26 de junio de 2006

La lucidez de W. H. Auden y la réplica de Ayala.

(W. H. Auden, por Don Bachardy)

El siguiente texto de W. H. Auden se debe al nick Marisol, que hizo de Sherlock Holmes lúcido el 25 de junio de 2006 en el Nickjournal.

"No hace falta ser profeta para predecir las consecuencias...
La Razón se verá suplantada por la Revelación...El saber degenerará en un caos de visiones subjetivas (sentimientos en el plexo solar inducidos por la subalimentación, imágenes angelicales generadas por la fiebre o las drogas, avisos oníricos inspirados por el sonido de una cascada). Se crearán cosmogonías enteras a partir de cualquier olvidado resentimiento personal, se escribirán dramas épicos en lenguajes de ámbito doméstico y los esbozos de los párvulos se impondrán a las grandes obras de arte...

El Idealismo cederá al Materialismo... Alejada de su habitual salida en torno al patriotismo o al orgullo cívico y familiar, la necesidad de masas de un ídolo accesible en el que confiar las llevará a elegir caminos irreconciliables en los que la educación no tendrá nada que hacer. Depresiones superficiales del terreno, animales domésticos, molinos destrozados o tumores malignos serán tratados con rango de divinidades.

La Justicia será reemplazada por la Piedad como virtud humana cardinal, y el miedo al castigo desaparecerá. Cualquier mozalbete se felicitará a sí mismo: " Soy tan pecador, que Dios en persona ha venido a salvarme." Cualquier mangante argumentará: "Me gusta cometer crímenes. A Dios le gusta perdonarlos. Realmente, el mundo está perfectamente organizado." La Nueva Aristocracia se nutrirá exclusivamente de ermitaños, vagabundos e inválidos permanentes. El Diamante en Bruto, la Puta Escrofulosa, el bandido al que su madre adora y la chica epiléptica que se lleva bien con los animales serán los héroes de la Nueva Tragedia, mientras el general, el estadista, y el filósofo se habrán convertido en el objeto de la rechifla de toda farsa y toda sátira."

(W.H. Auden (1907-1973), 'For the Time Being. A Christmas Oratorio', New York 1944)

A propósito del reemplazo de la Justicia por la Piedad, dice Francisco Ayala que "es la caridad la única vía de redención del ser humano ante el ejercicio cotidiano de la usurpación." La belleza de las palabras de Auden evocan la recomendación de André Breton -“acorralar siempre a la bestia loca del uso”- sobre el carácter subversivo de toda auténtica creación artística como elemento antagónico de la mediocridad aceptada de lo cotidiano. Con el corolario de Joseph Conrad: “Vivimos como soñamos: solos” (La línea de sombra)

25 de junio de 2006

Plural / singular.

(Spencer Tunick fotografía a más de 1.000 personas desnudas en el palacio del Kursaal y en las playas de San Sebastián. Fotos: Iñaki Andres y EFE)

El último amuleto de la izquierda es esta palabra de sonido líquido. La utiliza como un talismán porque necesita conjurar sus demonios familiares de uniformidad y barbecho. Su uso adjetivo es de aplicación universal, sirve igual para una fiesta de fusión de músicas que para una antigua nación. Paradójico calificativo para quien tiene un acreditado curriculum de monotonía ideológica. Pero la izquierda resuelve esa contradicción con el uso militar del arma: plural se aplica a todo espacio ajeno que se quiera conquistar. De ahí la España plural o la Alianza de las Civilizaciones. Para los propios y padres adoptivos queda lo singular al paso de la oca, el orgullo de lo único, desde el partido hasta Cataluña. La conversión de plural en singular la hace el pequeño timonel con un simple cambio de escenario, el del puente aéreo. Lo plural que en Madrid es requisito democrático se transforma en singular en Barcelona como imperativo de esencia para ganar el futuro. La biodiversidad que se le pide a España como trampa para enviar a la extinción a las especies enemigas, es unicidad colectiva exigida en Cataluña como tarea fundacional. En la estación intermedia, un País Vasco aún no conquistado, el presidente pide como transición “un acuerdo democrático que recoja la pluralidad de Euskadi” (El País, 24 de junio 2006)

Este lenguaje binario plural / singular, 0/1, no se limita a los territorios sino que cubre generosamente las materias: la pluralidad organizada en prietas las cuotas del proyecto de Ley de Igualdad entre Mujeres y Hombres es recuerdo colectivo único decretado por la ley de la Memoria Histórica. La diversidad armónica del consejo de administración de la empresa tendrá que evocar el mito único de la IIª República. La España plural se compone de unidades indivisibles de modo que el ciudadano se deslice hacia la seguridad que da la certeza de su autonomía singular. Así, esa pluralidad es falsa porque termina no en su beneficiario y componente natural, el ciudadano, sino en el territorio tapón de la libertad, la región. La diversidad de menú degustación que se atribuye a la Constitución como pretexto de riqueza es rancho de diseño y salivación grupal en el feudo de cultura unívoca.

La exigencia de pluralidad a entes abstractos como España no es más que la alquimia necesaria para conseguir la comunidad singular con la que se identifique el individuo con auténtica ilusión inducida. La razón reside en la abstracción pero el sentimiento de pertenencia es más poderoso y se sitúa en lo próximo como palpable. El gran éxito de la operación es la oferta de ese sentimiento hecha con el implacable y fácilmente inteligible lenguaje binario. Se es nacional de algo concreto con un simple click, no de una lejanía abstracta con un discurso para el que no hay tiempo, ganas ni entendederas. Lo inmediato y seguro del espacio único frente al miedo al vacío que produce la mezcla dispersa de lo español. Que es el miedo al vacío propio del ciudadano.

Por eso el viaje con nosotros de lo plural a lo singular no tiene retorno, más que una vía lateral en forma de futura eficacia administrativa de coordinación de competencias, cuya aridez no puede tener ninguna leyenda. Ni, por tanto, triunfo.


Maragall y Montilla.

(Wangechi Mutu, 'Complete Prolapsus of the Uterus', Galería Saatchi)

Añoraremos a Maragall si Montilla llegara a ser presidente, porque el converso que quiere huir a toda costa de su pasado por creerlo miserable se comporta como un mercenario, ya que no tiene nada que perder porque no tiene nada. La trayectoria política de Montilla es una obsesión por que los demás olviden su origen. Su interpretación de los resultados del referéndum –“ha sido una formidable derrota del PP”- indica tanto su vacío político como el odio implacable que ejercerá contra cualquiera que no coincida con sus intereses. Que son nada menos que matar al padre y que los demás crean que sus padres biológicos son su Cataluña adoptiva. Frente a este personaje voraz, en huida permanente, se echará de menos los 100 gr. de duda que visitaba Maragall de vez en cuando. Y, sobre todo, que no tuviera nada que hacerse perdonar.

Otra pérdida será la del estilo; estos segundones prescinden de él porque saben que es un freno a su ambición. Esa es la gran ventaja del estilo en política, ser parada y fonda en la carrera de la ambición. Frente al trayecto que ha sido Maragall, Montilla será el atajo. De su hatajo.

22 de junio de 2006

Abstención política y apatía cívica.

