18 de septiembre de 2006

El periodista errante y el faquir (Márai, II)


Entre las muchas reflexiones y pasajes que aparecen en la obra de Sándor Márai sobre el periodismo hay una que destaca por la relevancia del momento profesional en el que la escribe, por el sedimento de artículos acumulados que la sustenta. Es la segunda temporada que vive en París, la primera pasada como tragedia en el infierno, recién y pasmadamente casado, sin dinero, procedente de su querida Alemania, su familiar Centroeuropa, con una trayectoria de periodista apreciado en el prestigioso Frankfurter Zeitung, pero sin trabajo regular en esa época. La segunda temporada en París la vive como comedia, con una creciente estabilidad conyugal y profesional y, sobre todo, asentando un espíritu que le permitirá exhibir estas joyas:

"El periodismo puede ser un oficio muy triste que sólo sirve para ganarse la vida o puede ser una «vocación», pero en la mayoría de los casos se resume en un determinado estado anímico. Yo me mantenía siempre al acecho, como si mi misión personal hubiera sido llenar las páginas de París y de Europa entera con artículos interesantes sobre las últimas noticias. Almorzaba a toda prisa, y en cuanto me limpiaba la boca con la servilleta estaba dispuesto a acudir al Parlamento, donde Cailloux pronunciaría un discurso, como si yo tuviese algo que ver con aquello... ¿Y acaso no tenía que ver yo, el contemporáneo, el alma errante, con todo lo que ocurría en la tierra, con todo lo maravilloso y banal que pudiera ser relatado? Yo no entendía muy bien lo que decía el discurso de Cailloux, pero me entusiasmaba estar allí, sentado en el gallinero del Parlamento (…)"
(...) "Fui a Lille en tren porque había allí un faquir que llevaba tres días sin comer ni beber." ("Confesiones de un burgués")

Acude al hecho y cubre el suceso con la urgencia y pasión del amante. Y con la conciencia de fugacidad propia del amor. Ahí aparece el alma errante del periodismo que cuaja en un estado de ánimo como billete de viaje sin retorno. Con su visita al suceso del faquir confirma su descubrimiento del periodismo: la oferta del periodista -formada por una combinación de instinto, estado de ánimo y conciencia de protagonista, no de vedette- crea la demanda de la noticia al transformar el hecho en noticia. Una alquimia siempre limitada por el oficio y la honestidad intelectual para que el periodismo no emigre al territorio de la magia.

Y para evitar caer en los engañosos brazos de la inercia. A eso se refiere Márai al concluir: "No puede uno ‘acostumbrarse’ al periodismo. Un periodista no puede vivir con comodidad, nunca puede tener descanso: un artículo malogrado o poco inteligente o una columna innecesaria pueden arruinar lo conseguido hasta ese momento. En esta profesión no se puede aflojar el ritmo y tampoco basta con que el periodista escriba sólo lo que le dicta su conciencia, ya que existen muchas verdades y cada una tiene su propia forma."

6 Comentarios:

Anonymous Anónimo escribió...

Hola, Bart, estimado amigo:

¡Sándor Márai o el periodismo en estado puro! Te confieso que me ha picado la curiosidad por leer sus escritos, no me extraña que lo cites en ocasiones -¿sigue Ud. Sr. Bart las premisas de Márai? Arriesgándome mucho, nada leído de Márai y lo suficiente de su señoría librepensadora y afilado bisturí, ¿aceptaría mi elogio Bart?. Bart, con tus escritos he sabido de Cioran -espero poder leer algo suyo-, y no es que quiera intelectualizarme con lo que te digo, servidora intenta leer de todo y no le llega el tiempo. Márai me llega al recóndito escondrijo de la periodista que soy y no fuí, aunque tanto escritores como periodistas tuvieron siempre un 'hueco' en el cual podían ejercer sin titulación. En fin,uno puede ser filósofo y no tener una cátedra, digo yo...
Muy interesante este post, para mí, reflexiones sobre un periodismo que no estudié pero que ejerzo sin escaquearme. Me sale esa vena. Si el escritor -separo aquí conscientemente este término del de periodista- es un 'mentiroso a medias'(pues escribe autobiográficamente y lambucea en las vidas ajenas, el periodista se debe a la noticia con el rigor de la verdad no absoluta. La verdad,-yo lo digo a veces- sólo hay una, pero Márai desentraña (esto lo deduzco de tu escrito) o llega a la verdad por todos los caminos, aunque al final confluyen sólo en uno. 'No puede un periodista escribir lo que le dicta su conciencia', y luego leo declaraciones en 'Memorias de un deicidio', de Vargas LLosa sobre su entrañable ex-amigo y admirado escritor, Gabo Márquez: 'Y si no existe noticia, él mismo se la inventa'.
Confundidas de tal forma la literatura con el periodismo (recuerdo aquel post donde dejé un primer comentario sobre mi interés por este tema)que acabamos por sentirnos dentro de una farsa-dicotomía, desbaratamos los géneros, los confundimos y erramos tanto escritores como periodistas.¿Bla,bla,bla, dice Alicia Rosell? Espero haber aportado mi pensamiento con claridad. De veras, Bart, entre Sándor y Bartleby, me quedo con los dos: Periodismo como oficio sin dejarlo de la mano de la magia o invención de la noticia aderezado con la verdad-honestidad intelectual, tan precisas y preciosas. ¡Las mismas que leo cada día en su blog, Bartleby! Esto es un lujo. Gracias por tan interesante aportación.

Un abrazo, gracias por tus palabras hacia mi persona en mi blog, inmerecidas, pero las acepto como el amigo que veo que sois (eres).

Alicia Rosell: Que Nadie se me ofenda, amo ambas profesiones, y al fin, escritor y periodista, ESCRIBIMOS, eso es lo importante.¿NO CREEN?

2:24 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Bart: Retrasado le comenté algo en su otro post. Siempre a trasmano, perdone.
No sé ya si le tengo contestados todos sus comentarios que, amablemente, me dirige en Can Arcadi. Los repasaré.

9:44 a. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Bart: Le apostillé sobre los símbolos de los facciosos.Le estoy esperando con Kahn.
Por cierto, algunos chascarrillos: hemos ido citando algunos personajes de la arquitectura que tuvieron en común, Mies y Aalto y otros no mentados como Wright etc., ser extraordinariamente epicúreos en su vida ordinaria, unos excelentes vividores que no se privaban de nada. El caso de Kahn es de otra índole, no necesariamente contraria, él mantuvo a la vez tres 'familias' a la vez, la oficial y otras dos con sendas amantes. Si ya es complicado dos (o una) y no estar loco, cómo se las arreglaba. En vez de judío parecía mormón.

2:41 p. m.  
Blogger Bartleby escribió...

Sr. Verle: No problemo, prisa ni obligación en las respuestas. La única condición de los reclamos, respuestas y replicas es no ser esclavos de ellas.
Un anticipo de esa fuerza de la naturaleza llamada Louis Kahn: "Un edificio debe comenzar con lo inconmensurable, luego someterse a medios mensurables, cuando se halla en la etapa de diseño, y al final debe ser nuevamente inconmensurable"
Le he hecho un pequeño "desagravio" (sentimental) a Scharoun en el post anterior a éste. Añado ahora que su Filarmónica fue una auténtica reivindicación de la ciudad en medio de las ruinas: arquitectura emergiendo del humanismo hecho escombros. En ese sentido (figurado, no urbanístico), definió un espacio urbano.
(Tenga en cuenta que el comentario de un lego en esta materia -como en todas- está tan lleno de pasión como de necesaria prudencia)
saludos, Bart

9:57 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Bart: Creo que ha acertado con esa idea. Era sí, la revindicación de un cierto renacimiento. (Humanismo hecho escombros, muy bien).

9:50 a. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Sr. Bart, hoy una parte importante de los periodista 'practicantes' lo son porque pinchan en vena, para extraer la peor sangre informativa y formar al receptor en la decadencia de Occidente.

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http://www.lacoctelera.com/elquiciodelamancebia

2:40 p. m.  

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