Periodismo natural
("Radium and Beauty," New York Tribune, Sunday November 10, 1918)
Hay un tipo de periodismo con vocación de catequesis, de creador de opiniones hegemónicas, que cuando ve en peligro sus dogmas recurre a la supuesta condición natural de los hechos que secuestró como opinión pública. Ese recurso a la naturaleza no es estación de término sino maniobra para modelarla a su gusto. La operación de salvamento de la naturaleza por el periodismo tiene como premio añadido capitalizar la opinión contraria a la creada en su momento, confirmando así la intención totalitaria del manipulador.
Este periodismo siempre utiliza la naturaleza y el pueblo como pruebas objetivas de lo irrefutable de su información, ocultando el clamor de opinión que destila. El periodismo natural camufla la opinión como categoría de hecho incontestable, necesario, útil, cuando el dogma que aquélla creó hace aguas.
Nucleares no y la ya larga molestia de Bush y Blair presidentes son dos viejos dogmas que El País de hoy quiere revertir en naturaleza para mostrar su capacidad de mutación y mantener su propiedad. Necesidad adornada como utilidad en el caso de las centrales nucleares y fatalidad democrática de la reelección de Bush y Blair a la que el pueblo ajusta las cuentas.
Energía y democracia son los hechos que hay que rescatar de la naturaleza cuando se desvían para devolvérselos al pueblo, lo que es tarea del intérprete:
“Nucleares no, pero... ¿hay alternativa?” A la angustia que al lector socialdemócrata le producen las nucleares su diario de salón le ofrece la tranquilidad dominical de conciencia presentándose él mismo como alternativa a posturas ofrecidas como extremas y residuales: “¿Deben cerrarse las ocho nucleares que funcionan en España, como reclaman los ecologistas, o debe prolongarse su funcionamiento más allá de los 40 años de vida útil y abordar la posibilidad de construir nuevas plantas, como sostiene el Foro Nuclear?”
Ese fallo de la naturaleza que fue la reelección de Bush es ahora corregido por el pueblo, salvador de catástrofes: “George W. Bush se derrumba en caída libre.” La asociación del batacazo con el cataclismo: “Su debilidad, cuya tendencia arrancó con el huracán Katrina...” Y la venganza del pueblo por la ignominia moral de los presidentes enemigos: “El artífice de la guerra de Irak, el presidente de EE UU, George W. Bush, y su principal aliado, el primer ministro británico, Tony Blair, atraviesan uno de los peores momentos de sus carreras políticas. ¿Se puede caer más bajo? Siempre es posible, pero no es fácil que George W. Bush tenga menos del 29% de respaldo que esta semana le da el sondeo de The Wall Street Journal. ¿O el presidente menguante no tiene límites?”
¿Se puede caer más bajo? Siempre es posible y el periodismo menguante tiene escuela para emprender este camino con garantías de éxito: El precedente del chapapote y el patrocinio político del movimiento de liberación natural ‘Nunca mais’ nos enseñaron cómo la gestión periodística de la naturaleza es rentable políticamente.
Del mismo modo que el derecho natural basa la justicia social en el derecho de propiedad, el periodismo natural legitima su opinión y su vocación hegemónica presentando los hechos como naturaleza a someter y rendir en nombre de su acólito, el pueblo. La opinión como naturaleza, cuyo derecho de propiedad gestiona el diario independiente de la mañana en concesión vitalicia del pueblo.
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