas de fieles? ¿Es concebible quemar una señera en Cataluña sin gran tumulto popular dirigido por políticos gobernantes, como en Siria? De hecho, podría crear más alarma social quemar una señera que una señora en el cajero.

Y aquí se demuestra que
Cioran tenía más razón que un santo cuando le dijo a Fernando Savater (podía haberlo hecho extensivo en un blog) que todas las religiones son cruzadas contra el sentido del humor.

Occidente es laico pero no ateo. Decretada la muerte de Dios por Nietszche y celebrados sus funerales con el Holocausto y el Gulag, comprobado el fracaso del comunismo como sustituto de iglesia y mercado, el occidente excristiano se apresuró a encontrar una religión de recambio en la corrección política. Hoy la izquierda, tanto la gobernante como la cultural, al haberse quedado ambas sin causa, es la vanguardia y gestora entusiasta de nuestra nueva religión. Con tal de huir del liberalismo, abraza cualquier dogma. Quien no tiene Dios se fabrica dioses.

Decía Somerset Maughan que "nada obstaculiza tanto las relaciones de amistad entre distintos países como las fantásticas nociones que unas se forman respecto a las características privativas de las otras". Esta era una afirmación de la época en que el nacionalismo se curaba viajando; hoy, la globalización y la sociedad de la información han quitado vigencia a esa opinión benévola del mundo. Pero sigue siendo muy válida en lo de las características privativas… de nosotros mismos. ¿Conocemos nuestras características privativas tanto como nos jactamos de dominar las del enemigo?

2º) Equivalencias: No sé porque no se aplica el rigor del método científico, basado en la comparación entre magnitudes homogéneas y el análisis de fenómenos con variables y constantes, al discurso político y periodístico. En ciencia, al tramposo le explota el experimento o lo expulsa la comunidad científica. En política y medios occidentales te pueden poner una jaima.

“Nos preocupa que se haya traspasado la línea roja tanto publicando esas viñetas como quemando embajadas",
Yassin Beyens, dirigente hasta 2004 del Ejecutivo Musulmán Belga, órgano encargado de mediar con las autoridades del país (¿de mediar el qué?)

"No podemos poner una mordaza a la libertad de prensa, pero apelo a la responsabilidad del mundo de la comunicación" (Franco Frattini, comisario europeo de Justicia e Interior)

“La publicación puede ser perfectamente legal, pero no es indiferente y debería ser rechazada desde un punto de vista moral y político” (
Presidente del Gobierno español)

"No podemos defender causas justas con métodos violentos", Mustafá Kastit, imán de la Gran Mezquita belga. Este clérigo, moderado y demócrata según las fuentes, da otra vez en la diana: “una causa justa”. No es una causa justa reclamar autocensura en nombre del respeto a dogmas religiosos, costumbres o valores contrarios a los que fundan la sociedad liberal. Y, sobre todo, no es nuestra causa.

El caso de la viñeta en la que Ana Frank comparte cama con Hitler y otra en la que se mofan del Holocausto, publicadas por la
Liga Árabe Europea (LAE): infame equivalencia entre un dogma de fe y un genocidio. Dyab Abu Jahjah, fundador de la LAE "denuncia el doble rasero de la aplicación de la libertad de prensa en Europa" y se queja de que ningún periódico europeo haya salido en su defensa "después de convertir las caricaturas danesas en una cruzada contra la libertad de expresión. Europa también tiene sus líneas rojas; no sólo el Holocausto, también la corrección política. Forma parte de la hipocresía europea". Otra equivalencia perversa entre religión con dogmas intransigentes –islam- y religión con valores injustos y parcialmente excluyentes pero que no decapita –corrección política-. Efectivamente, tiene razón Don Abu en denunciar tal hipocresía, que se debe a que la corrección política no ha sido proclamada públicamente como credo. Aún no es oficial.

Tampoco son iguales las caricaturas de Mahoma que los chistes de negros, puesto que éstos ridiculizan una opresión histórica, no un catecismo. Si acaso, el equivalente sería la ópera Jesucristo Superstar, protagonizada por Camilo Sesto.

“Publicar o no publicar, ésa es la cuestión", Fryda Ghitis en el
MiamiHerald.com. La mayoría de los diarios -The New York Times, The Washington Post, Los Angeles Times- y televisiones -NBC, CBS y CNN- americanos –como los europeos- decidieron no reproducir las caricaturas. "Una opción que parece razonable para medios que no suelen atacar de manera gratuita los símbolos religiosos, especialmente cuando es fácil describir las viñetas con palabras", editorializó The New York Times.
“The Washington Post criticó a los diarios europeos que reprodujeron las caricaturas, pero celebró como héroes a los periodistas jordanos que publicaron los dibujos” (El País Domingo, 12.02.06) O sea, que el periodista ha de ser héroe o cartujo. Difícil e inútil elección, porque la proyección pública de lo que dice es la misma en ambos casos: ninguna. Con lo que sobra.

