Una verdad como un templo
La mejor presentación de Gengis Kant es su propio nombre, conquistador de razones a las que deja crecer la hierba y a cuyo paso quedan ampliadas y ondeantes para viajeros sucesivos y conquistas equivalentes. Inicia hoy su colaboración con un texto sobre lectura y verdad, contradictoria y a veces esquiva relación. Espero que enkantados queden.
~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ Ж ¥ Ж ¥ Ж ¥ Ж ¥ Ж ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~
(René Magritte, Decalcomanía 1966)
Durante mucho tiempo los hombres hemos buscado en los autores clásicos una vía privilegiada de acceso a la realidad. Ellos, creíamos, libres aún del lastre erudito, del empantanamiento en las tradiciones librescas, habían sido capaces de tener un contacto directo con la verdad de las cosas. Sin nada que los separase de la realidad, sin embarazosas mediaciones literarias, sin veladuras alejandrinas, habían gozado del privilegio de conocer la simple y pura verdad. ¡Experiencia privilegiada e irrepetible! Esa limpieza de la mirada, a solas con la realidad, apenas sería sentida por quienes, meros epígonos de aquellos, parecíamos condenados a no salir jamás del círculo de la palabra.
Peor aún: una frustración, siempre la misma, se producía incluso cuando, rara vez, creíamos haber encontrado una de esas obras, clásicas, tenidas por vírgenes, ajenas a toda la escoria erudita: también ahí abundaban las referencias a lo que otros habían dicho antes. La realidad se alejaba cada vez más. En su lugar, sólo aparecían palabras, siempre remitiendo a otras palabras. No importaba cuán lejos se retrocediera en el tiempo: nunca fue alcanzado el origen de toda esa cadena verbal; el lugar de la ansiada presa lo ocupaba siempre un sucedáneo, un texto.
Pero hace tiempo que lo que produjera tanta decepción llegó a ser asumido, cierto es que porque parecía algo irremediable, pero también porque una sospecha fue tomando cuerpo: acaso la realidad no era otra cosa que una de las máscaras con que se había disfrazado el dios cristiano cuando llegaron tiempos menos piadosos. Despojada de los ropones de un dogma anecdótico y narrativo, la divinidad iba a ser concebida ahora, en términos más abstractos e impersonales, más científicos, como la verdad. La verdad también era, a su modo, un concepto teológico, y la búsqueda de la realidad, la mística de los agnósticos.
(Escrito por Gengis Kant)
Etiquetas: Gengis Kant
19 Comentarios:
Cual jardín de los senderos que se bifurcan, los planos de lectura, verdad y realidad se superponen hasta adquirir volumen.
El relieve a ese volumen, áspero pero lúcido, lo pone nuestro peregrinaje por esas categorías, con la brújula de la verdad evitando confundir realidad representada o inventada, creada. Lecturas ambas, al fin.
Saludos, don Gengis, Bartleby.
Gracias a su introducción, he leído con interés mi comentario. Un abrazo.
La verdad de todos los dioses, la verdad de todos los partidos, la verdad de todos los jueces, la verdad de todos los senados... es la verdad del poder.
Y el poder nace y se mantiene, por las buenas o por las malas, sobre una agrupación de pequeños y medianos poderes (caciquismos y sucedáneos).
Ante tal panorama, el escribano o hace buena letra (Corín Tellado) o queda para vestir investigadores.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Sr. Kant: De sorpresa mayúscula, en el sentido literal de la palabra-que-lleva-a-otra-palabra, pero sobre todo gratísima saber de Ud., leerle y reflexionar a su costa.
Peligroso nos lo ha puesto no obstante, de palabra en palabra ¿al principio era la palabra?. Un cordial saludo.
Vayamos al origen, a la etimología de la palabra Filosofía, búsqueda / amor a la sabiduría y por extensión búsqueda de la verdad.
Cuando la realidad se aleja en este juego de espejos entre lectura y verdad, aparece el lenguaje como medio de conocimiento. Elucidar en qué consiste el acto de conocer, acto que es la relación cognoscitiva entre hombre y realidad.
La palabra como salvación del enredo: "Lo que vi fue simultáneo, lo que escribo es sucesivo, porque el lenguaje lo es" (Borges, El Aleph)
Interesante reflexión, Gengis Kant.
Hola, Bartleby, le felicito por tener tan buenos amigos y colaboradores; claro está que usted bien lo merece.
He de salir en breves minutos, por lo que sólo me cabe darle las gracias al señor Gengis Kant, por su buen uso de la palabra, y con ella del pensamiento.
