5 de diciembre de 2007

Liberalismo

El paso del liberalismo por la vida pública española ha sido tan discreto en lo social como mendicante en lo político, siempre rechazado como seña de identidad por partidos grandes y pequeños pero utilizado como tarjeta de visita de fortuna. Y, desde luego, rechazado con contundencia como marca electoral. Como si fuera un personaje en busca de autor en una época de crisis de teatro, su influencia real en la política es la misma que la del limbo en la doctrina actual de la Iglesia católica.

(Robert Frank: Trolley, New Orleans, c. 1955)


Entre los muchos ingredientes que definen al liberalismo (político, por supuesto) hay que destacar una antigualla como el principio de responsabilidad. Es decir, ese rasgo distintivo que es la autonomía del individuo en la toma de decisiones sobre los asuntos que le afectan y la asunción de las consecuencias de sus actos. La oferta electoral de los partidos políticos españoles es, precisamente, un concurso para la exención de esa responsabilidad: rebajas fiscales y subvenciones al negocio y al ocio. Bicoca muy querida por el público, al cual no le importa que el efecto sea una mayor presión fiscal vía tributos impersonales y regresivos (tasas e impuestos indirectos) y una menor libertad derivada de un estrecho margen de maniobra en su oficio o afición. El respetable aprecia la sensación de prosperidad que tiene al comprar esa oferta mediante el voto. Y rehuye la responsabilidad, que sería la contrapartida que se la garantizase, incluso en culturas y religiones donde fue valor de arraigo hasta hace un suspiro: “Hicimos una encuesta no hace mucho para saber si a los ciudadanos les parecía bien cogerse la baja por enfermedad sin estar enfermos, y el 60% de los encuestados dijo que sí” (Assar Lindbeck). El Estado-subsidio se maquilla como Estado del bienestar para una representación que el liberalismo contempla como una vieja dama sin alivio de luto en palco de media vista.


Y aquí viene la primera paradoja, porque alguien que sabía del asunto, como George Santayana, decía que el liberalismo moderno aspira a conseguir libertad y prosperidad juntamente, frente a los antiguos, para los que eran difícilmente compatibles. Sin embargo, la prosperidad genera unas servidumbres contrarias a la libertad: “(...) la prosperidad exige desigualdad de funciones y crea desigualdad de fortunas, de suerte que el mucho trabajo y la mucha riqueza matan la libertad individual” (G. Santayana, Diálogos en el limbo, Losada, ed. 1960). Pero esa contradicción entre prosperidad y libertad es sólo aparente. La desigualdad de fortunas es un indicio razonable de éxito del liberalismo, pues es el resultado normal de los distintos esfuerzos, talentos y ambiciones de los ciudadanos, suponiendo el libre e igual acceso a la producción de riqueza, por seguir refiriéndonos a los países democráticos. [Y prescindiendo de cualquier naturaleza o destino social de la riqueza o de ese mantra compasivo cuando no interesado que es la redistribución de la susodicha]. Así que esa restricción a la libertad sólo puede proceder de la sociedad del dinero y el aburrimiento que Schopenhauer nos pronosticó con acierto. No serían tanto la desigualdad ni la especialización los obstáculos a la realización de la libertad política como la dedicación exclusiva y común al becerro de oro, en forma de trabajo y fortuna hasta mediados del siglo XX, o a los corderos de plata del ocio y la indiferencia en la actualidad. Dejar de aspirar a ser dueño de sí, de su tiempo y su destino sería para Santayana una enajenación que exilia la libertad del individuo, concepto que comparte involuntariamente con Marx y con Chaplin en Tiempos Modernos.