Anne Applebaum, en
The Washington Post, 'Nos pone nerviosos ofender gratuitamente a los creyentes de países lejanos y subdesarrollados, pero nos da igual ofender gratuitamente a los creyentes de casa".

Rayo de esperanza con contradicción final que reseña
Gilles Kepel a propósito de las minorías musulmanas disidentes: “son los musulmanes del mundo entero quienes deben desembarazarse del terrorismo que anida en sus filas para evitar que puedan caricaturizarlos en ese sentido. Pero a estas voces les resulta difícil hacerse oír entre la indignación de las muchedumbres, las manipulaciones de los Gobiernos y la demagogia de los medios de comunicación. Tiene que ser la Europa democrática la que les dé aliento y les otorgue el lugar que les corresponde. Ése es el precio necesario para que vuelva el diálogo”. Sí, tiene que ser la Europa democrática la que apoye a esas minorías y les ayude a organizarse e influir en sus respectivas sociedades islámicas, pero el precio lo tienen que pagar los intransigentes y violentos y el diálogo sólo es posible entre iguales, es decir, entre magnitudes morales equivalentes.

Esa fatal y perversa equivalencia es el gran lastre de Occidente para reconocerse y ser libre. CQD.

Adiós a las copas… y hola a los bastos.

Hubo un tiempo muy largo y reciente en que las copas y el tabaco eran hábitos de socialización. El adolescente se incorporaba con ansía acumulada a la sociedad de sus mayores haciendo amigos cuando empezaba a salir de vinos y fumarse el primer pitillo. Se convertía en el ser social que como humano estaba en su naturaleza. A medida que se hacía mayor, copas y tabaco le integraban en tertulias, palacios, garitos y burdeles. Eran hábitos –junto con el sexo- que igualaban a todos, ahora que la igualdad es valor sacrosanto de la corrección política.
Y eran los vicios de los pobres, de la inmensa mayoría sin yate ni palacio. Eran ritos de relación y mitos cinematográficos de una época en que la Salud no era un ideal obligatorio que excluye a los que carecen de un cuerpo danone que exhibir en el mercado de las vanidades estéticas.

Desde el vino diario en la mesa familiar hasta el vino consagrado como el cuerpo de Cristo en el altar. Desde el bombón de licor traído por la abuela para su propio deleite, que alegraba las reuniones familiares de la infancia, hasta las copas en las timbas de póquer de la primera juventud. Su coste sanitario se sufragaba con impuestos y con creces.
Ahora el Ministerio de Sanidad quiere reducir el nivel legal de alcohol en las pruebas que se hace a los conductores al 0,0%. Se acabo la simple caña: si has tomado un caramelito de whisky de tu mamá te quitan puntos en el carnet de conducir y también en el ranking social.
El 0,0% se ha convertido en un logo de Salud. Algunas cervezas fueron pioneras poniéndolo en su publicidad, hasta el punto de sustituir a la marca como reclamo de consumo. El 0,0% se asocia a la limpieza absoluta, a la vida sana, a los nuevos hábitos socialmente aceptables. Pero el cero absoluto es la nada, es el individuo sin secretos, sin pliegues, de una pieza, con su vida privada hecha pública en el escaparate de lo uniforme. Ahora el mito es el cuerpo aséptico 100% y, por lo tanto, el espíritu impecable en traje de domingo. Todos clones.

Pintan bastos. ¡Adiós al bombón de licor! Y, con él, a las diferencias entre personas y consiguiente disfrute de la vida. ¡Ay, ay, ay, que ya no me sabe a Calisay!

11 de febrero de 2006

EX

Ex-Amen-es (suprimidos con la promoción automática en la escuela, ya casi reliquias de otros tiempos, con lo que nos hemos quedado con los Amenes; el examen era la oportunidad de exhibirse como individuo, ahora sólo somos masa)
Ex-voto (el verdadero acto de rebelión: cambiar de voto, abandonar el voto fijo como ofrenda al Partido, como exvoto fósil)
Ex-lam (jubilar a esa religión fiera)
Expaña, ex-marido, exposa, ex-piso, ex-post (ponerlos aquí), extra-vagante (por esos mundos)
Exilio (interior) Ex-pirar-se (en vida, pero ¿a dónde?)

