21 de enero de 2009

Tres curiosos

Juan Rulfo renuncia a seguir escribiendo "porque se me murió el tío Celerino, que era el que me platicaba todo" (citado aquí). Qué va a contar si ya no le cuentan. Despojado de la tradición como motivo del cuento, renuncia a la escritura pero no a la historia, cuya trama seguirá buscando a través de su dedicación a la fotografía y a los guiones de cine. Ya no le cuentan pero sigue ideando de otro modo: ve cosas que le dicen cosas, por lo que sustituye la tradición oral por la imagen como fuente de narración. A lo que no renuncia, ni ganas, ni puede, es a su estilo: la rotundidad de una síntesis inapelable ejercida con la eficacia de la discreción, una buena mezcla para pasar a la historia de la literatura, aun sin querer. El prodigio de su capacidad de síntesis viene de la fuerza y sencillez con que abstrae a partir de figuras e historias reconocibles por los lectores en sus sueños: “Esperé treinta años a que regresaras, Susana. Esperé a tenerlo todo. No solamente algo, sino todo lo que se pudiera conseguir de modo que no nos quedara ningún deseo, sólo el tuyo, el deseo de ti” (Pedro Páramo). No necesita de ninguna distinción entre abstracción y figuración porque no es preso de la forma. Libre de esa servidumbre desde los tiempos del tío Celerino, sólo idea y cuenta.

Rulfo cambia de medio artístico y otros de tema, aunque hacen el mismo viaje hacia la síntesis y lo abstracto: cuando Lynn Davis se va a Groenlandia en 1986 pasa de la representación de la figura humana al paisaje, a la naturaleza en estado puro (serie Iceberg) o a ésta acompañando y dominando la historia de la humanidad (series África y Persia Antigua). Al centrarse en el paisaje, tanto el natural como el arquitectónico, aborda un cambio drástico de tema que no es un exilio de su anterior objeto sino que mantiene la misma mirada radical de lo que fotografía y el mismo criterio a la hora de disparar: el predominio del momento sobre el proceso. Manteniendo como guía la búsqueda de la síntesis y eliminando lo superfluo de las circunstancias. En lugar del instante, Edward Burtynsky se centra en el proceso, no el técnico sino el representado: corta una sección, normalmente vertical, que le permite descarnar las sucesivas capas del tiempo de la acción humana. La naturaleza transformada por la industria es el tema predominante de su trabajo. Refleja, interpreta y abstrae la historia de la intervención del hombre en la naturaleza, sin hacer discurso político, que sería pecado de leso manierismo y lastre ordinario de su obra. En la foto de Burtynsky lo abstracto son las entrañas de la tierra; el orden con que éstas se muestran es la historia que cuenta el hombre.

Aunque tratan temas distintos, ambos fotógrafos tienen en común una simultánea visión contemporánea y geológica (como metáfora de histórica) de las edades del hombre. Contemporánea y geológica no son contradictorias entre sí porque implican adoptar una perspectiva histórica vista desde el momento actual, incluso considerado con urgencia. Es una visión que permite atrapar una naturaleza en rápido cambio, por sí (los icebergs) o por la mano del hombre (las minas a cielo abierto). Son complementarios en retratar la acción del tiempo y del hombre sobre el paisaje, el cual nunca es un decorado pasivo. El final del recorrido queda como el principio: el paisaje mineral que transmite Lynn Davis es la síntesis depurada y atemporal de las edades del hombre que retrata Burtynsky.

1. Lynn Davis: Iceberg #6, Disko Bay, Greenland, 2004.

2. Lynn Davis: Meroe, Sudan, 1998.

3. Edward Burtynsky: Iberian Quarry #3

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