Víctimas del terrorismo
La foto de portada de El País de hoy es un poema doble, por la toma y por la cara que retrata. Aparece Pilar Manjón llorosa, como siempre, con un sólido aire de reproche a todos nosotros. Y lo confirma diciendo: “Acabaremos siendo como los de la colza. Tendremos que escuchar un día la frase ‘¿pero siguen éstos de los trenes?’ Bueno, pues hay que seguir. Estaremos aquí como testigos vivientes del horror”
Anticipa el olvido al que están destinadas las víctimas y nos endosa la hipoteca del recuerdo vivo sin fecha de vencimiento. Nos gira las letras con un cargo insostenible: su dolor. Pero su dolor es personal e intransferible. En cuanto lo exporta no sabemos qué hacer con él; no podemos acogerlo, subvencionarlo, gestionarlo a dosis discretas, ponerle cara de locutor compungido de telediario.
No nos deja elección: hay que recordarle que las víctimas somos todos. Se nos reconoce como tales, se compensa en lo debido a quien corresponda y a otra cosa. El verdugo, el verdugo y sus gestores son la cuestión.
Mantener el foco sobre las víctimas físicas (las directas somos todos) va ampliando el espacio público de los verdugos, con tal de huir de esa parálisis a la que Pilar nos quiere condenar: “testigos vivientes del horror”.
Los testigos vivientes del horror son quienes lo causaron y quienes lo administran desde los artilugios institucionales.
("Pulpo sobre fondo amarillo", M. Barceló)
La colza: No, las víctimas no son un bichito al que derribar de la mesa con un manotazo pero tampoco una estampa a colocar en el aparador.
La colza: No, las víctimas no son un bichito al que derribar de la mesa con un manotazo pero tampoco una estampa a colocar en el aparador.
Y continúa: “Ahora gobierna un partido político. Dentro de unos años gobernará otro. ¿Crees que una amputada dejará de necesitar la prótesis?” Sí, cuanto antes, ya con urgencia, para que esa prótesis no sea el escaparate público de la herida, para que pueda recuperar su condición de individuo entero y autónomo, sin más aniversario que su propio cumpleaños. De las prótesis se encarga la seguridad social.
Pero también el glosador quiere contribuir a la memoria viva con su editorial: “Un aniversario… [que] debería ser objeto sobre todo para el recuerdo de las víctimas (…) antes que para la exhibición de la división partidista” Deseo pacificador de equilibrio inestable que enseguida cede a la tentación de hogar: “El Partido Popular sigue tratando de instrumentar cualquier incógnita insuficientemente aclarada, sin renunciar a la conspiración islamista-etarra en contra de todas las evidencias acumuladas en la instrucción sumarial.” Un sumario de los hechos que sólo pueden dictar los expertos, con los demás de testigos mudos. O sea, testigos vivientes del horror sin derecho a hurgar, doña pilar.
Siento tener que opinar así, pero no siento opinar así.
Aclaraciones:
1) "Pero su dolor es personal e intransferible" El dolor de una víctima del terrorismo tiene un componente personal que es intransferible y otro componente público que es el que toca gestionar. Por el primero hay que condolerse, como vecinos solidarios que somos. Por el segundo hay que hacer política, no duelo, aunque también seamos víctimas. (No somos víctimas en el caso de un accidente de tráfico, sí en un atentado terrorista porque es contra todos)
2) “no podemos acogerlo, …” Hablo por mí, exclusivamente. Ya digo al final del post: “Siento tener que opinar así”, en singular. He utilizado el plural porque es un asunto público que afecta a todos, pero es una tesis muy personal. Quiero decir que algunos representantes de las víctimas no pueden pretendernos auxiliares eternos de su dolor, no pueden endosárnoslo como condición básica de las medidas racionales que bien dice usted se deben tomar, porque entonces la sociedad que ha de reaccionar con medidas políticas puede quedarse parásita de ese dolor y paralizada en el estrecho margen de maniobra que las víctimas le imponen. Añado ahora el ejemplo del 11-S americano, cuya conmemoración más allá de la cortesía de acompañar en el sentimiento a sus víctimas es un intento de legitimación de gobiernos y medidas políticas que exceden el mandato del hecho. Y es un intento permanente bastante conseguido.
3) No he dicho (o no quería decir, lo siento si no he sido más explícito) que los demás no podamos sentir el dolor de las víctimas. Al contrario, lo sentimos por partida doble, como vecinos solidarios y como víctimas, “directas no físicas”, que somos del terrorismo a través del atentado. Y creo que la obligación de tomar medidas racionales y la probabilidad de que sean acertadas y proporcionales al hecho, empieza donde acaba la gestión del dolor.