Ensayo sobre el sentido común

Publicamos hoy una colaboración de Procopio, la presentación de su libro "ENSAYO SOBRE EL SENTIDO COMÚN (dirigido a la multitud democrática)"

Al ser un libro poco común sobre el menos común de los sentidos, es decir, un bien escaso y -por lo tanto- valioso, recomendamos viva y doblemente su lectura y disfrute. Ahí va el aperitivo:

Ante todo creo que la foto de la portada merece una explicación. Es la foto de Tiananmen. Creo que es de 1989, el mismo año en que cayó el muro de Berlín. Entonces un filósofo americano de nombre Fukuyama declaró el fin de la historia.

Ensayo sobre el sentido común (ESC) es un libro escrito contra ese fin de la historia y el triunfo de la ideología que hay detrás, aunque también es desde luego un libro contra cierto totalitarismo de izquierdas que contribuyó a edificar ese muro, o que en Tiananmen masacró a variados ciudadanos que pedían más libertad política.

Es un libro sobre el sentido común. ¿Qué es el sentido común? Voy a permitirme citar a Antonio Machado: “Nuestra lógica pretende ser la de un pensar poético, heterogeneizante, inventor o descubridor de lo real. Que nuestro propósito sea más o menos irrealizable, en nada amengua la dignidad de nuestro propósito. Mas si éste se lograre algún día, nuestra lógica pasaría a ser la lógica del sentido común”.

Este “Ensayo” pretende eso exactamente: ofrecer material teórico para inventar o descubrir otra realidad, otra historia –pero no de una forma determinista como hacen los nacionalismos, del que sabemos mucho, demasiado ya, por aquí-, sino con el fin de pensar las posibilidades que tiene hoy la democracia. Y lo intenta hacer desde esta perspectiva heterogeneizante, poética incluso, a la que alude Machado en su “lógica del sentido común”. Os recomiendo que os leáis su “Juan de Mairena”...

Bien, así pues, estoy en contra del fin de la historia, o de la historia concebida a la manera nacionalista. Creo que desde finales del siglo XIX, pero especialmente en los últimos 20 años del siglo XX (desde que el Quebec reclama el derecho de autodeterminación), el capitalismo más salvajemente especulador se ha visto acompañado de un peligroso auge del populismo nacionalista, identitario como se dice ahora. Es el caso que a principios de los años 70 el 80% de las transacciones económicas mundiales se hacían sobre cosas y hoy se hacen sobre dinero. Es decir, se hace dinero con el dinero. Y el que sale peor parado de esta globalización corporativista no son las minorías culturales, raciales, etc.. Al contrario estas han sido y son más bien un valor añadido a este tipo de capitalismo. Es el capitalismo temático, en el que la cultura de costumbres congeladas juega un papel casi de i+D.

El que sale peor parado es si me permitís barrer para casa el sentido común, entendido como “aquello que nunca falta donde hay seres humanos”, como ha dicho Savater. Hoy no, hoy nos tenemos que identificar no por lo que compartimos, sino por lo que nos diferencia. Y hay todavía quien se opone a la lógica de la guerra desde estos parámetros. Por eso digo que aun en su vertiente basada en la voluntad integradora, la retórica nacionalista de los derechos humanos y de la democracia es eso, retórica de hojalata, en el mejor de los casos es pura metafísica verbal.

Hay pues en el fondo de este libro una mirada retrospectiva al legado del mayo del 68, que fue la revolución de las costumbres que puso sobre el tapete mundial precisamente la liberación de lo minoritario, de lo diferente, etc. Pero ¿qué ocurrió con el feminismo, con el ecologismo, con los movimientos de liberación corporal y otros en general?: ocurrió que queriendo cambiar la vida se olvidaron de la política. Manifestaron causas clásicas de reivindicación, pero dentro de un horizonte no-clásico, es decir, no dentro de horizonte de emancipación, sino de sumisión a esas determinaciones, lo que desactivaba por completo su poder liberador.

Fueron movimientos profundos porque pusieron en cuestión aspectos antropológicos del ser humano, como la familia, etc., pero por su misma base teórica y por dispersión coyuntural fueron movimientos que en su versión más acabada han conllevado una especie de pensamiento reaccionario de izquierdas, anti-político, conocido como progresismo, o también como ideología de lo políticamente correcto. En fin, a todo ello se puede aludir como posmodernidad, y no es casualidad que el primer libro que habla de la condición posmoderna fuera escrito a petición del Gobierno de Quebec por un filósofo que había estado implicado en el mayo del 68.

Contra esa especie de “pensamiento débil”, como también se le ha llamado, también está escrito este libro. Obviamente no para atacar a la democracia, sino al contrario, para volver a ponerla como punto principal de cualquier proyecto centralmente político. Y esa es la esperanza, frágil sin embargo, del llamado movimiento altermundialista, o de globalización política.

