Siguiendo el destino
(Aurélien Domergue, ADN ART. 1980)
Hay muchas maneras de celebrar lo que significa el éxito de Ciutadans, digamos que un revulsivo de razón en la uniforme estepa que habitamos. Una de ellas, de las más gratas, es el siguiente cuento, colaboración especial de 'El Xiquet de Columbretes'. Procedente de El Quício de la Mancebía).
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Sé lo que es sentir la emoción en el estreno de mi adolescencia al descubrir la fuerza que propaga la mujer cuando todavía es una niña. Penetrar en lo más buscado y profundo del sexo antípoda, cuando aún no había cumplido la edad responsable, y degustarlo, recreándome en los gestos y muecas; placenteros rostros brillantes y flexibles. Huir de la realidad más cercana y aventurarme, solo y haciendo dedo, a descubrir a las mujeres de una Europa enfrentada que, en su coto caliente, exponía una hilera de satélites que ignoraba y tenía prohibido pisar.
Soñé con un amor en Paris; reflotar mis sentidos con unos pechos generosos sobre la calmada agua veneciana; encontrar la mirada cautivadora de alguna joven entusiasmada con mis atributos, en las calas nudistas yugoslavas; bailar seducido en Viena; formar parte de un triple corazón en Hamburgo; ... ¡Fueron tantas cosas que nunca se hicieron realidad...!
Sin embargo, el futuro, para compensarme, me tenía preparado otras vivencias agradables como: encontrarme rodeado de finlandesas en mi propia tienda de campaña, dispuestas a todo, cuando yo sólo pretendía resguardarlas de una tormenta; despertarme boquiabierto a media noche sobre el césped de la "Plaza dei Mirácoli", en Pisa, abrazado por una atrevida y apetitosa italiana; mimar, disimulando, unas espectaculares piernas, aunque velludas, bajo una mantelería de fiesta en las frías montañas turcas; o demostrar que era bueno intimando con un cuerpo dulce, peligrosamente tierno, en las arenas cálidas del mar Negro.
Está claro que lo anhelado nunca se cumple; por el contrario, siempre acabas haciendo lo que no te planteas. Así aprendí lo que es la vida. No conviene, pues, hacerse proyectos de futuro; hay que dejarse llevar por los acontecimientos y saber esperar, seguro de que siempre llega algo insospechado, tu ocasión. Y eso se llama destino.
Ha pasado el tiempo y sigo en mis trece: las mujeres. La edad perdona ya pocos excesos, y sin embargo, necesito de ellos como un chiquillo. Demando una locura de amor ¡ya¡, satisfacer mis envejecidos sentimientos, de forma que espero que me suceda algo bueno en cualquier momento. No debo de inquietarme buscándolo. El camino es la abstención. Ya vendrá por sí sólo. Tengo que relegar mis necesidades y saber esperar con la mente limpia, casi en blanco.
Los días trascurren aburridos y me niego a pensar en mi esperado deseo. Hoy, el tiempo es frío y ventoso, no debería de haber salido de casa, pero lo he hecho e inesperadamente una racha violenta me obliga a refugiarme en una bar próximo. Mientras tomo algo caliente se me acerca una muchacha dispuesta a conversar. Tiene cara, y es bonita, y también cuerpo, cuerpo despejado, de moda joven, que mostrándose hasta los límites de lo oculto, que es poco, se encarga de recordarme los sueños que arrastro y no quiero soñar. Y me dejo llevar por el momento y hablamos de nuestras cosas tan dispares, de nuestros mundos tan desiguales, de nuestras experiencias tan distantes...
Luego, en mi casa, mágicamente, sin trueque, se manifiesta el esfuerzo de los corazones por hacer temblar los cuerpos y... lo consiguen.
Me despierto sosegado, con una pasión saturada de juventud que está a mi lado y la miro, y me mira. Y mostrándome sonriendo, el preservativo consumido y anudado, como bolsa de brillantes; confiesa su niñez y me demanda dinero y más dinero, bajo la amenaza de la denuncia.
Mi experiencia se ha demostrado inútil para evitar verme engañado, asustado y más pobre. Y todo por culpa del ADN. En mis tiempos estas cosas no sucedían. ¡Maldito destino! Ya no es como el de antes.