(Antonio López-García, Lavabo y espejo, 1967-68)

La abstención es la dimisión política del ciudadano y su constancia deriva en la apatía como dimisión cívica. Cuando los políticos se hacen unánimes degeneran en clase política y esa unanimidad termina siendo el signo de la uniformidad social, aunque sea ejercida como indiferencia. Si no se opina, se comulga; si no se vota, se otorga. En tiempos en que se ha sometido la democracia a la estadística, el umbral de esa unanimidad política en Cataluña se ha fijado en el 89% parlamentario y el quicio de la uniformidad en el 50%, en cuarto creciente.

La abstención en sociedades urbanas y complejas como la catalana sucede a la colonización nacional. Primero llegan los misioneros airados con el evangelio redentor de infieles y luego los ingenieros de almas que laminan la razón y la rebelión hasta sustituirlas por el plano como única dimensión cívica. Se permite recorrerlo en toda su extensión, sin límite de horizontes, pero sin transgresión de su uniformidad. Todo el esfuerzo ciudadano que se sustrae a la política se distrae en tareas auxiliares que comulgan con las oficiales, pero con el marchamo de solidarias y alternativas. La abstención es ignorada por la clase política por supervivencia y autonomía y la unanimidad sólo ocurre en democracia como emergencia, nacional –Cataluña- o económica –Alemania-.

Al estado de apatía se llega por indiferencia de lustros, mecánicamente, en una secuencia que comienza por la moderna y ciega confianza en el progreso, en que todo lo nuevo es mejor y termina en la cómoda simbiosis del ciudadano con su invasor. Esa confianza conduce a la transferencia del derecho de voto del ciudadano al político para que éste lo administre y termina cuando el cheque en blanco que es la abstención es cobrado diariamente por el político. El círculo del dominio se cierra cuando el abstencionista participa activamente en la vida de la comunidad por medio de proyectos subvencionados económica y culturalmente por el poder. Como los de recuperación de la memoria de las dictaduras chilena y argentina, pero no cubana, que financia la Generalitat. Cuando el ciudadano come de ese pan y disfruta de ese circo su apatía cívica, la muerte de su capacidad crítica y de rebelión, está censada.

Hay un importante error aritmético en los resultados del referéndum catalán que no se ha publicado: la abstención principal ha sido la de la responsabilidad de la clase politica, cifrada en el preambular 89%, muy superior al crepuscular 51% del electorado. La intensidad de la abstención deriva en el sigilo de la apatía con el mohín del analista como nota a pie de página en el pregón de la nacionalización del individuo. La penúltima exigencia cívica es impedir esa nacionalización del espíritu porque la última es reclamar una reflexión moral, que es la gran y ¿sorprendente? ausente de la crepuscular vida catalana.

21 de junio de 2006

En el pozo bruno (cuento)

(Antonio López García, La casa de su tío Antonio López Torres, 1972-75)

(Colaboración especial de
El Xiquet de Columbretes, procedente de El Quicio de la Mancebía)

Recuerdo que el amanecer se presentaba, una vez más, exultante, traslúcido, y ella seguía con los ojos atrancados. Se negaba a recibir los brillos del vivir para los que creía ya no tener protección.

Y yo le hablaba de mi esperanza, que quería que fuera la suya. Para que saliera de la escama que le robaba el anhelo. Que abriera la vista al fresco día y lograra de nuevo la resonancia con la vida.

Durante todas las horas de sol le reclamé el esfuerzo y le di mi apoyo, hablándole suave, con dulzura. Acariciando sus sentimientos. Mostrando afectos y ánimo para levantarle el suyo. Persistiendo con miras al ansiado milagro: un vuelco en su mirada.

Cuando mi desaliento asomaba con riesgo, abrió los ojos tímidamente: grandes, negros, y me entusiasmé por un instante. Más cuando miré la ventana, ya era de noche.

(El Xiquet de Columbretes (2006). Todos los derechos reservados)

La lectura como salvación.

(James Rosenquist, ‘Marilyn Monroe, I’, 1962)

(Esta es la primera colaboración de
Alicia Rosell; presten atención)

Teorías sobre la conciencia.
Elfriede Jelinek, Nobel de Literatura de 2004 ha dicho: "La literatura no tiene poder para despertar conciencias"
¿...?

No sé en qué se basa esta magnífica autora para aseverar tal pensamiento, pero me permito discrepar con ella en este sábado de calor norteño. Si fuera cierto lo que dice Elfriede, ningún hombre de los que han ostentado el poder a lo largo de la historia de la Humanidad habría utilizado la ignorancia de su pueblo como método para pisotear todos los derechos humanos.

Supongo que para que no se despertaran esas conciencias, para que no pudieran discutir los pobres, los imbéciles, los paletos de la España de la posguerra -me ha venido este ejemplo por cercanía, pero pueden servir cientos- los que no tenían cultura, ¿qué podían defender o cómo podían defenderse de las tropelías que se cometían contra ellos?

(Dejo constancia que mi referencia a ellos no sostiene connotaciones peyorativas.)

La ignorancia ha sido a lo largo de los siglos, el látigo que más conciencias ha fustigado. Aún hoy, esa ignorancia es el arma arrojadiza para relegar al olvido o discriminar a los menos "avispados".

Soy consciente de la subjetividad de la frase, porque no sé a qué clase de conciencia se refiere Elfriede Jelinek. Tampoco puedo discutirlo con nadie, ya que esta es una reflexión unilateral. Desde el punto de vista que yo lo trato aquí estarán de acuerdo conmigo en que no parece que los pueblos puedan defenderse con libros -¿por eso los quemaban?- a falta de armas. (Entiendan mi ironía, no escribo sólo lo que opino, intento darle ‘vuelta a la tuerca’.)

Al poderoso le basta y le sobra con tener él la exclusividad del don de la palabra y la sapiencia... Y que sus súbditos le rindan pleitesía -créanme que no hace falta remontarse al Medioevo.

La palabra dicha en voz baja, el libro camuflado, el pasquín político oculto, la mafia que mataba con la conciencia dormida pero despiadada: Total, si el mundo estallara mañana en pedazos tampoco quedarían señales de la civilización que hubo... ¿Será esto lo que opinan los acólitos de la ignorancia?

Repasemos la Historia, leamos biografías de muchos de los "Grandes" y pongámonos en la piel de los pueblos oprimidos. Tal vez cambiemos la frase de Jelinek -me parece algo desafortunada-, por esta otra: "La Literatura sí tiene poder para despertar conciencias".

Leer, leer y leer es la única solución viable que yo veo. Salir del ostracismo dando patadas, como si naciéramos de un huevo que habremos de romper para existir como los seres pensantes y de libre albedrío, que ¿somos... ?