Y si digo que mi esperanza es frágil es porque me parece que todavía sigue sin hacerse autocrítica positiva del mayo del 68, sobre todo en relación con la cuestión de la llamada “identidad posmoderna”. El caso más grave es sin duda esa especie de terrorismo rico o pijo de ETA en el País Vasco, que sirve como chantaje de una determinada política de negación de los derechos humanos porque se los supedita a una previa asunción de una nacionalidad cultural. Y uno de los problemas, entre muchos, del plan de Estatuto Político del País Vasco (como si el Estatuto de ahora fuera sólo un acta notarial) no es sólo que no sirva para aligerar el Estado-nación que llamamos España, ni tan siquiera el problema es que sea un plan de Estado-nación a la vieja usanza, no, es que ni eso, se trata de un plan que niega de raíz la libertad política (no sabemos todavía hasta qué punto) para salvar a un “pueblo”, mientras se amenaza de muerte a la mitad de ese pueblo. La situación en Cataluña con la reforma del Estatut planteada no incluye esa distinción, o la incluye de manera sólo retórica, no sabemos todavía hasta qué punto. Pero si el editorial de “La Vanguardia” del día siguiente a las elecciones puede decir tranquilamente que Mas va a ser el 128º presidente –democrático, se entiende- de la Generalitat, tenemos que pensar que el primero fue Pedro el Ceremonioso, elegido, como todo el mundo sabe gracias a la educación nacionalista, por sufragio universal en el siglo XIV. O sea...

Por tanto lo que reclamo en este libro es una especie de repolitización social sobre bases ilustradas. Más política, menos pensamiento débil de que todo vale, de que todo es respetable. Y no reclamo una democracia sobre la base de la Razón positivista absoluta de la mayoría, bien decapitada ya, pero tampoco sobre esas pequeñas razones absolutas en que se ha convertido la ideología de la diferencia. Obviamente todos tenemos nuestras razones, pero todos tenemos razón para usarla. Y sobre todo todos tenemos algo más común que eso, que es nuestra humanidad. Por eso utilizo al final del libro al filósofo político más importante de nuestra era moderna, llamado Spinoza, quizá el único pensador europeo que se atrevió a defender la democracia con todas sus consecuencias, filósoficas, morales, culturales, económicas y por supuesto políticas.

Y la idea principal es que la democracia no sólo es un procedimiento para elegir representantes sino también un régimen, algo sustancial, no es un mero trámite formal sino un sistema con principios y valores, deficientemente plasmados en la Constitución, pero positivamente plasmados, que hay que enseñar y aprender. Por eso es tan importante la educación. Por eso también intentamos decidir en asamblea política y en la medida de lo posible las cuestiones económicas, sin menosacabar la libertad económica, pero supeditándola a la ley pública antes que dejar la decisión final en la mano invisible del mercado, que suele favorecer en este caso sobre todo a ciertas manos invisibles... No defiendo, pues, un intervencionismo y menos determinista, sino una nueva economía política que pueda plantearse reflexivamente sus fines, que antes de trabajar se pregunte qué es lo que quiere hacer, cómo y por qué, en atención final al mejoramiento o no de la libertad política, la cual siempre tiene que estar en primer lugar si lo que queremos es realmente una democracia. Pero en fin, hay que asumir que por su misma naturaleza, afortunadamente, la democracia es un sistema un poco caótico.

Tenemos, pues, la obligación hermosa de convivir en la misma tierra todos los hombres, y por ello defiendo algo parecido a una democracia mundial lo menos burocrática posible. Una utopía si se quiere de cooperación sin mando, pero que sea capaz también de discutir los consensos unánimes, normalmente decretados hoy por la prensa y la TV establecidas, eso que llamamos el 4º Poder, o por los sistemas de partidos.

O sea, se trata de establecer cooperaciones intrínsecamente conflictivas. Que se pueda vivir con alegría en el conflicto. Y creo que el Estado, entendido como institución pública, que es de todos y a todos nos afecta, es un buen instrumento para ello. Yo sólo entiendo la nación, entonces, como nación de ciudadanos que anteponen su libertad política a cualesquiera determinaciones biológicas, de género, o aspectos culturales, etc. que puedan tener. O sea, una idea republicana, pero que no, para no perder del todo las luces entre el marasmo posmoderno, vuelva a ser doctrinaria, de base científico-natural, o providencial a la manera casi religiosa. O más posmoderna todavía, en el sentido reaccionario que va adquiriendo esta condición. No, más bien queremos al menos como principio de acción una nueva sentimentalidad democrática común, cosmopolita, que pueda poner en práctica el ideario del “piensa global, actúa local”. Ese es el desafío de hoy.

