Brazil y la extraña familia
Xuntanza, 11 de enero de 2008.
Brazil convoca, organiza, recoge, acoge, reparte cariño y estará incansable toda la noche. Persona moderna, que usa también términos modernos. Mujer de mundo que fue de bar en bar acomodando a la familia. Eso sí que es estar sublime sin interrupción.
Sin orden, concierto ni graduación, los asistentes (no se describen comportamientos por estar en horario infantil): Voyeure, esquiva Voyeure, un aire enigmático a la que siempre se busca, así pasen más años y nos volvamos más jóvenes; Lacónico, bisturí de seda aplicado con mano amable; Funes, Su Serenidad, pareja a su legendaria memoria; Mercutio, el auténtico dandy e insobornable azote de creyentes; el sanedrín enológico (Protac y el Marqués), celebrando justamente un Muga 2004 en plena etapa riojana de infidelidad vinícola; Protac, que hace de cualquiera un pariente de toda la vida; Marqués, el oficio sin beneficio propio, de puro desprendido; El Richal, la humanidad entrenada a diario; la Condesa, sutil seductora, llena de finura y saber estar, alternando en majestad con burgueses y plebeyos; Happel, tramando una crónica de costumbres nocturnas que haría estragos horas más tarde en un editor; Gatopardo, flemático sin cólera posible, cómplice del anterior en experimentos con gaseosa; insaciables ambos e implacables en su querencia de calaveras. Almirante, desplazándose marcial por las galeras que empezaban a zozobrar, salvando náufragos con su verbo fácil; Faustine, oh, Faustine, la verdadera musa del evento, la sonrisa del régimen; Catón, efímero pero ubicuo, lejos de él cualquier tentación de canon; Blondo, la competencia amiga; Gengis, un filósofo terciario seducido por la acción, cuando es la primera condición humana, desaparecido in extremis; Qtyop, un cartesiano nada cortesano pero muy sano, cuando el aplomo se hizo seducción sureña y aparcó el tobor en el perchero de atalajoh, bajo la misma Giralda; Bremaneur, sujeto de calmada humanidad, un huevo nos vamos a creer tu disfraz de pendenciero; Tse, feliz aún en época de régimen. Y Calaza, cuya generosa humanidad (y la de las rusas que aportó) no hay teatro que consiga ocultar.
Y los ausentes presentes: Sr. Verle, Crítico, Goslum, Neguev, Atleta, Cateto, Perroantonio, Horrach, Jacobiano, Olo, Selma, Garven, Adrede, Reinhard; Fedeguico, Gongren y tantos otros que la mejor ginebra del mundo no hace olvidar.
Xuntanza es como el reino de Redonda pero sin premios y con desvaríos, así que transcurrió alegre y disipada, como en una balsa de gin tonic con pepino, pero no terminó en rigodón. Hubo epílogo por parte de un comando espontáneo y gamberro, dirigido por Calaza, con carreras nocturnas en el 124 de Brazil, sin pajillas posibles por el zarandeo, persiguiendo la gloria a la voz de “¡siga a ese taxi!” Un secuestro, el de un editor, que fue a Madrid desde provincias a heredar una imaginaria fábrica de chocolate y terminó de rehén en manos de la mafia china expendedora de bocadillos de mortadela. Al alba y sin haber conquistado islote alguno, el consejo de redacción del NJ recibió una nota de rescate y contesto así, con lacónica autoridad: “Esto es un condominio mancomunado manifiestamente empeorable; Roma no paga desviados; o sea, que no cobráis ni en cromos del Coyote, sus lo quedáis”. Mezcla de estilos en el comunicado oficial para un final sorprendente y aún sin resolver. Cría editores.
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