Para salir del atolladero y frente a la prosperidad como señal equívoca de libertad, surge el progreso como momento histórico más propicio al liberalismo: “Quizás lo que el liberalismo aspira a unir con la libertad no es tanto la prosperidad como el progreso. Progreso significa un cambio continuo hacia lo mejor, y es evidente que la libertad facilitará el progreso en todas aquellas cosas –la poesía, por ejemplo- que un hombre puede realizar sin ayuda ni intervención de otros hombres; pero donde la ayuda es exigida y la intervención probable, como en la política, la libertad lleva al progreso en la medida en que la gente quiera seguir espontánea y unánimemente la misma dirección. Ahora bien, ¿cuál es la dirección que los liberales identifican con la del progreso mismo? Para el liberal puro, el progreso debe continuar en la dirección del siglo XIX: grandes números, complejidad material, uniformidad moral e interdependencia económica” (Santayana, Diálogos). La secularización que abre la vía al progreso material no evita esa preocupante comunión de gente alegre y espontánea en dirección a la utopía. Para resolver la contradicción hay que descartar la imposición por parte del liberalismo de cualquier patrón moral que fíe la felicidad a la virtud, porque eso supondría “(...) abandonar el liberalismo y predicar la doctrina clásica de que el bien no radica en la libertad, sino en la sabiduría.” (el mismo, idem).


(Robert Frank: de la misma serie, The Americans, 1955)


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La segunda paradoja del liberalismo es la que se produce entre libertad y democracia. El liberalismo que dominó el siglo XIX significaba sobre todo libertad personal sin frenos públicos a su desarrollo, libertad como derecho y –traído por John Stuart Mill (Sobre la libertad, 1859)- rechazo a la tiranía de la mayoría sobre el individuo o la minoría, riesgo propio de la democracia moderna. Mill avisaba sobre los peligros del nuevo poder, el del pueblo: “La única razón por la que es posible ejercer legítimamente el poder sobre cualquier miembro de una comunidad civilizada en contra de su voluntad es para impedir que éste dañe a otros. Su propio bien, ya sea físico o moral, no es motivo suficiente para ello.


Estaba hablando de las muchas formas de coacción, entre ellas la intelectual, que son propias de las democracias populares. Y enlaza con la sabiduría como guía moral y azote de la libertad: “No es legítimo obligarle a hacer algo o abstenerse de hacerlo con la idea de que ello sería lo mejor para él o lo haría más feliz o porque, en opinión de otros, actuar así sería sabio o incluso correcto(Sobre la libertad). Cuando la virtud y la sabiduría dejaron de estar lejos, quitándoselas a Dios, pasaron a ser vecinos paradójicos y gendarmes de la libertad.


(Publicado en Nickjournal 27 nov. 07)


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11 Comentarios:

Blogger bonhamled escribió...

Muy interesante y profundo.

Lo apunto porque merece la pena leerse más.

7:49 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

La Verdad Bartleby es que tu artículo me gusta. Soy admirador de Schopenhauer y he leído algo de Jorge-no George- Santayana.
La crítica a la sociedad burguesa -Parerga- y las ideas de democratismo, vulgaridad, seguridad, violencia y modernidad creo que la reflejas muy bien.
Como escribía Arthur: " La vida es un negocio que no cubre gastos."

Enhorabuena.

6:29 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

BON DIA, BART:

He deixat passar els dies per a veure què deixaven els seus lectors. Hi veig una manca d'entusiasme pel liberalisme. A mi m'ha semblant, com em passa amb les lectures seues: brillant i compacte. En aquest cas, massa compacte per a ser liberal, diria. I també abstracte, per això si baixem a posar el peu en terra faré uns suggeriments. El liberalisme en España, jo crec que sí està repartit. Hi ha una bona part dins del PP. Copnsidere Rato un bon exponent, però va tindre mala sort de coincidir amb algú que no ho és gens. Recorde al sr. Garrigues-Walker, i Satrustegi. Possiblement hi eren en unt emps en què l'estalinisme decadent ho cobria tot. I els hi embolcallaven amb sols una tela economicista. però, crec, que hi havia molt més. També crec, que va molt lligat a societats que hi han hagut d'alçar-se des de baix. Amb revolució industrial "pesant", on sí reflecteixen una certa tradició: Anglaterra, Gal·les, Holanda, etc. Avui, però, el liberalisme, entès com a "doctrina" oberta està més viva que mai. Els concepes d'industrialització avn molt aparellats amb el coneixement, i no cal tindre grans indústries. Com passa amb California, Japó i Corea del Sud. Que tenen una llarga tradició assumida d'autoexigència i responsabilitat. Disent un poc en la part de Ch. Chaplin, en quant que ell, el que denuncia en Temps moderns és la manca de temps, supose per a un mateix, i ací apareix tgfot un ventall de possibilitats. Preisament, ell, un jueu, al que la tradició els impudlsa a no fer treball manual. Sinó intel·lectual. Com a gran camí vers Ítaca (el camí és la meta). Hi he vist també en el PNBasc, però crec que la gruixuda manta que tapa la informació mediatizada pels medis de comunicació sols carrega la informació en la vessant "nacional" ocultant la silureta i inclús el fondo de la dita formació. En la meua societat també passa una cosa pareguda: pense en Perelló Morales, Noguera de Roig, Villalonga, Ximo Muñoz Peirats, Paco Burguera, CiU, UM, etc. I pense, amb una dada que molta de la gent desconeix: els dos nuclis durs d'ERC provenen, un del liberalisme i l'altre de l'anarquisme. Pense vosté que és una formació que té una definició de base no marxista, cosa estranya en un partit, dit, d'esquerra. que la premsa española confon immediatament. Sí que cal advertir que en els darrers temps hi ha hagut una "infiltració" marxista provinent de base independista. Però, aquest és un altre tema que no ve al cas.La formació de quadres dirigents, no li ha d'estranyar que es faça a USA, òbviament en centres molt diferents que els del sr. Aznar. Faltaria més ! Sortosament encara hi ha classes.

Cordialment. I gràcies per l'article.

PS: Shopenhauer és molt trist, no creu?

2:31 a. m.  
Blogger Dragut escribió...

Querido Bart:

Bien sabe que no soy liberal-stalinista como usted, pero que sí defiendo que a España le vendría como cuchilla al callo una pasadita intensa por el liberalismo, sobre todo el político. Sólo de este modo conseguiremos sustituir la maldita culpa católica, que tanto permite escudarse en la ficción de ser víctima para ser verdugo, por la responsabilidad y el empeño de mejora. Pero, ¡ay!, hace ya casi dos siglos el francés nos traicionó perdiendo una guerra contra la burricie.

Nada hay más intensamente antiliberal que la tierra carpetovetónica. Por eso, el socialismo/carlismo actual no es más que la reedición de la Falange franquista -que no la joseantoniana- o del falso liberalismo de burgos podridos y pucherazo de la restauración decimonónica.

La libertad comporta asumir la responsabilidad y, por desgracia, aquí se lleva poco esto último.

Me ha gustado su artículo. Me adhiero.

(¡Joder, cada día es más difícil no abjurar de la socialdemocracia en este lodazal!)

6:07 a. m.  
Blogger Sr. Verle escribió...