El sentido común es la base de la incertidumbre de lo que significa ser humano, pues un ser humano solo no podría sobrevivir, y antes que su identidad particular, comparte la semejanza que lo une a los demás hombres. Pues la identidad es algo que tenemos el derecho a construirnosla cada cual libremente como más nos plazca. Claro que tenemos determinaciones que no hemos elegido, o herencias que a veces nos vienen muy bien, pero para ser cabalmente humanos no podemos reducirnos a ellas. Ellas son necesarias, pero no determinan inexorablemente nuestra libertad. Esto, además de socavar de raíz el principio de democracia, lo que hace es matar el misterio de la vida, que es nuestro más precioso bien. Un poco como ha hecho siempre el poder temporal de la Iglesia cuando se ha mezclado o ha anulado la política, ¿no?

Así pues, y para acabar, me explico este libro como un intento de reflexionar sobre esa sana locura del sentido común que se necesita, como dice Machado, para descubrir o inventar una nueva realidad, más libre, más heterogénea, más polifacética. Que tenga como base y horizonte a los ciudadanos concretos. Que posea como ideal un cierto nomadismo de los derechos individuales, que tanto podría aportar a los problemas actuales de la migración. Una realidad, en suma, que no esconda que somos mortales. Pues no se trata de crear inmortalidad como si fuéramos Dios, porque no podemos crear ni un gramo de materia más de la que hay, y nuestra inmortalidad simbólica, como la misma palabra “símbolo” indica, es algo no omnipotente, algo fracturado en su esencia, algo que tenemos que compartir, ahora sí, relativamente.
En lo que podemos cambiar es en nosotros mismos, cambiarnos entre nosotros mismos, un poco como en un carnaval, si se quiere, crear y hacer más amplia y más racional la realidad simbólica en la que convivimos, como si estuviésemos en una fiesta donde cada día podemos cambiar de disfraz, pero donde bajo todos los disfraces diferentes late un parecido y común sentimiento de convivencia lograda y posible.
(Pedidos: www.elcepilanansa.com CFO LA PAPERERA, Vilanova i la Geltrú, Noviembre 2003)

La caricatura de nuestro profeta y los cromos sagrados

He encontrado la caricatura simétrica de nuestro profeta. Su publicación en la prensa española no tuvo más repercusiones que la sonrisa generalizada y una tímida queja del Arzobispo de Barcelona, taifa de residencia del mimo encargado de ridiculizar la pasión del Dios reservado por la providencia a este cabo de Asia llamado Europa.
La leve protesta del mosén fue de oficio, sin ganas, sabedor de su papel ya residual en el juego de Occidente y consciente de que si se pasa en sus ayes no podrá doblar las esquinas con tranquilidad. O sea que nuestra Iglesia, mientras tanto, haciéndose la distraída, jugando al fútbol y silbando disimulos. Y no sucedió nada más digno de recordar; ni siquiera se reconoció la ocurrencia al titiritero. No se quemaron embajadas ni banderas (por cierto, muy sagradas las locales del actor)

Este episodio demuestra la diferencia de reacción entre Islam y cristianismo ante hechos equivalentes. La misma diferencia que hay entre el sentido de la libertad y el concepto de lo sagrado entre unos y otros. Eso sí, por estos lares –los de nuestro pionero en caricaturas- lo sagrado ha cambiado de cromos y hubiera sentado muy mal ridiculizar el santoral de ahora mismo: políticos, banderas y patrias chicas. Que también son Europa. Así, que no se diga, que en todas partes cuecen habas. Y en Montserrat, a calderadas. Amén.

10 de febrero de 2006

El ra(p)to de la Europa dis-tendida

(El rapto de Europa)