(El Xiquet de Columbretes (2006). Todos los derechos reservados)
Soñé con un amor en Paris; reflotar mis sentidos con unos pechos generosos sobre la calmada agua veneciana; encontrar la mirada cautivadora de alguna joven entusiasmada con mis atributos, en las calas nudistas yugoslavas; bailar seducido en Viena; formar parte de un triple corazón en Hamburgo; ... ¡Fueron tantas cosas que nunca se hicieron realidad...!
Sin embargo, el futuro, para compensarme, me tenía preparado otras vivencias agradables como: encontrarme rodeado de finlandesas en mi propia tienda de campaña, dispuestas a todo, cuando yo sólo pretendía resguardarlas de una tormenta; despertarme boquiabierto a media noche sobre el césped de la "Plaza dei Mirácoli", en Pisa, abrazado por una atrevida y apetitosa italiana; mimar, disimulando, unas espectaculares piernas, aunque velludas, bajo una mantelería de fiesta en las frías montañas turcas; o demostrar que era bueno intimando con un cuerpo dulce, peligrosamente tierno, en las arenas cálidas del mar Negro.
Está claro que lo anhelado nunca se cumple; por el contrario, siempre acabas haciendo lo que no te planteas. Así aprendí lo que es la vida. No conviene, pues, hacerse proyectos de futuro; hay que dejarse llevar por los acontecimientos y saber esperar, seguro de que siempre llega algo insospechado, tu ocasión. Y eso se llama destino.
Ha pasado el tiempo y sigo en mis trece: las mujeres. La edad perdona ya pocos excesos, y sin embargo, necesito de ellos como un chiquillo. Demando una locura de amor ¡ya¡, satisfacer mis envejecidos sentimientos, de forma que espero que me suceda algo bueno en cualquier momento. No debo de inquietarme buscándolo. El camino es la abstención. Ya vendrá por sí sólo. Tengo que relegar mis necesidades y saber esperar con la mente limpia, casi en blanco.
Los días trascurren aburridos y me niego a pensar en mi esperado deseo. Hoy, el tiempo es frío y ventoso, no debería de haber salido de casa, pero lo he hecho e inesperadamente una racha violenta me obliga a refugiarme en una bar próximo. Mientras tomo algo caliente se me acerca una muchacha dispuesta a conversar. Tiene cara, y es bonita, y también cuerpo, cuerpo despejado, de moda joven, que mostrándose hasta los límites de lo oculto, que es poco, se encarga de recordarme los sueños que arrastro y no quiero soñar. Y me dejo llevar por el momento y hablamos de nuestras cosas tan dispares, de nuestros mundos tan desiguales, de nuestras experiencias tan distantes...
Luego, en mi casa, mágicamente, sin trueque, se manifiesta el esfuerzo de los corazones por hacer temblar los cuerpos y... lo consiguen.
Me despierto sosegado, con una pasión saturada de juventud que está a mi lado y la miro, y me mira. Y mostrándome sonriendo, el preservativo consumido y anudado, como bolsa de brillantes; confiesa su niñez y me demanda dinero y más dinero, bajo la amenaza de la denuncia.
Mi experiencia se ha demostrado inútil para evitar verme engañado, asustado y más pobre. Y todo por culpa del ADN. En mis tiempos estas cosas no sucedían. ¡Maldito destino! Ya no es como el de antes.
(El Xiquet de Columbretes (2006). Todos los derechos reservados)
7 Comentarios:
Muy bueno. Mi felicitación.
me gusto bastante, creo sin embargo que maltratas la palabra amor... el amor es, caray, parece una palabra inalcanzable, un sueño endiosado, amor, amor... aunque plenamente de acuerdo: no conviene pues, hacerse proyectos de futuro... no conviene.
Xiquet:
Una hermosa reivindicación de la vida como impulso permanente a través del sexo contrario.
La fuerza de la vida y la del amor se unen como dos manifestaciones de lo mismo: el secreto motivo por el que estamos y deambulamos por aquí. Cuyo sentido racional se escapa con frecuencia terca que deja campo libre a las pulsiones más básicas. Para bien y para mal, por supuesto, pero sin renuncia posible a la naturaleza... más que el engaño personal de ignorarla.
Un abrazo, Bartleby.
Me ha encantado la forma de relatar la historia. Me parece un acierto. Entra pausadamente, de la mano de sueños básicos, humanos. Enhorabuena.
Un placer servirte de cava en la puesta de largo de Ciutadans. Ahora se inicia el verdadero tiempo de la crítica y defensa. Espero que se haga bien para seguir creciendo.
Un abrazo.
Muy intimista y provocador.
Me encantó su disfrute.
¿Los cuentos de quien son?
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