Un reportaje no hace periodismo
Tiene razón el periódico al decir que un caso no hace estadística. Tanta como que este reportaje no hace periodismo pero sí lastra y engorda a ese animal inerte y pesado llamado opinión pública. Sobre todo cuando el titular es tan ficticio que resulta irrefutable con datos reales: El enfermo mental no es más violento que el sano. La tesis es la consigna dominante para la salud mental en las sociedades occidentales desde el advenimiento de la antipsiquiatría: Los expertos prefieren al enfermo libre y bajo tratamiento, con un epílogo muy actual de sociedad enferma y atención personalizada... pero faltan psiquiatras. Al cierre del manicomio como institución sucedió el cierre de la lógica como razón práctica: faltan recursos para proporcionar esa atención [al enfermo mental], [pero] nadie dirá que el de Murcia es atribuible a los pocos medios. ¿Qué pasó entonces, descontando la consabida culpa social (fuenteovejuna) del crimen? "Además de enfermo mental, Carotenuto es toxicómano, y eso hace que su comportamiento sea mucho más impredecible", declara el subdirector general de Salud Mental de Murcia. Con la droga, harina de similar opinión pública, hemos excusado la política de inhibición oficial ante la salud mental: prohibido internar (el 86% de los enfermos mentales viven y están al cuidado de sus familias).
Que un caso no haga estadística quiere decir que no hace política; por eso las decenas de mujeres (madres cuidadoras de hijos esquizofrénicos, en su mayoría) víctimas de estos enfermos mentales pacifistas tampoco la hacen porque no existen, ya muertas o anónimas. Incluso su número diluye el drama sensacionalista del caso aislado de la decapitada de Santomera. Porque no es cuestión de qué número de víctimas hace verano legislativo sino del lugar que ese tipo de violencia ocupa en el rígido escalafón dictado por la opinión dominante. Y aquí sí entra bajo palio el periodismo como apuntador de esa opinión y El País de hoy como demiurgo de violencias. Lo hace al elevar una violencia menor que la decapitación a mayor en penalidad social: Cuatro años sin ver a su hija por haberla pegado. Y ratifica esa jerarquía inversa de violencias al cambiar las noticias-opiniones de sección oportunamente, desde la nueva y canónica Vida&artes, donde aparece el reportaje que exime al enfermo mental de culpa, a la clásica de Sociedad, donde sólo se reseña pudorosa y resignadamente la pena impuesta por dar cuatro bofetadas a su hija. Sobre El periódico y la influencia escribe también hoy, con su habitual precisión, Arcadi Espada.
El riguroso orden interno de la violencia punible fijado por el valor social que la opinión pública atribuye a cada una de sus formas se confirma en el mismo periódico del día por el artículo de opinión de Antonio Elorza: La igualdad y el poder, a propósito del feminicidio del nuevo gobierno: “No era un secreto el limitado acceso de la mujer a puestos de responsabilidad. A ritmos desiguales todo esto ha cambiado y la explosión de la violencia de género tiene mucho que ver con ello. Cabe pensar que sólo cuando la situación de igualdad de género sea plenamente establecida y asumida podrá alcanzarse la normalización en las relaciones entre los sexos. La opción del Gobierno favorece esa orientación”. Explosión de la violencia de género que por supuesto no tiene contrastación estadística posible al carecerse de datos homogéneos en series históricas y al ignorar que España tiene un índice per capita bajo-medio de ese tipo de violencia en Europa. Al final resulta que el periodista se equivoca cuando hace de metrónomo social, invirtiendo Pesos y Medidas de violencia.
Que un caso no haga estadística quiere decir que no hace política; por eso las decenas de mujeres (madres cuidadoras de hijos esquizofrénicos, en su mayoría) víctimas de estos enfermos mentales pacifistas tampoco la hacen porque no existen, ya muertas o anónimas. Incluso su número diluye el drama sensacionalista del caso aislado de la decapitada de Santomera. Porque no es cuestión de qué número de víctimas hace verano legislativo sino del lugar que ese tipo de violencia ocupa en el rígido escalafón dictado por la opinión dominante. Y aquí sí entra bajo palio el periodismo como apuntador de esa opinión y El País de hoy como demiurgo de violencias. Lo hace al elevar una violencia menor que la decapitación a mayor en penalidad social: Cuatro años sin ver a su hija por haberla pegado. Y ratifica esa jerarquía inversa de violencias al cambiar las noticias-opiniones de sección oportunamente, desde la nueva y canónica Vida&artes, donde aparece el reportaje que exime al enfermo mental de culpa, a la clásica de Sociedad, donde sólo se reseña pudorosa y resignadamente la pena impuesta por dar cuatro bofetadas a su hija. Sobre El periódico y la influencia escribe también hoy, con su habitual precisión, Arcadi Espada.
El riguroso orden interno de la violencia punible fijado por el valor social que la opinión pública atribuye a cada una de sus formas se confirma en el mismo periódico del día por el artículo de opinión de Antonio Elorza: La igualdad y el poder, a propósito del feminicidio del nuevo gobierno: “No era un secreto el limitado acceso de la mujer a puestos de responsabilidad. A ritmos desiguales todo esto ha cambiado y la explosión de la violencia de género tiene mucho que ver con ello. Cabe pensar que sólo cuando la situación de igualdad de género sea plenamente establecida y asumida podrá alcanzarse la normalización en las relaciones entre los sexos. La opción del Gobierno favorece esa orientación”. Explosión de la violencia de género que por supuesto no tiene contrastación estadística posible al carecerse de datos homogéneos en series históricas y al ignorar que España tiene un índice per capita bajo-medio de ese tipo de violencia en Europa. Al final resulta que el periodista se equivoca cuando hace de metrónomo social, invirtiendo Pesos y Medidas de violencia.
(Raymond Depardon: fragmento del documental sobre el Hospital psiquiátrico de San Clemente, 1980)
Etiquetas: Periodismo
3 Comentarios:
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Bart:
Para el fomento de la lectura alguien iluminado, privado o institucional, solicita a personas de varia condición y pelaje que, por escrito, aconsejen -¡Oh, Sant Jordi!- sobre algún libro para engatusar a veinteañer@s o treintañer@s, que cada vez compran menos ejemplares.
Este año me han capturado, por intermediación de la becaria, y no he tenido más remedio que satisfacer la petición y he remedado, con dudosa eficacia comercial me temo, una recomendación, ya que después de todo me he dicho que un libro (o una steiniana rosa) es un libro es un libro...
[Con este prólogo y copiando el texto antedicho de mi blog, ya tiene una portada para editar en el NJ]
Eso es lo que suele pasar cuando se mezclan churras con merinas... o se aplica un mecanicismo que no tiene que ver con la complejidad de nuestro mundo actual... Un saludo... pau Llanes
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