Un abrazo,
francesca
¿Francesca? ¿Anduvo chez Azúa?
La realidad...¿Y qué es la realidad?
Baterbly...Mi ofrecimiento al Señor Azúa no ha llegado a buen puerto...Vamos, es que no se ha molestado ni en contestame...pero prosigo en mi búsqueda para ese Ciclo...
Me encanta tu blog...Lo que ocurre es que quiero imprimirme los textos para leerlos con tranquilidad...Son cuestiones para pensar. Por cierto. La foto del viejo en la bañera es estremecedora.
Me encanta Valencia..
Amigo Verle, recalo de vez en cuando en lo de Espada, donde le leo a Vd. siempre con gusto.
Si en el origen fue la palabra no podemos saberlo, porque tal conocimiento sólo podría ser efectuado desde fuera de ella, lo que negaría tal originariedad.
Mi pretensión juvenil, lejos de buscar ese comienzo absoluto, o la cosa o la palabra, era más humilde, pero no sé si más fácil de satisfacer: encontrar un pensador por encima de los libros, que no al margen de ellos.
Adivino que el comentario de las 9:31 ha mejorado con su supresión.
Gengis, cada apostilla suya nos deja K.O. técnico. Precisamente en casa de Tse sobre un libro, no encima, me tienen colgado.
Haga un esfuerzo y suba Ud. a portada de vez en cuando, necesitamos leer a los que bien escriben y aprender de los que bien dicen, como Bartleby y Ud.
Es un placer.
Sr. Epistemológico:
En el origen no fue el verbo sino el conocimiento por medios más directos, menos mediados, como la aparición de la conciencia y la intuición (frente al reflejo condicionado), poniéndonos evolutivos.
La relación del ser humano con el medio, es decir, el miedo al medio, conduce al verbo que es donde se da el salto cualitativo de la conciencia, la posibilidad de formular la abstracción.
Y con la palabra, la realidad adquiere la forma, sentido y complejidad que vamos conociendo.
Su cita de Borges viene al pelo: "el lenguaje es sucesivo". Su reflexión también.
Saludos, Bartleby.
Anduve por chez Azúa, señor Verle, y si no recuerdo mal, usted también durante un tiempo...
Quizás en esta nave viajamos con más seres afines de lo que suponemos.
Un cordial saludo.
Ojalá Francesca. Otro saludo para Ud.
Buena reflexión, como todas las tuyas. Tendré que acabar coleccionándomelas.
Un abrazo.
"La verdad también era, a su modo, un concepto teológico, y la búsqueda de la realidad, la mística de los agnósticos."
¿No hay, pues, otra verdad que la -divinamente- revelada? O, mutatis mutandis, la verdad -en cuanto realidad- es el único dios? Sobre magnífica y musicalmente escrito, querido Gengis, me quedo con su última -y casi endecasílaba- frase: la mística de los agnósticos. En efecto: uno intenta bucear en pequeñas, casi domésticas realidades y desentrañar mínimos secretos como parte de una mística, con su liturgia incluso, agnóstica. Sin embargo, la búsqueda no pretende plasmar o verificar causas metafísicas. En ese sentido, se trata de una mística atea, sin Dios. No porque lo niegue, sino porque no lo requiere. Ni como postulado ni, claro está, como corolario. Un placer leerle, alcarreño, por estas levantinas (y hasta levantiscas) tierras.
无风不起浪
城门失火,殃及池鱼
城门失火,殃及池鱼
任凭风浪起,稳坐钓鱼船
Hay una idea nietzscheana, con la que he jugado un poco, según la cual la verdad es el último avatar de Dios una vez que lo hemos medio matado.
Siempre he visto en esa genealogía de la verdad una denuncia de su naturaleza moral, en particular de su índole de tapia contra la que choca nuestra libertad -en el buen sentido de libertinaje- a causa de la complicidad entre nuestras nociones de realidad, de la que apenas se despega la de verdad, y destino ineluctable, o fatalidad legaliforme.
Pero también se advierte en ese pensamiento del alemán lo que tiene de radiografía psicológica de la objetividad, la gran virtud del científico, en la que ha detectado la vieja abnegación cristiana, el eterno nihilismo. Pues el científico, con su renuncia a la vida cordial, querenciosa y estabularia, es un personaje heróicamente desarraigado, tenazmente anti-pático. El hombre que se debe más a la verdad que a sus amigos es el más riguroso de los ascetas; es el más sobrio, frío, moral y odioso de los imparciales. (Lo mismo cabría decir del cínico, también él un hombre que dice las verdades, otro enemigo del dulce engaño.)
Publicar un comentario
<< Principal