Propósito del blog: el oficio público de escribir.
("Target with Plaster Casts", Jasper Johns )
Cuenta Cándido en sus Memorias Prohibidas cómo se hizo periodista al llegar a la redacción de diario ABC en los años 50. Se encontró con un ambiente de trabajo casi cuartelero donde imperaba la jerarquía más estricta en el Consejo de Redacción, una rigidez implacable en las relaciones laborales y una tecnología mediática reducida al plumín y tinta china. En este medio y a pesar de su condición de novel no se le dio más instrucción que asignarle la sección de la crónica municipal, en la que sustituía al maestro de periodistas Cesar González Ruano.
Y se le daba licencia de informar porque se le suponía el oficio de escribir en una época en la que la capacidad de redactar, la calidad de escritor para todo periodista y la deontología profesional eran condiciones del crédito que por entonces tenía la prensa. Eran valores sociales de uso: a la exigencia de conocimiento se le unía la ética que todo periodista debía ejercer al informar. Es decir, se escribía de oficio y con oficio.
Hoy la opinión pública es "ese gran compuesto de locura, debilidad, prejuicios, sentimientos negativos, sentimientos positivos, terquedad y sueltos de periódico" que define Robert Peel. Es decir, ruido, confusión y caricatura del buen escribir y mejor informar.
Con este blog quizás se contribuya inevitable pero no desgraciadamente a ese mercado saturado de voces públicas, aunque desde luego sin prisas informativas. Frente a esta tendencia implacable, el blog nace con la voluntad de sustraerse a la vieja diferencia entre el literato y el periodista: el análisis de la actualidad practicado con rigor, sosiego y oficio. Y nos lo exigimos nosotros mismos porque nos lo demandarán los lectores, pocos pero siempre cualificados.
El gran periodista Julio Camba recordaba que, entre las quejas y cartas críticas que recibía de sus lectores, le llegó un encendido elogio de un lector de Guadalajara, de modo que a partir de ese momento tuvo que aplicarse con esmero en su columna diaria. El empeño de este diario es no defraudar a nuestro lector de Guadalajara, sobre todo si no existe.
Desde estas premisas se informa (hechos), analiza (opinión) e intenta influir (acción) con el limitado eco que se nos supone. Público limitado pero no por ello clandestinidad y aún menos impunidad tentada por la falta de ojos críticos.
Los antiguos pensaban que la elocuencia y la claridad del pensamiento eran esenciales en estos debates públicos. En la actual sociedad de la información, cuya complejidad es inabarcable, el aumento exponencial del número e importancia de los mensajes y la multiplicación universal de noticias imponen seleccionar, analizar, subrayar y, en último término, orientar la atención del lector por la opinión personal. Entre autor y lector siempre hay un cruce de miradas y de intenciones que son mutua y sana influencia.
El antiguo ideal educativo del humanismo, tan basado en la amplitud de miras y la selección de informaciones y enseñanzas que hoy se le tacha de elitista y por tanto difícilmente realizable, pretendía fraguar en cada cual la capacidad de crearse una opinión personal a partir de la tradición y la experiencia; de lo que ahora se trata es de configurar una opinión pública, a través de los medios de comunicación.
Es en este viaje de la educación humanista a la sociedad de la información donde queremos estar, opinando y participando activamente en el debate social, sin el dinero ni el aburrimiento con los que certeramente identificó Schopenhauer a esta sociedad.
Y se le daba licencia de informar porque se le suponía el oficio de escribir en una época en la que la capacidad de redactar, la calidad de escritor para todo periodista y la deontología profesional eran condiciones del crédito que por entonces tenía la prensa. Eran valores sociales de uso: a la exigencia de conocimiento se le unía la ética que todo periodista debía ejercer al informar. Es decir, se escribía de oficio y con oficio.
Hoy la opinión pública es "ese gran compuesto de locura, debilidad, prejuicios, sentimientos negativos, sentimientos positivos, terquedad y sueltos de periódico" que define Robert Peel. Es decir, ruido, confusión y caricatura del buen escribir y mejor informar.
Con este blog quizás se contribuya inevitable pero no desgraciadamente a ese mercado saturado de voces públicas, aunque desde luego sin prisas informativas. Frente a esta tendencia implacable, el blog nace con la voluntad de sustraerse a la vieja diferencia entre el literato y el periodista: el análisis de la actualidad practicado con rigor, sosiego y oficio. Y nos lo exigimos nosotros mismos porque nos lo demandarán los lectores, pocos pero siempre cualificados.
El gran periodista Julio Camba recordaba que, entre las quejas y cartas críticas que recibía de sus lectores, le llegó un encendido elogio de un lector de Guadalajara, de modo que a partir de ese momento tuvo que aplicarse con esmero en su columna diaria. El empeño de este diario es no defraudar a nuestro lector de Guadalajara, sobre todo si no existe.
Desde estas premisas se informa (hechos), analiza (opinión) e intenta influir (acción) con el limitado eco que se nos supone. Público limitado pero no por ello clandestinidad y aún menos impunidad tentada por la falta de ojos críticos.
Los antiguos pensaban que la elocuencia y la claridad del pensamiento eran esenciales en estos debates públicos. En la actual sociedad de la información, cuya complejidad es inabarcable, el aumento exponencial del número e importancia de los mensajes y la multiplicación universal de noticias imponen seleccionar, analizar, subrayar y, en último término, orientar la atención del lector por la opinión personal. Entre autor y lector siempre hay un cruce de miradas y de intenciones que son mutua y sana influencia.
El antiguo ideal educativo del humanismo, tan basado en la amplitud de miras y la selección de informaciones y enseñanzas que hoy se le tacha de elitista y por tanto difícilmente realizable, pretendía fraguar en cada cual la capacidad de crearse una opinión personal a partir de la tradición y la experiencia; de lo que ahora se trata es de configurar una opinión pública, a través de los medios de comunicación.
Es en este viaje de la educación humanista a la sociedad de la información donde queremos estar, opinando y participando activamente en el debate social, sin el dinero ni el aburrimiento con los que certeramente identificó Schopenhauer a esta sociedad.
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