24 de noviembre de 2006

Tarde de otoño


Leer ordenadamente un periódico estructurado y previsible proporciona mucho consuelo en estas tardes de vice invierno. Se empieza por el mundo, pensar en global y actuar en local, Canadá y su nación preventiva: “
Quebec es una nación, en el sentido sociológico, dentro de Canadá [resto ontológico], de forma que la solución es que los quebequeses sean una nación en un Canadá unido, no que Quebec sea una entidad legal” (El País, hoy), declara el candidato liberal y politólogo Stéphane Dion. El primer ministro y sus aliados liberales para la ocasión se adelantan con esta moción a la propuesta por el separatista Bloque Quebequés, de profesión ignorar referéndum. La política preventiva de males mayores es típica del pusilánime que quiere contentar al portero perdedor ya de dos juntas de vecinos, el cual basa el éxito del negocio prestado en prevenir la debilidad del casero. En este juego de prevenciones gana el espíritu del súbdito: “Canadá se asoma a su alma nacional”.

Juego que también es de provocaciones y provocados. En el apartado de externos del periódico, Félix Ovejero concluye su tesis sobre estos síndromes de Estocolmos, Barakaldos y
Vilfredos con certero diagnóstico “Al final, las razones del siervo acuden a la cita de los poderosos indignados”, habiendo aclarado previamente donde radica el poder hoy, en la chulería, y su yunque de fragua: la cerviz del amedrentado, antes Estados y gobiernos.

Recupera el periódico decano del poder el discurso sobre la raíz del problema, sobre el lugar del poder: la disciplina como mal, que es decir el orden ajeno como demonio propio. Se pregunta y responde Soledad Gallego-Díaz, a propósito de la creación de las
Unidades Militares de Emergencia, en sustitución de las unidades regionales de protección civil: “¿Qué hay de malo en ‘civilizar’ el Ejército? Nada, pero quizás lo que está sucediendo es que con ese cuento se termina por militarizar lo civil, lo que quizás es mucho menos conveniente. Sobre todo si se tiene en cuenta que la primera característica de lo militar es, sin discusión, la disciplina” Un contradictorio “sin discusión” demuestra que la disciplina bien entendida empieza por los demás. No es la disecada disciplina, Soledad, el blanco de la necesaria crítica, sino los nuevos artilugios que inventa un poder difuso en el tiempo de las comunidades autónomas e infuso en las circunstancias de las catástrofes. Es lo irreversible del poder transferido, lo imprevisible de la catástrofe y lo invisible de la intención de extender el dominio lo que hay que desmontar. Tampoco sirve ya el viejo resorte para lectores de cupón de ‘civilizar’ lo militar, caja de reclutas del biempensante progresista. Es precisamente la falta de disciplina que supone tener que sortear las competencias regionales en protección civil –divino tesoro- para recuperar las propias de un estado central como medio vergonzante de dominio. Un truco de porteros, de súbditos astutos que trasladan la sumisión al propietario de la finca porque está de vacaciones morales.

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4 Comentarios:

Anonymous Anónimo escribió...

La parodia de lo militar sigue dando mucho juego entre las almas cándidas. Y quien las hace lo hace desde prietas las filas, curiosamente.
El Ejército apaga incendios y salva ahogados en las dictaduras. Así lo hacía en tiempos de Franco. Y ahora no les duelen prendas a los antifranquistas para repetir la faena en demiocracia, a pesar de que las funciones de bomberos y policías sean distintas.

1:57 a. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Aunque sólo fuera por Ben Laden el anoréxico occidente volvería a la militarización.

La civilización occidental agoniza por su deseo zapateril de aliarse con su enemigo.

Solo queda, pues, la militarización.

La falta de autoridad civil llama a lo militar: a diario en custiones relativas a 'genero', 'territorio','menor', 'agua', 'educación', tráfico, 'adicciones', 'barbacoas' e 'impuestos indirectos'. Por ejemplo.

O la vida monacal -también plena de disciplina- o una escapada, definitiva, a La martinica.

O sea.

2:18 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Como siempre muy interesantes tus comentarios. Cuando escribes que la primera característica del ejercito es la disciplina, señalas una verdad imprescindible para garantizar cualquier confrontación bélica. La historia está llena de batallas perdidas por ese motivo. Y añadiría que no hay mejor soldado que el que tiene fe ciega en el mando, la que le impide reflexionar una orden superior. Pese a quien pese, las guerras, incluso las que se desarrollan desde una ética democrática, son bárbaras y para ello se necesita hombres y mujeres que no piensen. Si no fuera así, sería impensable ganarlas. Otra cosa es que queramos convertirlas en grupos de acción católica.
Un abrazo.
El xiquet.

12:51 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Bartleby, un discurso claro y contundente este. Empiezo por ponerme de acuerdo con el "Suicídate antes de matarla", y según voy leyendo me vas convenciendo de que la política siempre disfraza los temas difíciles o se contradice.
Si le soy sincera, es tanta mi indignación -como mujer que soy- por la violencia de género que mi primera reacción es desearlo. Pero ningún tonto tira jamás piedras contra su tejado. Si añadimos que a estas alturas de la película ninguna violencia parece conmovernos(Humanidad retrógada que se olvida que avanzar tecnológicamente no significa quedarse estancados)NO CREO POSIBLE que estos desalmados se suiciden antes de matarlas. Simplemente porque son cobardes, y el suicida auténtico no lo es. Y porque son tan conscientes de lo que hacen que el MENSAJE DE LA PANCARTA JAMÁS LES llegará a torpedear LA MEDIA NEURONA QUE que les queda EN SU CEREBRO DE SERRÍN (Siento el tono pero me indigna mucho el tema)

A servidora el único suicidio que le preocupa es el de los individuos que sufren por depresión, aunque sabemos que si tiramos del hilo acabamos en el mismo círculo vicioso: Depresiones por no poder llegar a fin de mes, por enfermedades incurables, por mil cosas y ninguna de ellas deseada por el individuo en cuestión, que se ve avocado al suicidio como única forma de "LIBERARSE".
Cualquier suicidio, inducido o solicitado -la eutanasia es un suicidio que encuentro justo y se desprecia sin más, luego se desprecia al individuo- es una forma de agredir a la Sociedad empezando por agredir al individuo con la premisa de salvaguardar sus derechos.
En definitiva, estoy hablando de una hipocresía de suicidios y suicidas que concuerda con la dualidad del ser humano que nunca ejerce su libre albedrío. Hay muchos resquicios en este tema, como en las leyes, y como al fin y a la postre las leyes son el principio de los derechos de las personas, podemos despedirnos del libre albedrío o de tener derecho a usar nuestra vida como se nos antoje... SIN MATAR A NINGUNO DE NUESTROS CONGÉNERES, y aquí no distingo entre el marido que mata a la esposa, el terrorista que lo hace por supuesto patriotismo cuando hay dinero de por medio, ni a los Estados que no saben si la pena de muerte "encubierta" en lemas como ese de la cabecera de la manifestación pueden estar causando serios daños morales en la ya confusa mente del pueblo. Y ya no menciono las guerras, porque sino no acabo. Ya xiquet y enrique tratan el tema desde el punto militar. Yo preferí expresar mi dolor por TODAS LAS MUERTES VIOLENTAS.

Un saludo, Bart. Buena semana. Espero haber aportado algo con ésta, que es una más de "mis ya acostumbradas peroratas".

Alicia Rosell.
-

7:30 p. m.  

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