20 de junio de 2006

El editorial margarita

(Robert Rauschenberg, 'Riding Bikes', Postdamer Platz)

(Comentario sobre el editorial de El País 'No se puede olvidar', sobre el comportamiento de Txapote y su compañera Amaia en el juicio por el asesinato de Miguel Angel Blanco)

Me es indiferente la muerte de Miguel Ángel Blanco. O quiero hacer creer que lo soy.
Me es indiferente la muerte de José Luis Caso. O quiero hacer creer que lo soy.
Mostrar mi indiferencia, ¿será un error del que tenga que dar cuenta mi mensajero? ¿O podré seguir siendo indiferente después de esa declaración?
Mi imagen indiferente, ¿es sincera o o es una forma de ocultar mi espanto?
¿Soy un canalla o un táctico?
Todo sucede a la vez: me debato entre el olvido y la memoria mientras los míos y los otros debaten el tipo de funeral de la memoria hasta confundirse juntos en el olvido.

No podía vivir con esta duda pero he encontrado la solución en un editorial del principal periódico del país de mis muertos que explica mi vaivén y me dice que mi lehendakari se disculpará por mí, y que eso no debería echarse al olvido. Así concluye ese editorial, mirando de reojo al otro debate, al que importa. Ese olvido es el recuerdo que quedará.

Dudad, dudad, que más indiferente seré yo cuando vea a vuestros hijos pudriéndose en el olvido.

Estado de bienestar


El Estado de bienestar es una sensación, no una prestación. Sus gestores naturales serán siempre los porteros de guardia, no los inquilinos críticos con sus principales bajantes, el nacionalismo y el progresismo.

El nacionalismo es un seguro de vida y la prima de riesgo que suponía una ETA violenta o una ERC radical era demasiado alta como para seguir pagándola. Lo primero que quiere el ciudadano es un seguro de vida, a ser posible con relato para contar con una épica que le haga ilusión, que le saque de la mediocridad del negociado. Por eso necesita sentirse de izquierdas, tener un mito inalcanzable al que trasladar su vacío. Y, sobre todo, tener un sentimiento compartido que le evite la soledad y la neurosis, la expulsión de la pandilla. Desplegar el mismo reflejo condicionado que el vecino le asegura los quince minutos diarios de gloria que necesita para creerse único y saberse masa.

Lo segundo que quiere el ciudadano es bienestar, o sea subvención. Seguridad y bienestar son dos trincheras enfrentadas a la razón porque ésta es una petición de esfuerzo y riesgo que nada puede contra aquellas tranquilizadores sensaciones. La batalla está en las sensaciones, una especie de sentimientos de consumo inmediato y gratuito, y no veo qué emoción podamos entrenar para batirse con esos melodramas llamados nacionalismo e izquierda con garantías de éxito. Entre el calmante y la incertidumbre siempre elegirá el primero, con su debida adicción.

19 de junio de 2006

Ochagavía, Año Cero.

(Agustín Ibarrola, Bosque animado del valle de Oma, Vizcaya)

Llegamos de noche, en medio de una tormenta pirenaica rotunda, a Ochagavía (Navarra), más cerca de Huesca que de Guipúzcoa. En la cena el joven dueño del hotel rural nos aclara ufano cómo recuperó el vasco en el que habla habitualmente con su novia: “Aquí se perdió el euskera hace mucho tiempo pero me fui a Azcoitia donde me recluí como un monje durante más de dos meses para aprenderlo.” Su confesión es un auténtico do de pecho ‘ahora ya soy’, salido de la noche de los tiempos en que se perdió el ancestral idioma. Los jóvenes del pueblo han seguido el mismo proceso de nacionalización y su comportamiento en el acto de reclamación de amnistía para los presos de ETA que se celebrará al día siguiente será una exhibición de orgullo personal. Mientras tanto, un numeroso grupo de abuelos habla un contundente castellano en la plaza; deduzco que es su idioma materno por la soltura del acento con que se expresan. Las voces que dan deben ser el ruido que acalla la evidencia de su extinción, sin proyecto alguno de parque temático que los recuerde. Su vida se convierte en fósil y el fósil del nuevo idioma en vida. Los abuelos tenían la parroquia como hábito, los padres tuvieron la secularización como tránsito a ninguna parte y los jóvenes se amarran como galeotes a los bancos de la sidrería, a la tradición en el cobijo de la pandilla. Tres generaciones arropadas por el grafismo tradicional vasco, con los aleros protectores de las letras como columpio de consuelo para todos ellos.

(Dantzaris de
Ochagavía (1915-1930). Fot. de Ángel de Apraiz Buesa. Grupo de personajes masculinos vestidos con traje de dantzari y bobo en la localidad de Ochagavía (Navarra, España). Propiedad de la Diputación Foral de Alava. Cortesía de El Quicio de la Mancebía)

Por la mañana, Irati, el bosque uniforme cuya densidad es una metáfora de la nueva nación, hayedo único e invasivo del espacio, árboles rectos, altivos de sol, sin equívocos en forma de arbustos u otras especies rivales. Sensación de acogida húmeda, maternal. Una envoltura vegetal, homogénea, cuya extensión recorro con la soledad que regala la lluvia, del mismo modo que la nación se disfruta en exclusiva por los conversos, como versión convergente de huérfanos que es. Un abeto díscolo le recuerda al haya dominante el lema de Bakunin que ha encontrado en la botella abandonada por un visitante: “La uniformidad es la muerte; la diversidad es la vida”. El haya contesta con el silencio de su apabullante dominio.

Por la tarde, el reposo del turista en el Centro de Interpretación de la Naturaleza. Frecuento estos centros por el magnífico estado de sus aseos y por las cualidades que comparten con las casas de citas: te interpretan la vida, los encargados te enseñan sus hallazgos con orgullo, sales con una impresión confusa y ambos suscitan la gran pregunta de la democracia –‘¿y esto quien lo paga?’- con la misma respuesta, uno mismo.

Al día siguiente, subida al monte Ory, único dosmil y cumbre del Pirineo navarro, al cual tienen las gentes del país por símbolo y los vecinos franceses por montaña. En la vertiente norte está Iparralde, envuelto en la bruma cerrada de su bajura, el único país que sólo existe en su reflejo, Navarra por aquí. En la frontera, una solitaria y dual placa, Navarra-Nafarroa, como membrete de oficio que suple a la antigua España para dar la bienvenida al extranjero. Un autobús espera una comitiva que baja de la cima en alegre carlistada, ruidosa, sin signos de agotamiento, con el mismo color intenso en sus caras que los prados cercanos. Se cruza con ellos el socialdemócrata urbano que sube jadeante hacia la cima enfrascado en el plano de su ruta con encanto, amante como es de la realidad reducida a cartografía y satisfecho con el exotismo que da la correcta evolución de topónimos en su guía. Llega a la umbría y encoge los mapas y los hombros como quien acostumbra hacerlo con el espíritu. Su visión del mundo se encierra en la tx del patxarán que se llevará como trofeo de un safari, seguro de que el mundo progresa adecuadamente al pasar de la rancia ch a la moderna tx. Mientras, un escueto liberal coincide durante un tramo con ese espécimen instalado y sube con la alforja del escepticismo, sin saber si culminará la cuesta en un medio humano tan ajeno o tendrá que decidir el clima por él. Pero es un escepticismo líquido, con vaivenes hacia lo efervescente, contemplado con sólida indiferencia por el pastor, el único que permanecerá allí cuando los peregrinos se hayan ido.

16 de junio de 2006

Agresión a la ciudadanía.


