(Marc Ribaud, Beijing (through window), 1965)
La serie fotográfica en blanco y negro sobre China de Marc Riboud son “mis notas de viaje. Pretenden ser observaciones más que análisis o juicios. La vista reacciona por los sentidos y no por las ideas (...). Es muy difícil retratar una China que se mueve tan rápido. La imagen corre el riesgo de quedar borrosa o resultar incluso contradictoria. (...) Del comunismo se habla más en París que en Shangai.” Se plantea si en China todo se mueve pero nada cambia, la perennidad que agita las transformaciones.En Riboud predomina la composición geométrica y la vocación por la simetría sobre el efecto estético. Su formación de ingeniero le hace preferir la estructura y el orden de los objetos a la narración especulativa. De ese modo consigue fijar la velocidad de cambio en una sociedad como la china. Sus instantáneas son secuencias que, al cabo del tiempo, no producen sensación de caducidad. La utilización deliberada del blanco y negro es un riesgo de impresión que asume, consiguiendo ese efecto de fotografiar una evolución rápida de costumbres.Sin embargo, lo que logra transmitir Riboud es la tradición como forjado de la nueva China e hilo conductor de sus cambios económicos y sociales, por vertiginosos que sean. Confucio y Lao Tse, dos orígenes divergentes en la formación de la filosofía china, confluirán a lo largo de los siglos en el sincretismo religioso y en la síntesis cultural que ha cohesionado esa sociedad. Para Confucio, el hombre es un ser social y, por tanto, sometido a obligaciones respecto al poder que gobierna la comunidad: debe respetar a la tradición, los antepasados y oponerse a los cambios en el orden imperante. Frente a esta vía estricta de adaptación al status, el taoísmo –el camino- predica el alejamiento del mundo, más la inhibición que la mística. Filosofía del poder y las estructuras sociales frente a filosofía de la indiferencia. Adhesión contra indefinición, dos formas que anulan la rebelión. Simetría de pensamientos. Estrategias de supervivencia distintas pero complementarias en la formación de un orden social que necesita justificaciones positiva y negativa de la disciplina para progresar sin destruirse.(Marc Ribaud, China (Great Wall), 1971)
Lo inmutable y lo pragmático subyacen en la reciente revolución económica china. El modo de acercarse de W. Somerset Maugham a una cultura tan ajena es la media distancia adecuada: utiliza el método descriptivo y no el analítico; ni siquiera la narración. Así describe una fiesta de recepción al cuerpo diplomático en el palacio imperial de Pekín, en los años 30: “Por la noche acudí a una fiesta en palacio. El emperador y el résident supérieur se sentaron en grandes sillones dorados en el marco de la puerta de la sala del trono, y los invitados se congregaron a su alrededor. El patio estaba iluminado con incontables lamparillas de aceite, y una orquesta de nativos interpretaba aires alegres. Tres figuras fantásticas, como en un drama chino, con vestimentas espléndidas, salieron al escenario, donde ejecutaron una figura de danza grotesca. (...) El emperador llevaba una túnica de seda amarilla con ricos bordados y en la cabeza un turbante amarillo. (...) Lo último que recuerdo de la fiesta tiene que ver con su persona: inclinado sobre una mesa con una postura indolente, fumando un cigarrillo y charlando con un joven francés. De vez en cuando, sus ojos indiferentes se posaban unos instantes en los conquistadores, que bailaban torpemente.” (El caballero del salón)(Marc Ribaud, Guangxi, 1965)
Maugham utiliza sus propias armas en la observación de China, la velada superposición de la diplomacia a realidades inaprensibles y la escéptica disección del espía, descartando cualquier tentación de mímesis con lo exótico. Observa el curso de los acontecimientos con los que no se siente íntimamente relacionado: "Mi cumpleaños pasó sin ceremonias. Trabajé como de costumbre por la mañana y por la tarde fui a dar un paseo por los bosques que hay detrás de mi casa. Jamás he podido averiguar qué es lo que da a esos bosques su misterioso atractivo. Son bosques como no he visto nunca. Su silencio parece más profundo que cualquier otro silencio. (...) En estos bosques abandonados e incultos hay una curiosa extrañeza, y aunque vaya uno solo, no se siente solo porque se tiene la extraña sensación de que seres invisibles, ni humanos ni inhumanos, flotan alrededor de nosotros. Algunas veces, por detrás de un árbol, parece asomarse una sombra que nos contempla pasar. Hay una atmósfera de suspensión, como si todo lo que hay alrededor nuestro estuviese esperando que algo ocurriese.Regresé a casa, me hice una taza de té y leí hasta la hora de la cena. Después de la cena volví a leer, hice un par de solitarios, escuché las noticias en la radio, cogí una novela policíaca y me fui a la cama. La terminé y me dormí. Salvo algunas palabras a mis sirvientas de color no había hablado con un alma en todo el día.Así pasé mi septuagésimo cumpleaños y así hubiera deseado pasarlo. Reflexioné.” (Carnets de un escritor)El milenario cumpleaños chino de W. Somerset Maugham. Etiquetas: Fotografía, Literatura