11 de febrero de 2006

La caricatura de nuestro profeta y los cromos sagrados

He encontrado la caricatura simétrica de nuestro profeta. Su publicación en la prensa española no tuvo más repercusiones que la sonrisa generalizada y una tímida queja del Arzobispo de Barcelona, taifa de residencia del mimo encargado de ridiculizar la pasión del Dios reservado por la providencia a este cabo de Asia llamado Europa.
La leve protesta del mosén fue de oficio, sin ganas, sabedor de su papel ya residual en el juego de Occidente y consciente de que si se pasa en sus ayes no podrá doblar las esquinas con tranquilidad. O sea que nuestra Iglesia, mientras tanto, haciéndose la distraída, jugando al fútbol y silbando disimulos. Y no sucedió nada más digno de recordar; ni siquiera se reconoció la ocurrencia al titiritero. No se quemaron embajadas ni banderas (por cierto, muy sagradas las locales del actor)

Este episodio demuestra la diferencia de reacción entre Islam y cristianismo ante hechos equivalentes. La misma diferencia que hay entre el sentido de la libertad y el concepto de lo sagrado entre unos y otros. Eso sí, por estos lares –los de nuestro pionero en caricaturas- lo sagrado ha cambiado de cromos y hubiera sentado muy mal ridiculizar el santoral de ahora mismo: políticos, banderas y patrias chicas. Que también son Europa. Así, que no se diga, que en todas partes cuecen habas. Y en Montserrat, a calderadas. Amén.