Hay que denunciar por enésima vez la enésima (más de una es un clima, en las circunstanciales actuales) agresión sufrida por un grupo de ciudadanos en acto político de la campaña electoral sobre el referéndum del Estatuto. Si ese grupo representa un proyecto cívico a punto de constituirse en partido político, el clima de intimidación se explica para mantener limitado el pluralismo político en Cataluña. La colusión de intereses y silencios va tejiendo un Régimen uniforme; aúpa la infamia institucional, el aplauso cultural, el miedo y la indiferencia de muchos a esa mayúscula. Es necesario rebajar la dictadura que se camufla en Régimen y poner a dieta a todos los albañiles que se aplican en su construcción. Denunciando, que es resistirse a ser confinados en la Resistencia.

15 de junio de 2006

Consenso y violencia.


Si la noticia surge cuando un hombre muerde a un perro, el relato comienza cuando el hombre muerde al hombre. Todos los remedios sociales que el hombre ha organizado para evitar que tal violencia acabe con la especie, desde el hechicero hasta su apropiación por el Estado, cuajan ahora en el anhelo furioso y uniforme de paz y consenso. El consenso como único motor de acción política es la gran excusa de los ladrones de ideas. Se equivocan quienes han certificado la muerte pública de la moral; al contrario, los valores desfilan en formación militar impidiendo el deambular de la razón política. Escuadras de diálogo, generosidad, consenso, negociación, acuden prietas las filas al servicio de la paz y conducidas por la igualdad. La equivalencia entre distintas posturas políticas, legales o no, otorga legitimidades y excluye del juego a quienes niegan la nueva ley del valor unívoco. ¿Cómo oponerse a quien afirma que cualquier propuesta no violenta cabe en el banquete de las mesas, sin que tenga que ser relegada a la cocina o al trastero? ¿Cómo evitar la exclusión al ser calificado de agorero por ponerle pegas a la paz? El partido con espíritu disputador queda relegado al bando de los violentos. Y su expulsión no rompe la uniformidad del juego porque queda fuera, no al margen.

La cancelación de la razón política consiste precisamente en esa exhibición impúdica y sin impugnación probable de valores totalitarios que parten de un gobernante vacío y, por ello, acaparador. Ya no hace falta tener proyecto político propio para gobernar con éxito porque el proyecto es la expropiación de la razón de cada ciudadano y grupo para su puesta en común en régimen de igualdad y gestión arbitraria por el poder.

La transacción continua entre propuestas es el huecograbado de la razón política, la confiscación de la capacidad y voluntad de argumentar y convencer por procedimientos democráticos. Además, esa negociación obligatoria exime al croupier de toda responsabilidad en el cambalache de vacíos. Un sentido mercantil de la política cuyo objeto no es convencer al ciudadano sino estimular en su subconsciente sensaciones agradables como la paz, el diálogo y el acuerdo entre todos. La seguridad y la manipulación del miedo contra la razón.

El consenso sólo puede ser un medio que sirva como cautela legal para reforzar la seguridad jurídica en materias principales, objeto de leyes orgánicas por ejemplo, o un medio político para salir de situaciones económicas o parlamentarias apuradas, como la gran coalición alemana. Cuando es un fin en sí mismo se convierte en el recaudador de ideas que entrega al ciudadano un único albarán, el de su disolución. Sin recibo ni factura, para evitar reclamaciones.

Hay una modalidad rococó de consenso que está teniendo gran éxito en España, el consenso de equilibrio, un pacto interno de reparto de poder y migajas entre partidos dispares en su imagen de marca pero afines en su propósito autárquico de la democracia. Una ventriloquia del poder. La siguiente fase será la simulación de proyectos, el reparto del vacío político entre propuestas vociferantes sin palabra.

14 de junio de 2006

Guerra, política y medios de comunicación.

(Ludwig Meidner, Das Eckhaus (Villa Kochmann, Dresden), 1913)

Bastenier traslada la muerte de Al Zarqaui al campo de batalla mediático, con fines bélicos como no puede ser de otra manera: “Cuando una guerra parece imposible de ganar porque a la resistencia le basta con seguir existiendo para que las hostilidades no cesen, la necesidad de definir lo que pasa para que la opinión asuma o rechace el esfuerzo militar, se traslada frecuentemente a lo mediático. Eso es lo que ocurre con el conflicto de Irak, que se libra tanto en el universo de la información como en el campo de batalla. ¿Cuál es por ello la cotización mediática de la muerte de Zarqaui?; ¿cómo se compara con las torturas en la prisión norteamericana de Abu Ghraib, o la masacre de civiles en Haditha?; y ¿con el trato a los reclusos de Guantanamo, o las fabulaciones de Washington sobre las armas de destrucción masiva? La única medición posible de ese valor de imagen son los sondeos, pero con una nota al pie: la reacción inmediata puede ser efímera; y de nuevo, es sólo la obra general, el balance lo que puede tener algún valor.” (‘Al Zarqaui contra Abu Ghraib’, El País, hoy)

Tiene razón Bastenier en ese viaje pero lo convierte en inútil al arrasar el campo mediático con dos misiles progresistas de largo alcance y mayor prosapia: la pulsión antiamericana y la obsesión por la equivalencia, en este caso entre terrorismo y abusos de un gobierno que los somete a permanente cuestión e investigación precisamente por ser de un Estado democrático. El campo de batalla mediático, como el político, necesita de una jerarquía de valores para que pueda operar en él la razón. La equivalencia anula el valor de las variables juzgadas al igualar los parámetros entre sí. Precisamente el resultado de tal despliegue simétrico e idéntico de valores negativos es la indiferencia del discurso, con lo que sólo quedarían dos campos de batalla, el político y el bélico.

El periodista no es un contable ni su narración un balance pulcro donde el activo tenga que ser indefectiblemente igual al pasivo. La cotización mediática de la muerte de Zarqaui no tiene su asiento correspondiente en “las torturas de la prisión norteamericana de Abu Ghraib”, porque la deshonestidad de tal comparación rompe una de las reglas del juego mediático, la veracidad. Y, desde luego, “la única medición posible de ese valor de imagen” no son los sondeos, porque hablamos de relatos, argumentos y razones, no de estadísticas dirigidas.

Hay una razón mediática, igual que una razón política, que es de orden moral, no el fiel de una romana.

Política exterior que es política interior


La respuesta del gobierno francés al segundo emplazamiento de ETA ha sido que..."la búsqueda de una solución política para el País Vasco español es una cuestión que depende de la soberanía española". Es la segunda y casi automática respuesta que da y debe dar un Estado de derecho seguro de serlo al último coletazo –el ‘alto el fuego’- de una banda terrorista que necesita cambiar de tienda, no de oficio, el cual sigue siendo la extorsión y el chantaje, ahora político.

El primer comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores del gobierno francés, de 22 de marzo, fue: "Francia no comenta el comunicado de ETA ni se entromete en un asunto que concierne directamente a la soberanía española. Deseamos, en todo caso, que la paz pueda triunfar de manera definitiva".

Ambos comunicados son de política exterior, pero revelan una auténtica y clara política interior.

