7 de febrero de 2006

Occidente y Mahoma: Dios y las supersticiones

"Desde que el hombre ha dejado de creer en Dios, el problema no es ya que no crea en nada, sino que ahora se lo cree todo" (G.K. Chesterton)

Con la unánime reivindicación de las caricaturas de Mahoma, Occidente ha decretado por unanimidad la transferencia de Dios al Islam, en exclusiva y con aire displicente. A cambio nos quedamos las supersticiones y los tabúes, sin saberlo y a los que celebramos como avances sociales, propios de nuestra superior civilización.

Por fin Occidente suelta lastre y endosa definitivamente a Dios al Islam. Hemos sustituido a Dios por las supersticiones y al demonio por los tabúes (lista más abajo), lo que nos permite creernos más libres, más listos y superiores a los pueblos y culturas que calificamos –desde la insólita e ingenua atalaya de nuestra cultura y con suspiro de alivio- como atrasadas, que aún mantienen la religión y Dios como cemento y guía de su sociedad.

Vayamos por partes, al modo de Jack el Destripador:

1ª) Nada que objetar a la salida en tromba en defensa de la libertad de expresión: las caricaturas de Dios (hoy, en sí, una caricatura) son higiénicas porque refrescan la mente oxidada de corrección política e insuflan aire fresco en nuestros densos y acomodados refugios. El éxito de su difusión es una manifestación del arraigo y la salud de que disfruta la libertad de expresión en nuestro sancta-sanctorum occidental. Convertir a Dios en un chiste es igualarlo a nosotros, hacerlo humano. Por lo tanto, nada que objetar a la vana ilusión occidental que cree y confirma la muerte de Dios. Allá nosotros.

2ª) Pero la sospecha de tal operación santa y anti-sacra empieza por el rápido consenso, convertido en urgente unanimidad, logrado en torno a las caricaturas de Mahoma. ¡Por fin hemos identificado a un enemigo común –el Islam- que aglutine y reviva nuestra alicaída tribu! Nuestros oráculos -los medios de comunicación correctos y los personajes de opinión acrisolada y ejemplar- han corrido a defender la libertad de expresión que a diario cercenan. Espectáculo de vergüenza ajena.

Se va forjando un consenso para justificar futuras Cruzadas. El enemigo descubierto reúne todas las ingredientes que Occidente necesita para recuperar la unidad perdida por oposición a ellos, sin renunciar a nuestras cuidadas supersticiones (catálogo más abajo): fe religiosa arraigada en la población, importancia de la familia, marginación y opresión de la mujer, subdesarrollo económico, solidaridad social espontánea sin necesidad de que la organice y decrete el Estado, hospitalidad y tradición oral como vínculos sociales, etc.

Nuestro Adelantado en Oriente Próximo –Israel-, al que tanto debemos y pagamos con tierra y muertes musulmanas, nos reporta con fiel puntualidad terribles y continuas tropelías del Moro. La tribu europea recompone la pose y se sacude sus recientes orígenes y modo de vida. El Islam se queda como espejo de nuestras vergüenzas.

3ª) Nos quedamos con las supersticiones como suplentes del Dios titular transferido y como tabúes intocables:
  • la Patria Chica, elevada a la categoría de Nación.
  • la Paridad, que sustituye al mérito y esfuerzo personal, es decir, al libre albedrío.
  • la Igualdad, que hurta las diferencias entre individuos como signo de su identidad y motivo de atracción sexual y relación social.
  • La raza superior de las minorías étnicas y su derecho preferente al de la mayoría heterogénea.
  • La no discriminación, salvo la positiva a favor de los sectores sociales con lobbys para presionar. Con el resultado de la exclusión de la mayoría no organizada.
  • El Tabaco y las Drogas, pronto el Alcohol, como signos de atraso (hasta hace un suspiro, de relación social)
  • La Renta de Ciudadanía, como suplente del trabajo como opción personal de progreso.