No es casual que el síndrome de la identificación con el raptor se bautizara de Estocolmo. O de cualquier otro sitio de Europa. Esa Europa modosa que se abraza a su captor.
Declaraciones del Presidente del Gobierno español, a propósito de la publicación de las caricaturas del profeta que inició el Jyllands-Posten: “La publicación puede ser perfectamente legal, pero no es indiferente y debería ser rechazada desde un punto de vista moral y político” Por lo tanto, si una determinada moral liberal –que incluye en su médula la libertad de expresión- y una determinada concepción democrática de la política definen la legitimidad de la sociedad occidental, publicar las viñetas no es legítimo.
Con lo que nos deslizamos hacía un terreno difuso, confuso y mixto entre nuestra moral y tipo de cultura política y las correspondientes del Islam. A tierra de nadie, de la que siempre se apropiarán los fanáticos sin fronteras. Esa es la base de fondo de la Alianza de Civilizaciones y la consecuencia del afán de apaciguamiento.
Y otra perversión que subyace en ese planteamiento: la equivalencia entre nuestra sociedad, que separó poderes para contrapesarlos y equilibrarlos desde las revoluciones francesa y americana –con la silenciosa inglesa- y que también separó Iglesia y Estado, y la islámica (más monolítica que la musulmana), en la que los valores de libertad y democracia quedan supeditados a su religión (en la que, a su vez, no constan) y en la que los poderes no son autónomos, sino que se funden, ideológicamente en la fe y de hecho en sus administradores.
Decretado así el mismo valor para unos liberales que para otros guerreros, se supedita la libertad de expresión, prensa y denuncia de modelos contrarios a nuestro modo de vida al oportunismo político, lo que implica hacer relativa la moral que funda aquellos valores y prácticas en función del tiempo y objetivos de una alianza que, además de imposible por mezclar sustancias heterogéneas, termina por diluir a la moral en recesión y fortalecer la cultura en expansión. Tan relativa y etérea es la nuestra que se diluye y desaparece. Una moral débil frente a una moral fuerte, impulsada por convicciones compartidas por sociedades enteras.
¡Otra vez la moral en el morral! Colado de matute según los intereses y agenda política de otros. Tan mareada la pobre de tanto viaje y oscuridad que ya no sabe dónde está, ni quién es ni qué es.
La Europa distendida se instala en el balneario para terminar tendida en el diván, con su eterno acto de contrición abrazado a su complejo de culpa y haciendo pucheros de propósito de enmienda. La penitencia que nos hemos impuesto es inacabable. Nos han pillado haciendo caricaturas del profeta entre el 16º Ave María y el 5º padrenuestro. Y nuestros curas laicos –los auténticos ya no nos pastorean- nos han reñido. En nombre del sentido de la responsabilidad y necesidad de calmar a los fieros.

9 de febrero de 2006

Ex-paña











"Puede que hayamos acabado con el pasado, pero él no ha acabado con nosotros" (Magnolia)

La combinación de ambas imágenes puede producir la impresión de Una y Trina. Pero no, es Una que Trina. De naranja. Amarga. Sin gas. Sin espíritu.

A la izquierda, un guirigay de bar que -olvidadiza de serlo- se propone dejar de ser nación. Por absurdo sentimiento de culpa, la enfermedad de Occidente. Esa España de las cafeterías que se empeña en acabar con su pasado y su única esperanza de futuro radica en que ese pasado no acabe con ella.


A la derecha, una fuerza en ascenso que emerge convencida de su futuro y que fabrica galopante su pasado hasta el punto de que -olvidadiza de no serlo- se propone ser nación.

H(j)amás de los jamases.

Esa hache aspirada es la que la que debe convertir Hamás en j sonora y permanente de renuncia al terrorismo.

En su caso, al terrorismo de gobierno, ya que no de Estado, sobre todo si aspira a ser Estado. Pero el apellido viable unido a ese Estado no depende sólo de esa organización, sino de Israel y de que Europa deje de pagarle -a Israel- peajes históricos por el Holocausto con tierras y vidas palestinas. Y de que Estados Unidos averigüe cómo combinar su necesidad de tener un Adelantado en una región petrolera y estratégica con un nuevo equilibrio geoestratégico en la zona, logrado con los países árabes y del que obtenga una garantía petrolera y estratégica hoy lejana.
A continuación, breve información. Datos básicos:
  • Fecha y lugar de fundación: 1987, Gaza (Palestina)
  • Objetivo: Propiciar la salida de las fuerzas israelíes de los territorios ocupados y el desmantelamiento de los asentamientos judíos en esas áreas.

La victoria del movimiento fundamentalista Hamás en las celebradas elecciones palestinas ha provocado no sólo un terremoto político en Oriente Próximo. Considerada como grupo terrorista por la UE y de EE UU, la organización islamista nació en 1987, pocos días después de la primera Intifada y con el sello de los Hermanos Musulmanes de Egipto, país que hasta 1967 dominaba la franja de Gaza.

El brazo armado de Hamás, las Brigadas de Izzadine Al Qassam, ha utilizado durante años el terrorismo suicida contra Israel, volcándose además en un intenso trabajo social que ha logrado dejar en un segundo plano a la Autoridad Nacional Palestina y Al Fatah, sobre todo tras la desaparición de Yasir Arafat.

Con la victoria de Hamás el proceso de paz queda más en entredicho que nunca: Estados Unidos ya ha advertido de que no negociará con quien defienda la destrucción y la violencia, mientras Naciones Unidas y la UE ven con recelo la arrolladora llegada al poder del Movimiento de Resistencia Islámica.

> Israel / Palestina: Paz o guerra santa (Mario Vargas Llosa, El País, 8 octubre 2005)

8 de febrero de 2006

Islam y Europa: ¿Sueñan los lobos con ovejas eléctricas?