En este segundo se encuentran dos transferencias directas al gobierno español: la primera, una novedad respecto al primero, que era de diplomacia clásica, de ‘no injerencia en asuntos internos’: ahora habla de “la búsqueda de una solución política”. Con esa atribución de política al antiguo ‘asunto’, el gobierno francés sí se inmiscuye en el problema español pero probablemente para excluirse de considerar como política una hipotética cuestión equivalente que le pudiera surgir. O sea, que Francia considera a ETA y el terrorismo, independentista o iluminado, como un asunto de orden público. Y no puede ser de otra manera porque el Estado nace con el monopolio de la violencia, con la transferencia de todas las violencias privadas en exclusiva al Estado. Ese monopolio implica la gran responsabilidad de gestionar la violencia sin devolver parte de ella, transformarda en política, a uno de sus antiguos dueños.

La segunda nota del coherente comunicado francés es “el País Vasco español”, asociado a la “solución política” Luego el País Vasco francés no es –ni será- objeto de solución política, que en este asunto suena a extraordinaria, extralegal y extrademocrática (ETA no es democrática) Los problemas de orden público –seguridad, justicia- tardan y cuestan más en arreglarse, su solución es menos espectacular para el consumo de la ciudadanía que un proceso fulgurante de paz, pero refuerzan la solidez del Estado frente al andamio por el que nuestro gobierno ha optado.

Y al final hay una obviedad que aquí es un brindis al sol: “es una cuestión que depende de la soberanía española”. Parece una malicia francesa, hablar de una soberanía congelada por falta de voluntad política de su gobierno, pero es una simple realidad nuestra.

Urbanismo salvaje y nacionalismo

('Friend' - To M.F. by Philip Guston, 1978, Collection of the Des Moines Art Center, Iowa)

En un kiosco me encuentro juntos dos periódicos que dan noticia de dos formas de colonización, nacionalismo y urbanismo, que se ceban en la costa mediterránea:
“El nacionalismo catalán justifica la espiral violenta que sufre el PP” (
El Mundo)
“El urbanismo salvaje eleva un 40% el suelo edificado y se ceba en la costa mediterránea” (
El País)

La asociación se justifica, además, porque son dos fenómenos que comparten muchas cualidades: fulminantes, arrasadores, agobiantes, irreversibles, furiosos, totalitarios, corruptos, feos y excluyentes de una vida ordenada y libre. Y, sobre todo, caros, innecesariamente caros.

Urbanismo salvaje y nacionalismo no comparten en cambio la valoración que hace el gobierno de ambos jinetes, uno del Apocalipsis, el otro de última frontera: “El urbanismo salvaje ha alcanzado cotas que el Gobierno considera "insostenibles e irresponsables", según la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona” (El País)
Pero ambos son geológicos: el urbanismo destroza la naturaleza mientras que el nacionalismo deja en barbecho al PP y otros disidentes no censados.

En cuanto a las zonas de arraigo, ambos se ceban en la costa mediterránea, pero el urbanismo se ha especializado en territorio sioux: “Las zonas urbanizadas aumentan más del 50% en la Comunidad Valenciana y Murcia” (El País), mientras que el nacionalismo lo hace en tierras dedicadas al confinamiento de los indios en sus casas, sin derecho siquiera a la reserva. Vicio congénito del enemigo frente a virtud del aliado.

Los dos dejan como resto inasimilable un país nostálgico.

11 de junio de 2006

El tipo de derechas


Desde la transición se va labrando un perfil del individuo de derechas que confirma el retrato clásico del reaccionario, un ser reacio a los signos de la modernidad. Para comprobarlo, El País se infiltra en los autobuses que acuden a la manifestación de la AVT desde el País Vasco y Cataluña y toma el pulso a los alienados: "
Este año no he tomado cava catalán", titula uno. No declara la mujer, titula el periodista. (‘El debate por el proceso de paz’, El País, hoy) El periódico ha seleccionado las dos naciones de vanguardia que mejor pueden desmontar el arquetipo de lo carpetovetónico. Se aplica con dedicación histórica a la taxonomía del ser de derechas y encuentra un espécimen en franca regresión: “Estamos menos que la otra vez. ¿No te parece?”, declara una viajera.

Pero se detectan mutantes. La credibilidad, que no verosimilitud, de esta clasificación depende de dos tiempos de la información: esbozar el tópico como se ha hecho con el titular de la alergia política al cava para sustituirlo por una figura móvil. El periodista sabe identificar la capacidad de adaptación de este homo antecesor de derechas a los cambios sustanciales que están transformando nuestra democracia, en este caso el proceso de paz como último hito. Para ello entrevista a ocho víctimas del terrorismo, utilizando la técnica de la muestra supuestamente aleatoria para transmitir al lector la representatividad de los entrevistados. El cobijo calmante para el lector que desmonta la furia y el número de la masa se ofrece en forma de pregunta genérica e individual:
“¿Qué haría yo?” Pregunta que, al dar la voz a la ciudadanía, neutraliza la instrumentalización política de las víctimas por parte del PP. Los resultados son concluyentes sobre el triunfo de los ocho magníficos frente a los miles de la masa informe y manipulada que se manifestó ayer:

"Hablar para evitar que haya más víctimas no es bajarse los pantalones"
"Yo ya he perdonado, sin que nadie me lo pidiera"
"La manifestación me parece inoportuna"
"Morderse la lengua y perdonar para salvar vidas"
"Trabajemos discretamente por la paz"
"¿Por qué tenemos que ir detrás de ellos?" Aquí salta la disidencia a la víctima homologada, pero enseguida aclara el entrevistado en transición que “Le gustaría que en la mesa del diálogo con Batasuna se sentase un representante de las víctimas”
"Lo que toca es querer la paz, de una vez por todas y todos juntos"
Con una nota sentimental "Los políticos no entienden el miedo" pero confirmatoria: “Si ahora se puede hacer algo, que lo hagan. Que hablen con quien tengan que hablar para terminar con esto"

10 de junio de 2006

Sociedad plural, política plural.

(Chris Jordan: “Bi-polar”)

Supongamos que en Cataluña existe una sociedad diversa y compleja pero que el pluralismo político es reducido no por falta de partidos, sino por la colusión de intereses entre los mayoritarios, tanto los del gobierno autonómico como el de refresco (CiU) Ese paisaje político uniforme se ha trasladado a una cultura politica gris impuesta unilateralmente desde las instituciones, tanto de gobierno como de sus apoyos económicos, mediáticos y ciudadanos, activos o condescendientes.

1. Hay dos ámbitos de intervención pública y de relación del ciudadano, el social y el parlamentario / político profesional. Por supuesto, en ambos se debaten asuntos políticos y existe una diversidad política en el social que no tiene correlato en el parlamentario. Sin este supuesto de partida el razonamiento sobra porque, o bien el ámbito social no tiene atributos políticos, o bien no es diverso, luego la hipotética correlación con el campo parlamentario es indiferente.