4) Hay una obscenidad en la transferencia del dolor, en su recordatorio permanente, que además puede ser contraproducente por desatar reacciones contrarias por hartazgo (esto último es una simple observación de eficacia) Algo de eso ya está pasando en el País vasco. Pero las víctimas sí tienen el derecho y deber de reclamar una gestión pública del terrorismo que no sea paliativa ni esclava del dolor, sino centrada en la represión y evitación de la causa del dolor.
5) “Exactamente eso es una sociedad humana; una red capaz de gestionar la carne”. Totalmente de acuerdo. En el modo y sistema de gestión están las claves. El modo debe incluir el pudor. Por eso damos “recibo de la queja de una madre a la que le han asesinado a un hijo” y lo sentimos con ella cuanto haga falta, pero no podemos quedarnos presos de su dolor.
6) Las muertos son otros, sin duda, pero las víctimas sí somos todos porque todos y nuestro sistema político somos el objeto del hecho.
7) Una observación personal para ratificar lo anterior: mi condición de próximo a asesinado por terrorismo no me legitima ni 100 gramos más que a ningún otro ciudadano en la reclamación de medidas políticas. En cuanto a la exhibición del dolor, es personal. Yo soy partidario del laconismo.
2) “no podemos acogerlo, …” Hablo por mí, exclusivamente. Ya digo al final del post: “Siento tener que opinar así”, en singular. He utilizado el plural porque es un asunto público que afecta a todos, pero es una tesis muy personal. Quiero decir que algunos representantes de las víctimas no pueden pretendernos auxiliares eternos de su dolor, no pueden endosárnoslo como condición básica de las medidas racionales que bien dice usted se deben tomar, porque entonces la sociedad que ha de reaccionar con medidas políticas puede quedarse parásita de ese dolor y paralizada en el estrecho margen de maniobra que las víctimas le imponen. Añado ahora el ejemplo del 11-S americano, cuya conmemoración más allá de la cortesía de acompañar en el sentimiento a sus víctimas es un intento de legitimación de gobiernos y medidas políticas que exceden el mandato del hecho. Y es un intento permanente bastante conseguido.
3) No he dicho (o no quería decir, lo siento si no he sido más explícito) que los demás no podamos sentir el dolor de las víctimas. Al contrario, lo sentimos por partida doble, como vecinos solidarios y como víctimas, “directas no físicas”, que somos del terrorismo a través del atentado. Y creo que la obligación de tomar medidas racionales y la probabilidad de que sean acertadas y proporcionales al hecho, empieza donde acaba la gestión del dolor.
4) Hay una obscenidad en la transferencia del dolor, en su recordatorio permanente, que además puede ser contraproducente por desatar reacciones contrarias por hartazgo (esto último es una simple observación de eficacia) Algo de eso ya está pasando en el País vasco. Pero las víctimas sí tienen el derecho y deber de reclamar una gestión pública del terrorismo que no sea paliativa ni esclava del dolor, sino centrada en la represión y evitación de la causa del dolor.
5) “Exactamente eso es una sociedad humana; una red capaz de gestionar la carne”. Totalmente de acuerdo. En el modo y sistema de gestión están las claves. El modo debe incluir el pudor. Por eso damos “recibo de la queja de una madre a la que le han asesinado a un hijo” y lo sentimos con ella cuanto haga falta, pero no podemos quedarnos presos de su dolor.
6) Las muertos son otros, sin duda, pero las víctimas sí somos todos porque todos y nuestro sistema político somos el objeto del hecho.
7) Una observación personal para ratificar lo anterior: mi condición de próximo a asesinado por terrorismo no me legitima ni 100 gramos más que a ningún otro ciudadano en la reclamación de medidas políticas. En cuanto a la exhibición del dolor, es personal. Yo soy partidario del laconismo.
4 Comentarios:
Mire Vd. mañana le veo medalla de oro, otra vez, en Arcada.
Otra vez.
Yo también soy escritor, sabe?
Y necesito de alguna medalla.
Alguna vez.
Perdone Vd.
Después de "mire Vd." va una coma.
Perdone.
El Pais es muy injusto cuando acusa al PP de instrumentador.
Simplemente quiere que sepa la misma verdad que reclamaba el PSOE después de la matanza.
Me imagino que lo pide en nombre de todos.
Yo, desde luego, también quiero saberla.
Y cada vez el Sr. Alonso adorna con menos ironías sus contestaciones.
Se le ve más serio.
Como ayer en la cuatro.
Se me olvidaba:
Es lícito que si, además, la búsqueda de la verdad le favorece, su interés en demandarla aumente.
O no?
Otra cosa es la verdad emcontrada.
Ya veremos.
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