En el reparto de papeles que supone la evolución social, en fiel correlato de la biológica, los lobos islamistas sueñan con europeos sumisos que se avengan a sus dictados de civilización en expansión. Porque ahí, en la expansión, está una de las claves del conflicto que va apareciendo:

Una cultura, la europea, cada vez más difusa, en recesión, con complejo de culpa –tan en su origen, por otra parte-, amarrada a su confort, instalada en el miedo al qué dirán las otras etnias (a las que se les supone la razón por mor de haber sido colonizados) y con las supersticiones de discriminación pro-minorías como suplentes de la antigua religión cristiana. Una civilización que ha renunciado a la fuerza y cuya fe e ilusión en el futuro se mide por una natalidad en caída y resignación libre. Ya quedó dicho por G.K. Chesterton que desde que dejamos de creer en Dios, ahora creemos en todo. Y entiéndase por Dios un proyecto común de futuro basado en el reconocimiento sin vergüenza de nuestros valores democráticos y liberales como superiores a los totalitarios.

En resumen, una cultura de renuncia a lo propio y en perpetua penitencia por lo ajeno, una cultura en el confesionario, tanto por sus pecados como por las agresiones del islamismo, que asume como castigo.

Frente a ella: una cultura pujante, en rápida expansión, la islámica, orgullosa de sus creencias, con un proyecto de ampliación de su dominio a crecientes zonas del mundo, absorbida cada vez más por una religión totalizadora que abarca y regula todos los aspectos de la vida de sus acólitos, a los que considera como súbditos, no como ciudadanos, fermentando un caldo de cultivo en el que las dictaduras prosperan y las rendijas de los escasos grupos reformistas y demócratas se cierran de numerosos portazos.

En resumen, una cultura de éxito arrollador en los últimos 30 años, a la vista de los numerosos países y gentes que abrazan con fervor la fe que cabalga el mundo. Pero de éxito sólo cuantitativo. Con el préstamo del cualitativo que les hemos hecho nosotros: sin intereses ni plazo de amortización.

Parece que ya estamos asomados al futuro: como en el relato de Phillip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, a principios del siglo XXI los Replicantes son superiores en fuerza, agilidad y capacidad de movilización. Tienen el olfato de las civilizaciones emergentes. Han olido nuestro miedo y comprobado nuestra renuncia. Mientras tanto, en Europa nos dedicamos a ser clones obedientes, etéreamente sumisos y obsesionados con apaciguar a los lobos. Pero éstos no se avienen a nuestras razones.

Como en Blade Runner, vamos estando para el retiro.

7 de febrero de 2006

Sobre el término cultura y Ortega.