2. Supongo también que diversidad y complejidad son condiciones de una sociedad avanzada mientras que pluralismo político es su forma de ejercicio en este ámbito (político en sentido estricto, clase política)

3. El cuerpo social transfiere la decisión política al parlamentario (o político profesional) mediante el voto, pudiendo rescindirle el contrato (o mejor, cambiar de contratista) si éste último se apropia indebidamente de él. Esto es lo que creo ha sucedido en la vida pública catalana. La casi unanimidad parlamentaria catalana en el proyecto de reforma del Estatuto ha decretado la uniformidad social. En ese diktat está el robo: “el Parlamento de Cataluña, recogiendo el sentimiento y la voluntad de la ciudadanía de Cataluña, ha definido de forma ampliamente mayoritaria a Cataluña como Nación” dice que Cataluña es una nación.” (Preámbulo del proyecto de reforma del Estatuto)

4. Unanimidad no es uniformidad. Aquí hay un sesgo dictatorial: la unanimidad parlamentaria pretende definir la uniformidad social, con lo que a la sociedad no le queda más salida que impugnar tal supuesta correlación votando en contra no ya del Estatuto, sino de la transferencia vitalicia de su capacidad de decisión al político. Es decir, pidiendo que la clase política, convertida en oligarquía en un momento histórico, devuelva la soberanía CULTURAL a la sociedad, ya que esa cultura política es común y compleja por naturaleza o no es. Una cadena de transmisión sociedad – clase política – cultura política, que hay que romper con el voto y con actos políticos (fundación de CdC) que recuperen el pluralismo en esos distintos ámbitos.

5. Último factor: la posible indiferencia en forma de alta abstención. La indiferencia es una forma pasiva, o inversa, de uniformidad.

Veremos qué sucede.

9 de junio de 2006

Periodismo, literatura e Historia.

('Venus of the Rags', Michelangelo Pistoletto, 1967, Hirshhorn Museum)

Cómo saber quien sobrevive en la batalla entre literatura e Historia? No se puede medir por su dominio, privado en la literatura, público el de la Historia, porque ese ámbito de proclamación las sitúa en campos de juego paralelos. Es en la memoria y en el sentimiento donde contienden.

El periodismo no es árbitro de ese combate ni alcahueta del encuentro, sino cronista tenso de esa dispersión. Aporta el músculo. No es síntesis de ambos relatos ni equilibrista de ocasión. Es testigo del tiempo en que suceden los hechos. Pero sólo si transforma la palabra en músculo y con él recorre ágil el espacio que ocupan la literatura evocadora y la Historia convocadora. Su deambular reúne la épica y la estrategia del ciclismo.

Márai regresa a su casa al terminar el cerco de Budapest, en vísperas del fin de la IIª Guerra mundial. Encuentra la ciudad y la cultura europea que ésta representa en ruinas. En medio de los escombros aparece una estatua intacta: el busto de un poeta húngaro del XIX, Károly P. Szakmáry, desconocido entre los vecinos de Buda e incluso para el propio Márai. Busca su nombre en una enciclopedia y figura como autor de un poema épico. Interpreta esa supervivencia como “un espectáculo alentador: la promesa de que la literatura es más fuerte que la Historia, aunque ninguna de las dos tenga ningún sentido.” Márai ejerce de periodista con este canto fúnebre pero, sobre todo, con la voluntad de reconstrucción, de sobrevivir a la invasión.

Cuando sucede la invasión de los que no tienen literatura ocurre la Historia como desolación. Hungría, y con ella la mitad de la Europa de las luces y la razón, tardaría 44 años en recuperar la capacidad de producir memoria sentimental pública. La épica está otra vez en el punto de mira de estos desalmados. La Historia es constante en su mayúscula y el periodismo la apea a las historias. Pero no puede quedarse de miniatura entre géneros, en rendija entre los escombros, en notario de rendiciones. Su tarea no es la consolación sino dar sentido, textura, a la estatua, las ruinas y los vecinos.

6 de junio de 2006

Noticia de una agresión

(Francis Bacon, 'Portrait of Michel Leiris' (from Miroir de la Tauromachie box set), 1990)

Una coma que es un mundo: “El periodista Arcadi Espada, agredido en un acto en Girona” (
El País, hoy)Esa coma convierte al periódico en el árbitro del combate. No se da cuenta de un boicot tolerado por la autoridad a un acto público de una organización política, sino de un combate personal en la Cataluña singular. En un rincón, un periodista conocido; en el extremo contrario, individuos. Equiparación entre individuos, aunque no entre actitudes ni entre pesos, ligero uno, medios los otros, contendientes ambos.

La falta de intervención policial confirma que fue un combate entre particulares; sólo los padrinos del periodista denuncian, partidistas como son: “La plataforma Ciutadans de Catalunya denunció ayer que el periodista Arcadi Espada fue agredido en Girona por un grupo de independentistas cuando se disponía a entrar en la sala en la que se celebró un acto de la organización que llevaba por título Si vas a votar, vota no.”

Se reitera la visión subjetiva del suceso: “Según Ciutadans de Catalunya, "un grupo de entre 20 y 30 independentistas catalanes han increpado a Arcadi Espada con insultos de 'fascista', le han zarandeado y le han agredido en diferentes partes del cuerpo".
De un combate privado y clandestino: "Era un acto privado y la policía no puede decidir quién entra y quién no, aseguró la portavoz [de los Mossos d'Esquadra]”.

En la velada se celebró un combate paralelo entre los organizadores del acto clandestino y la policía:“La ausencia de vigilancia policial permitió, según los convocantes, que el grupo de independentistas actuara impunemente.” “Fuentes de los Mossos d'Esquadra desmintieron que no hubieran comparecido en el acto. ‘La policía ha hecho su trabajo y ha estado presente desde el principio hasta el final’, aseguró una portavoz policial.”

Este acto de resistencia no pasará a la memoria histórica de la izquierda, no será leyenda de negociados y sindicatos como la bofetada propinada al diputado socialista Jaime Blanco por un policía en agosto de 1977, durante una manifestación por la autonomía de Cantabria.

Otra versión de los hechos:

“Cataluña permitirá que los restaurantes dejen sin aislar las zonas de fumadores” Debe ser un fundido en negro del titular buscado: “Cataluña permitirá que los nacionalistas dejen sin aislar a sus vanguardias.” No gamberros; son vanguardia organizada en famélica legión. En una Cataluña tolerante, integradora, sin discriminación oficial entre agresores y agredidos.

Diálogo en un periódico

(Fragmento de 'Tres estudios para una crucifixión', Francis Bacon, 1962)

“Lo que más necesitamos es una persona que nos obligue a hacer lo que sabemos” (R.W. Emerson) (Levante, hoy, pág. 3)

“Una sentencia libera a los subalternos de la Generalitat de llevar cafés a los despachos” (Levante, portada y pág. 8)

5 de junio de 2006

Periódico y libro.

(John Frederick Peto, "Toms River", 1905, Museo Thyssen)

1. La palabra es un hecho; el primer hecho cuando precede a un suceso. Y el último cuando narra ese suceso.

Palabra y suceso son hechos. Cuando alguien dice en el Congreso que va a reunirse con Batasuna para una negociación política; al día siguiente cambia a reunión para anunciarles tal negociación y un tercero por encima dice negociación incluyente, hay una serie de palabras que sólo su narración pública puede organizar como hecho político. Relato que es dar sentido a la aparente dispersión y contradicción entre esas tres declaraciones, que por si son hechos aislados. Ese discurso significa. La palabra pública contada en público por otro es lo que otorga significado colectivo al hecho inicial.

