21 de febrero de 2006

Tres violencias, dos sistemas y una moral

(Goya, Duelo a garrotazos)


¿Es tan difícil entender que no son comparables sistemas y violencias distintos y que su mera enunciación no sólo invalida el análisis sino que también anula el discurso e incapacita a la política?

Repaso: es el desarme del violento por la ley democrática y no la negociación con quien no basa su conducta en la razón.

No es equiparable la violencia ejercida durante una dictadura con la violencia practicada contra una democracia; los abusos del franquismo con la coacción sistemática de una minoría violenta a una mayoría pacífica en un marco de libre elección política. Aún menos, la propia de una guerra civil con esta última.

Se trata de tres violencias con dos sistemas –la guerra civil no lo es- y una moral para ordenar el juicio.

La cuestión no es la naturaleza de la violencia ni la intensidad o extensión del dolor derivados de ella, sino la legitimidad de esa violencia. Es decir, la naturaleza de las conductas en contextos contrarios.

En una democracia, el monopolio del uso de la fuerza lo tiene el Estado de Derecho: es una de las bases del sistema democrático moderno, tal como lo hemos ido organizando desde las revoluciones francesa y americana (además de la constante inglesa) En una dictadura, la legitimidad son arenas movedizas. Una guerra civil es un combate por esa legitimidad. Por tanto, no cabe poner en entredicho

Quien compara iguala y, al intentar sobrevolar dos posturas no equivalentes, se sitúa fuera del sistema, al que representa legítimamente. Entonces (ahora), la democracia se queda gravemente coja por la idealista (ilusa) excursión de su gobierno. No le pueden suplir medios de comunicación, partidos de oposición, asociaciones ciudadanas o blogs: no son representantes legítimos salidos del voto ni sometidos a nuevo refrendo. Son voces necesarias, pero no autorizadas para gestionar la violencia contra la democracia.

Decía Schopenhauer que

los primeros cuarenta años de la vida se dedican al texto y los treinta siguientes, al comentario.

El texto de nuestra democracia no puede seguir siendo el comentario permanente al texto de la dictadura; sería su paradójico triunfo final. Hay que dejar de utilizar el baúl de los recuerdos familiares como supuesto legitimador de terceras vías entre conjuntos de valores políticos contrarios, porque se cae en la deriva hacia la cárcel del pasado.

1 Comentarios:

Anonymous Anónimo escribió...

Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

11:49 p. m.  

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