De gremios a barrios
(David Plowden, Mayetta, Kansas, 1991)
Reseña hoy Arcadi de Montalbán su afrimación de que la última batalla se libraría entre comunistas y excomunistas. Antes de eso sostuvo Milton Friedman que el mundo lo organizarían los economistas tras ganar la batalla a la política, a la que se reservaba poco más que la gestión del tráfico, y aparecieron enseguida los ‘reaganomics’. Y en la misma época –en los 70- se decía en España que todo era política: era la respuesta de la minoría metida en esa harina a la mayoría que vivía camino del chalet los fines de semana. Gremios propios del encuadramiento de la guerra fría, cuya tentación derivada fue el fin de la historia de Fukuyama, que era la misma batalla final de Montalbán. Pero pasado el poco tiempo se oyó el rompan filas de las ideologías –vivía Manolo, vivía y regía- y el poder se mudó de los gremios a los barrios.
La organización medieval del poder en oficios, del intelectual guía de masas al economista contable de desarrollos, no daba cabida suficiente a todos los chaleteros ni cumplida satisfacción al consumo como ficción de elección libre. Había que derribar las murallas de la ciudad y progresar adecuadamente, cabalgando la política y la economía positiva -independientes de cualquier posición ética-, no para endiosarlas sino para aparcarlas en el rincón de la normativa y quedar como peatones de libertades estrenadas. Pero el peatón aguanta mal la intemperie y enseguida se ofrecieron barrios de acogida, con el señuelo de sentimientos de identidad que darían cariño a las soledades ahora dispersas. La dilución de las ideologías organizadas en cuartelillos en individuos sueltos y autónomos y, por lo tanto, solos, podía haber significado el resurgir del ciudadano, pero se resiste el sujeto a dejar de ser objeto.
Los barrios del momento son naciones y botellones, nada más que nuevas formas de lo mismo: ya no hay batallas épicas que imaginar para consumo político de chaleteros sino conflictos de baja intensidad a los que quieren que nos apliquemos con diligencia y disciplina como bomberos voluntarios, solidarios y sin fronteras. Conflictos con efectos colaterales, se dice, peajes irremisibles. Pero con un efecto principal si caemos en la trampa: la dilución sin solución en el poder. O sea, lo de siempre pero con el enemigo camuflado de nosotros y, por lo tanto, muy difícil de identificar y hacer blanco.
Ese hacer blanco es lo que dice Rita Levi-Montalcini: "La razón es hija de la imperfección. En los invertebrados todo está programado: son perfectos. ¡Nosotros, no! Y, al ser imperfectos, hemos recurrido a la razón, a los valores éticos: ¡discernir entre el bien y el mal es el más alto grado de la evolución darwiniana!"
La dilución del animal superior en el invertebrado: una regresión, ¿o evolución natural?
5 Comentarios:
las urbes se crearon por razones de comercio, defensa y albedrío.
parece que ahora pierden el sentido.
y se emborrachan.
la caida del imperio empieza por unos mismo.
y creo que me voy a caer..., con todo el equipo.
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