2. Hay sucesos mudos, los actos físicos y el silencio, aunque tengan su propio lenguaje, sus códigos de significación. El silencio es un hecho. Puede ser político y clamoroso como la ausencia de replica de Calvo Sotelo a Carrillo en su acto de investidura como presidente.

3. Si “el periódico es una bomba de fragmentación”, como dice Arcadi hoy, el periodismo –y no sólo el libro- recoge esas ruinas y narra –construye- la secuencia de hechos previamente dispersos por la onda expansiva. Es una arquitectura, aunque pueda quedarse en arqueología o en mero acopio de derribos. El libro es más una construcción de viviendas, un archivo ordenado, una estética ofrecida en un escaparate. Y una memoria.

3 de junio de 2006

Elecciones en Perú: El editor, el socialdemócrata y el nacionalista.


(a propósito de Alan García, 'Caballo Loco')

El editor tiene el corazón partido entre las dos corrientes políticas del momento de la izquierda:“Los últimos sondeos pronostican que el socialdemócrata Alan García derrotará al nacionalista Ollanta Humala en las elecciones presidenciales de mañana en Perú.” (
El País, edición impresa de hoy)

También tiene el corazón partido entre sus dos ediciones, ya que la digital –más modosa- no refleja lo mismo que la impresa. Ésta, que es la única que se ve en las calles como un pasquín, habla del apoyo de otro trío geoestratégico, el trío del Caribe, pero sin nombre ni fatalidad como el de las Azores: “El resultado será decisivo para el juego de alianzas en la zona tras la estrategia de apoyo mutuo seguida por el cubano Castro, el venezolano Chávez y el boliviano Morales. Los tres apoyan a Humala.” Son tres dirigentes internacionales influyentes en la región, pero no una partida violenta y organizada como su fatídico predecesor, muy socorrido en su momento por el editor para las elecciones del país de su periódico.

Pero el editor paternal ha de decantar su sentimiento entre dos personajes de turbio pasado que traicionan a sus respectivas y limpios ideales, la socialdemocracia y el nacionalismo: “Alan García dice que ha madurado e intenta dejar atrás su nefasto mandato de 1985 a1990, que dejo al país en la ruina” Un mal gestor con propósito de enmienda. Se puede arreglar con buenos asesores.

Frente a él, uno que renueva su caducada condición de militar, “Ollanta Humala es un ex militar golpista que ve en la política nacionalista la llave del progreso para su país. (...) Humala es un ex militar al que le gusta que le sigan llamando ‘comandante’ y que mantiene formas y hábitos castrenses.”, con el golpismo que recoore la frase y la vocación racista de raigambre familiar: “Pero sobre todo, es un hombre con una visión que deriva directamente del etnocacerismo, una doctrina nacionalista y racista inculcada por su padre...”. Eso, un asesor no lo arregla.

Parece molesta la elección pero son las elecciones del editor desde que la derecha perdió la primera vuelta.

Mercado y duda (Liberalismo, y II)

(Lyonel Feininger, 'El hombre blanco', 1907, Museo Thyssen)

(A Gengis Kant, Catón y Montano)

1. Sí reclamo que el componente económico deje de ser el pariente pobre del liberalismo, ya que éste no se entiende sin aquél. Precisamente mi denuncia de la concepción iusnaturalista que muchos liberales tienen del mercado es para acotarlo y, por tanto, salvar al liberalismo del derecho natural y del inevitable fundamentalismo que se deriva de esa postura.

2. En cuanto al raquítico liberalismo económico español es una carencia más de nuestra ciencia, pero no resulta significativa a la hora de establecer el cuerpo de pensamiento liberal. El anglosajón, y en particular el inglés, sí.

3. Sospechar que la duda sea raíz del liberalismo y causa de desconfianza de él es una buena manera de expresar una fuerte convicción. Dos sospechas, una duda y un destino.

4. El juicio de la economía de mercado –no del mercado- debe salir de los criterios economicistas de eficacia, eficiencia y equidad. Y de la sospecha de intrusa a que la someten los filósofos. Debe salir por lo que decía en 1: no hay liberalismo político sin economía de mercado porque no hay libertad sin mercado y no hay ejercicio público de la libertad si no lo puede haber del intercambio libre organizado. Además, esos criterios son de utilidad y resultado, no morales, por lo que ceñirnos a ellos permitiría concluir que un sistema de economía planificada –mercado restringido- con mayor éxito que el libre podría formar parte o ser compatible con una democracia liberal. Lo cual es una contradicción.

Además, cuando habla de “una eventual caducidad de la fe en el mercado” [Gengis Kant], ya sabe que la fe no caduca salvo en su mismo origen: cualquier acto de fe queda excluido del liberalismo político por su naturaleza irracional, ya que el componente básico del liberalismo es el escepticismo, la impugnación del dogma. Por tanto, SÓLO “es posible ser genuinamente liberal sin hacer del capitalismo un dogma intocable” Ni de ningún otro postulado moral o mecanismo de aplicación. Y aquí vuelvo a insistir en la jerarquía de valores inherente al liberalismo per se y como caución frente al relativismo.

Este planteamiento permite además el juicio moral a economías de mercado de éxito, con tasas de crecimiento altas como la española de algunos 50 y de los 60, la chilena de Pinochet y la china actual, pero no libres por actuar en un marco político dictatorial.

5. Para mí la clave del juicio de la economía de mercado está en acotar éste. Si no se definen sus límites, mercado es todo (y un “no lugar”), hasta los intercambios que puedan hacer los monos entre sí, con lo que volvemos al iusnaturalismo y se abre la veda para los liberales totalitarios. Y si mercado es todo, no admite contrastación empírica con otros sistemas porque gana de salida.

Por tanto, propongo que el mercado se defina por dinero y precio: la utilización del dinero como medio de pago y el precio como medida de valor. La economía de mercado tendría dos condiciones adicionales: organización y apertura que permita la competencia (además de asignación de recursos escasos, propia de cualquier economía). Soy consciente de que dinero y precio pueden atribuirse más a la economía de mercado que al propio mercado, pero lo hago para excluir de éste intercambios como el del eremita con su medio natural, nuestra conversación (que sí tiene precio pero no dinero), una consulta al psiquiatra sin pago, el trueque o los intercambios en el seno de una comunidad aislada aunque utilizaran el dinero. Un caso de mercado cautivo, no competitivo, sería la prestación de servicios al desarrollo por las ongs en África, por ejemplo, que sí tiene precio (aunque sea sombra) y beneficio para las ongs (remuneración ideológica, afectiva e institucional como grupo de presión), pero no está abierto a terceros (empresas)

A su vez, para que la economía de mercado sea libre es necesario que haya condiciones de competencia “perfecta”, es decir garantía exterior de igualdad de concurrencia de agentes por parte de un árbitro, el Estado. Pero también garantía de neutralidad o reducción al mínimo posible de los efectos externos de esos intercambios, por ejemplo, del urbanismo sin control sobre la seguridad laboral o el medio. Y aquí entra la regulación y control como tales garantías, tan criticadas por los fundamentalistas. Del mismo modo que la libertad política exige regulación.