Bart:
http://queremosverle.blogspot.com/

7:26 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Hola Bartleby, muy buen artículo, me encanta cómo está escrito, me refiero al lenguaje, incluída la estructura y el desarrollo del tema. Ideas buenas aunque ligeramente manidas, lo que no quiere decir que esté en desacuerdo. Me gusta lo de la responsabilidad, me aburre soberanamente ver las huelgas de pilotos de avión, por ejemplo, para pedir aumento de sueldo cuando cobran ya un pastón exagerado y en nada que ver con los salarios de otras personas cuyo trabajo es mucho más duro. Me aburren también las manifestaciones para pedir - exigir - algo por lo que deberían en realidad estar dando gracias - de rodillas! - de que funcione cuando funciona. La gente considera los extras como básicos y no hacen más que pedir, como crías de pajarillo hambrientas e inútiles; gente que, en la mayoría de los casos, no sería capaz de levantar el dedo meñique para aportar algo a alguien que de verdad lo necesite. Se ha perdido totalmente el valor, el ideal, de mantenerse recto como un árbol ante las circunstancias adversas, comprometido con el grupo, con lo social a la vez que consigo mismo. En España el ideal soñado es el de ser el "dioni", un supuesto "listillo" en el que curiosamente se proyectan las ansias y sueños frustrados de una mayoría harta, hay que decirlo, de ser explotada sin reconocimiento alguno y lo que es peor, sin necesidad alguna, ya, de ese reconocimiento; ávida tan sólo de vivir cómodamente.
De todos modos, creo que la realidad siempre cae, desbordando, fuera de las palabras que intentan, absurdamente y con la batalla perdida de antemano, asirla. Por ejemplo, lo de no obligar a nadie por su propio bien... No se puede negar que hay personas más capaces que otras y dejar que el de al lado cometa un error irreparable no sería muy justo, no es normal que algo afecte sólo a la persona que lo emprenda/e pues estamos íntimamente interrelacionados. Si aceptamos que un padre pueda guiar a sus hijos, deberíamos aceptar que unas personas puedan guiar a otras. Lo que pasa es que actualmente, dentro de la democracia, esto se rechaza porque va contra la idea básica de la organización social en que estamos metidos y produciría un cambio drástico, con mucho, demasiado, gasto de energía... Va contra las ideas de mayoría y de igualdad, aunque sabemos ya que la igualdad no es cierta, aunque esto último suene autoritario o prepotente y produzca rechazo. No es cierta la igualdad. Debería serlo de derechos en todo caso y esta idea sí está basada en la compasión, si no fuera así nos convertiríamos en ¿animales luchando y siguiendo las normas de la naturaleza y del más fuerte?... pero la compasión también es natural en el hombre y su deseo de justicia está profundamente arraigado en su alma, desde la infancia misma, incluso diría que más aún en la infancia. El gobierno por la mayoría va contra la lógica de que los más inteligentes, así como los más estúpidos, son minoría, son extremos. Decir cualquier cosa en contra de la democracia puede sonar y suena a regresar a autoritarismos y abusos, me retrotrae a épocas medievales. A pesar de todo, parece ser que la democracia produce un mayor bienestar general que otros sistemas o eso dicen. Es posible.

2:53 p. m.  
Blogger Bartleby escribió...

Sr. Verle: Felicidades por su estrenar blog, que es como un plató esperando sus numerosos guíones. Pero no se puede participar haciendo comentarios (¿?)
Dice, hablando de la despedida, que el abrazo diario tiene brisa de molusco. Y tacto, ese tacto viscoso que hace resbaladizo en un instante lo vivido.

7:35 p. m.  
Blogger Bartleby escribió...

Sr. Blesa:
Yendo por partes, como las que fundaron Esquerra Republicana:
1. Quizá (cautela previa) la diferencia entre el liberalismo y el anarquismo radique en la propiedad, que es forzosa matriz de la libertad en una sociedad moderna en tanto que vehículo de responsabilidad y relación social. Fíjese cómo las fórmulas de propiedad o gestión colectivas fracasan o son minoritarias en España. Aunque va por barrios, con un mayor éxito en País Vasco, por la influencia de las tradiciones en la forma de organizarse como comunidad.
2. Sí, Schopenhauer es triste. Y lúcido, que a veces va unido.
Gracias, como siempre, por su generosa opinión

7:48 p. m.  
Blogger Bartleby escribió...

Dragut:
En resumen, que dos de las herencias de la Restauración, oligarquías políticas y territoriales (caciques) siguen plenamente vigentes.
La mejora de las carreteras, la alimentación y el mestizaje parece que sólo han servido, al cabo de un siglo, para que se haga realidad el viejo sueño del cacique: lejos (en el centro) el poder nominal y cerca la pleitesía en forma de nación.
Saludos desde tierras moderadamente carlistas. Siempre moderadamente, es decir, con casi nula capacidad de rebelión.

7:56 p. m.  
Blogger Sr. Verle escribió...

Bart: Los comentarios para publicar en mi blog por el e-mail adjunto.

1:16 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

preberite celoten blog, kar dober

2:30 a. m.  

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