(Nuestro corresponsal en Burriana, París y Londres, inicia hoy una serie de colaboraciones sabrosas y rigurosas que esperamos sean del gusto de nuestros lectores, incluidos los existentes)
Un breve prólogo explicativo de la anterior publicación de este artículo:
Los avances técnicos en nuestra sociedad han permitido, entre otras, las colaboraciones científico-culturales-profesionales tan necesarias en el devenir nuestra contemporaneidad.
No obstante, en demasiadas ocasiones -aunque un buen amigo periodista me intentaba convencer que la culpabilidad hay que buscarla en el factor humano- la mentada tecnología transforma tan gravemente el contenido del trabajo, que con los despojos recogidos de tal ejecución, ni aún analizando su ADN, podríamos filiar su origen. Tal acontece con el artículo, fusilado el 7 de febrero de 2006, "Sobre el término Cultura y Ortega".
Y, ahora su reedición:
Sobre el término cultura
Si existe alguna palabra de uso diario, y sobre cuya definición no hay acuerdo desde cualquier análisis que se considere, es el término "cultura". Bajo su conceptualización se engloban tantas como autores, que procedentes desde el genérico campo de las ciencias humanas, han intentado aproximarse a una "solución".
El término cultura en Ortega y Gasset.
En el ensayo Misión de la Universidad (1930), Ortega y Gasset define el concepto de cultura como "el sistema de ideas vivas que cada tiempo posee. Mejor: el sistema de ideas desde las cuales el tiempo vive. Porque no hay remedio ni evasión posible: el hombre vive siempre desde unas ideas determinadas, que constituyen el suelo donde apoya su existencia".
En el libro En torno a Galileo (1933) afirma: "La cultura no es sino la interpretación que el hombre da a su vida, la serie de soluciones, más o menos satisfactorias, que inventa para obviar a sus problemas y necesidades vitales. Entiéndase bajo estos vocablos los de orden material que los llamados espirituales".
Posteriormente, y en el mismo libro refiere: :.. "el hombre primitivo, perdido en su áspera circunstancia elemental, reacciona creando un repertorio de actitudes que le representan la solución de los problemas planteados por aquella: este repertorio de soluciones es la cultura.
Al avanzar la cultura y desarrollarse llega a una estación en que: 1º, las nociones sobre las cosas y las normas de conducta se han hecho demasiado complicadas y desbordan la capacidad intelectual y moral del hombre...; 2º, esas nociones pierden vivacidad y evidencia sobre los hombres que tienen que usarlas; y 3º, la cultura no queda repartida con orgánica espontaneidad y precisión en los grupos sociales que la van creando, y, por tanto, en la proporción en que la entienden y sienten, sino que esa cultura superior es inyectada como mecánicamente"...
En Teoría de Andalucía y otros ensayos,1942, escribe: ... "la cultura no consiste en otra cosa que en hallar una ecuación con que resolvamos el problema de la vida. Pero el problema de la vida se puede plantear de dos maneras distintas. Si por vida entendemos una existencia de máxima intensidad, la ecuación nos obligará a un esfuerzo máximo.... aspiremos solo a una vita mínima: entonces, con un mínimo esfuerzo, obtendremos una ecuación tan perfecta como la del pueblo más hazañoso".
En Meditación de Europa (1949) redactada en sus últimos años, aporta Ortega sus reflexiones sobre el concepto de nación, y entre sus numerosas referencias al término cultura señalar: " Desde la escuela historocista alemana la palabra "cultura" degenera semánticamente, llegando a significar el modo de ser de un pueblo, cualquiera que sea ese modo. Conviene recordar que antes "cultura" significaba solo un modo único y ejemplar de humanidad."
A continuación, apunta lo que entiende por "modo": ... "Lo característico de la idea de Nación estriba en que todas esas formas de vida inerciales (su lengua materna, su tradición religiosa y heroica, sus costumbres inveteradas, su modo peculiar de sentir, pensar, gozar) fueron desarrollándose y enriqueciéndose hasta constituir un modo integral de ser hombre. Ser inglés, francés o español. Este modo afecta a todas las dimensiones de lo humano – religión, poesía, arte, economía, política, amor, dolor, placer -, la penetra, impregna y modifica. Ahora bien, como frente a esos modos particulares de ser hombre no hay un hombre absoluto, un hombre sin modo, cada europeo llegó a sentir que su modo "nacional" de humanidad no solo era un arrastre inicial del pasado, sino algo que debía ser en el futuro, que merecía ser. La vis a tergo de la tradicionalidad se tornó a la vez en ejemplaridad, por tanto, en vis proiectiva, en fuerza creadora de futuro, en ideal de vida hacia el porvenir."
El término cultura desde otros autores antropólogos
En la clásica obra Culture: A Critical Review of Concepts and Definitions (Kroeber, Kluckhohn, 1952), que contiene más de 160 definiciones de cultura, sus autores la definen como: ... modelos o patrones explícitos o implícitos, de y para el comportamiento- adquiridos y transmitidos mediante símbolos-, que constituyen la obra exclusiva de los grupos humanos e incluyen los objetivos materiales. El núcleo esencial de la cultura está constituido por ideas tradicionales (es decir, transmitidas y seleccionadas históricamente) y, especialmente, por los valores ligados a ella. Los sistemas culturales pueden considerarse, por un lado, producto de la acción, y, por otro lado, elementos condicionadores de la acción subsiguiente".
Geertz (The Interpretation of Cultures, 1973) afirma que la cultura es la red de significados simbólicos y su análisis no ha de ser una ciencia experimental en busca de leyes sino una ciencia interpretativa en busca de significados; asímismo que no "existe una naturaleza humana independiente de la cultura". En su definición en 1995 (After de Fact) reseña que : "describir una cultura... es intentar que alguien, en alguna parte, vea las cosas del mismo modo que tu has llegado a verlas bajo la influencia de viajes, libros, testimonios y conversaciones."
Lo anterior parece confirmar lo que Williams (Keywords, 1976) anota: .." cultura es una de las dos o tres palabras más complejas del diccionario. Esta dificultad se debe, en parte, a su intrincado desarrollo histórico en diversos idiomas, pero sobre todo, a su utilización actual para referirse a conceptos importantes en varias disciplinas intelectuales y en distintos sistemas de pensamiento específicos e incompatibles".

"Llamamos cultura a todo conjunto etnográfico que desde el punto de vista de la prospección presenta, con relación a otros conjuntos, variaciones significativas"... Una misma colección de individuos, siempre que cumpla con la condición de hallarse objetivamente localizada en el tiempo y en el espacio, depende simultáneamente de varios sistemas de cultura: universal, continental, nacional, provincial, local, etc; y familiar, profesional, confesional, político, etcétera". (Antropología Estructural,
Lévi-Strauss, 1968).
"La cultura es un sistema de comportamiento que comparten los miembros de una sociedad. Y una sociedad es un grupo de personas que participa en una cultura común". (Sociología, Horton; Hunt, 1976).