7 de febrero de 2006

Ciudadanía para la educación.

Se mantienen en plena forma las dudas y sospechas sobre la asignatura de Educación para la Ciudadanía y su coincidencia de sentido y actualidad con Formación del Espíritu Nacional. Esta asignatura brilla como instalación de lo políticamente correcto en la escuela. Su objeto es aparentemente inocuo y benévolo: transmitir valores. Su objetivo: formar ciudadanos que cohesionen una sociedad. Los valores, per se, son inofensivos. Su modo de transmisión no, porque los sesgan hasta conseguir un mismo modo de pensar en los alumnos y futuros ciudadanos. Ciudadanos para el modo de pensar dominante como discurso del Estado.

Hay valores que organizan una:
  • sociedad tradicional: orden, autoridad, jerarquía, disciplina, respeto, mérito, capacidad… (que no cunda el pánico, ya llegan otros);
  • una sociedad democrática: libertad, participación, representación política, igualdad de derechos, presunción de inocencia;
  • una sociedad abierta: responsabilidad, trabajo, contribución, solidaridad, cooperación;
  • una sociedad uniforme y correcta: identidad, valores diferenciales, discriminación positiva (y negativa de la mayoría), no exclusión (de los nuevos, a costa de los viejos), presunción de culpabilidad (de los ya instalados), anti-racismo y aprendizaje de otras culturas (y olvido de la propia)
Y el relativismo: la diferente ponderación de cada valor, hasta hacerlos iguales entre si y, por tanto, anularlos. Y los valores diferenciales como gran hallazgo y justificante de la construcción y legitimación de privilegios. Esta perla: “Del valer hemos pasado al valor; de éste, a los valores; de aquí a la valoración y a su contrario el desprecio. Todo este campo léxico, con sus fuertes cargas semánticas, estaría muy bien si encima no se buscase de forma enfermiza que esos valores sean diferenciales. Aquí es donde lo que de entrada parece un juego inocente, acaba convirtiéndose en una fábrica de diferencias artificiales, y la escuela en el centro de formación en la conciencia de esas diferencias. Y ante esto uno piensa en la singular labor formativa de las ikastolas”.

Un ejemplo que propongo ya como primer ejercicio práctico del taller de la materia:

Valores: anti-racismo y aprendizaje y solidaridad con otras culturas.

Materiales para el ejercicio: Titular de El País Correcto: “Una niña gitana agredida…” (El País, 20 enero 2006) ¿Cabe pensar en el titular inverso? “Una niña gitana agrede...” No sin las protestas de rigor.2º titular de noticia: “Un hombre muere por disparos al atropellar a una niña…” El disparador y encubridores resultaron ser el padre y familia gitana de la niña, citado sólo en letra pequeña como “de etnia gitana”. Aquí la expresión “de etnia” tiene un aire comprensivo y casi exculpatorio.

Resultado: como siempre, especialmente visible en dictaduras con las distintas Formaciones de espíritus Nacionales, Educación para la Ciudadanía transmite el discurso dominante para modelar el pensamiento en formación de niños y adolescentes. Es espléndido ver cualquier reportaje televisivo que muestra a los alumnos dando respuestas idénticas, sin matices, a las preguntas del maestro en el Día de la Paz y la Solidaridad con los Pueblos del Mundo. Se consigue que tengan la misma opinión y que fabriquen futuros titulares periodísticos que pasan desapercibidos en su racismo inverso porque confortan nuestras ¿buenas, malas, indiferentes? conciencias.

Por lo tanto y puesto que se trata más de una educación para el pensamiento único, como destilado y génesis de la nueva Nación a ser posible, sería más propio llamarla Ciudadanía para la Educación. Así se desvelarían sus auténticas intenciones. En su contenido podría ser como la Enciclopedia Alvárez -“intuitiva, sintética y práctica”, puesto que se trata de recuperar –más que de rememorar- la uniformidad de la época de la Formación del Espíritu Nacional. Intuitiva, fabricando y transmitiendo sentimientos y, sobre todo hoy, resentimientos. Sintética, para ofrecer productos acabados y sencillos que sean más eficaces. Práctica, para asegurar su inmediata aplicación, para vulgarizar -“hacer vulgar o común algo”- y conseguir una ciudadanía clónica y no como marco y expresión de la libertad del individuo.

Uno de los resultados de tal “Ciudadanía para la Educación del Estado” sería el aumento de hinchas y clientes –nominales, no practicantes- de las ONGs en su doble versión, católicas y religiosas laica. Dos fundamentalismos angelicales que se dan las manos unidas y la razón a Rimbaud: el infierno está empedrado de buenas intenciones.Una visión del mundo –la bobalicona- que la minoría dominante está imponiendo a la economía, las costumbres y el modo de pensar. Hacia el pensamiento único.

No hay más que ver las series españolas de televisión: todos con flores a la nueva María. Transmiten y confirman esos valores de supuesta cooperación, solidaridad y ayuda al discapacitado, para presumir y practicar sólo en público, cuando el Gran Hermano te ve. Si vas camino de tu ONG y los vecinos no te ven, no pares ante el accidentado. Nadie lo sabrá y seguirás siendo moderno, con tu limpia credencial de bobo correcto.