En fin, todo esto no es más que una opinión personal, organizada, abierta a la competencia, con un precio pagado y un beneficio obtenido. (Y aparece otra vez la duda)

2 de junio de 2006

Liberalismo político y económico (I)


(A propósito de una conversación con
Gengis Kant en el Nickjournal)

El liberal es un deicida y el liberalismo la historia de un deicidio. Los dioses que su razón combate es el dogma y su sistema organizado, el totalitarismo. Y en otro tipo de totalitarismo radica su primer talón de Aquiles, ya que el campo de sus ideas –de razón política- es el más amplio posible, al abarcar las propias y dar licencia a las ajenas. Salva este peligro fijando una jerarquía moral cuya aplicación excluye a quienes impiden el libre juego de la ‘sociedad abierta’. Sanciona a los excluyentes (confirma que ellos mismos se excluyen), pero no excluye a los excluyentes. Su ideología tiene una cierta condición arbitral de las demás, en absoluto neutral, derivada de su superioridad (amplitud, al menos) moral.

Pero el liberal es ante todo un escéptico, por lo que estos argumentos son más razones que sentencias.

De acuerdo con que el liberalismo es una moral política, pero el liberalismo económico no es una aplicación particular del espíritu liberal, una especie de derivada pragmática de la filosofía liberal, sino un postulado fundacional de esa moral, del mismo rango que la razón política. De Locke a Stuart Mill hay una corriente de pensamiento de la que podría deducirse incluso la posición contraria, de filiación de la filosofía política respecto de la economía, pero esa interpretación sería una barbaridad, ahistórica y acientífica.

La economía de mercado –no el mercado- es la segunda tentación totalitaria del liberalismo, si la convierte en dogma. Efectivamente, la economía de mercado, como organización social de los intercambios, es contingente y, por tanto, sometida a la confirmación histórica y potencial negación en un futuro. Pero el mercado es el libre e interesado juego del intercambio; lo hay, por ejemplo, entre una comunidad primitiva y los recursos de su medio natural.

No hay liberalismo político sin economía de mercado; en la fase previa, no hay libertad sin mercado. Por tanto, si no cabe pensar el liberalismo político sin el económico, si entendemos ambos como postulados de la misma filosofía política, el liberalismo político, concebido así como organización social de la “apuesta humana por la libertad” (Gengis Kant dixit), sería también contingente y sometido a validación histórica.

Como liberal no estoy muy seguro de este planteamiento, pero lo prefiero porque es menos irrebatible y dogmático que el alternativo de considerar el liberalismo como poco menos que condición natural del hombre.

Por último, el liberal es doblemente apasionado, como humano y como antidogmático, pues su campo de acción es más atractivo, al ser más amplio. Esa pasión le lleva a veces a mitificar la economía de mercado y a rechazar paradójicamente controles y regulaciones que forman parte de esa economía de mercado como organización social que es.

1 de junio de 2006

El lugar del debate de la nación

(Jeff Brows, Catsup Bottle/Diner, Croton-on-Hudson, 1991)

Hay dos sitios donde se percibe ese debate con una impresión orgánica, muy solvente, bares y periódicos. Seguí una parte del debate sobre el estado de la Nación, único suceso donde la nación conserva ya su pompa y mayúscula, en un bar de un barrio popular de Valencia, Monteolivete por más señas. Por supuesto me refiero al debate entre los parroquianos, ya que los parlamentos en la tele fueron subida de telón pero enseguida ruido de fondo al que nadie hacía caso, como los documentales sobre naturaleza y viajes que son el hilo musical cotidiano de este bar.

La actitud de los acodados en la barra me recordaba a aquellos policías de servicio que en la hora del sol a plomo sobre La Habana vieja empotraban la cabeza por las ventanas de los vecinos para seguir la telenovela ‘Almas Blancas’. Todo el país se paralizaba para ver el culebrón, de modo que el capítulo romántico y tremendista del día hacía de vigilante nacional y ahorraba trabajo a los guardias. La tertulia que se montaba entre los dos tipos cubanos de policía, uniformados y vecinos cederistas, tapaba a veces el romance de la serie. Los avatares de los personajes eran el debate sentimental de la nación, su unidad melodramática, que culminó en imagen surrealista una vez que, de visita turística al Capitolio, acabé en su solemne y gélido salón de actos viendo la telenovela con los bedeles, que no estaban para otra cosa que no fuera sentir juntos y parecido en aquellos momentos.

Así que la nación se apea de la mayúscula de los cronistas parlamentarios y de su pedestal de formica en la esquina del techo del bar, se quita las telarañas tan próximas, y baja a ser manoseada por los habituales del carajillo. Sus comentarios, junto con los titulares de los periódicos, son el verdadero debate, el que hay que seguir. El otro, el oficial, el representado por los padres de la patria, es función parlamentaria, nuestro capítulo anual de ‘Almas Blancas’. Necesario, apasionado a veces, democrático, faltaría más, pero sin llegar a tejer fibra sentimental en el vecindario: Vamos, que no labra surcos en la memoria, no hace orografía en el país político. Bueno, al menos en mi barrio, o en ese bar para ser precisos.

Los titulares de los parroquianos fueron muchos y ocasión habrá de comentarlos porque los editan todos los días, pero me chocó la fugaz rebelión contra el empacho de pasado que aqueja al presidente y que arroja sistemáticamente a la derecha. Transcribo, más o menos literalmente, lo que sostuvo uno de ellos: “El PP no tiene pasado histórico, carece de leyenda y el principal guión que podía haberle dado un lustre redentor del franquismo, el liberalismo político, no ocupa más de un estante en el almario del país y más de una temporada de vacaciones en la corta historia del partido. Mientras tanto, el PSOE, que está en parecidas mantillas en su historia reciente, y el resto de la izquierda se han hecho con el poder de la memoria histórica de los ciudadanos y con la cultura política circulante. Así ya 30 años. Con esa memoria robada y una moral de ocasión gobiernan y expulsan a la derecha al rincón rancio de la historia, del cual un Rajoy sonado pretende salir a la defensiva, cosechando poco a poco una derrota a los puntos. Con lo fácil que sería salir de esa virtualidad a la que se condena a la derecha, contestando a Zapatero cuando éste le atribuye ser pasado: “Usted sabrá hombre; usted sabrá qué no hizo en el 75 y qué vacío político tan grande ha de llenar ahora haciéndose parásito del tiempo.” Son cosas de bar de barrio, ya digo, de vecinos ociosos algo cotillas, pero a tener en cuenta.

Compartiendo soledad

(Benjamín Palencia, 'Toros (Tauromaquía)', 1933)


(Colaboración especial de
El Xiquet de Columbretes, procedente de El Quício de la Mancebía)

(Microrrelato)

El paisaje es monótono, plagado de arbustos incapaces de generar sombra servible en un día ahornado por un sol excesivo; estático y terrible, sin piedad alguna.

La soledad que me abate se refleja en este campo vacío e insonoro. Ni un mísero pájaro con que animar mi espíritu, ningún escondrijo libre; se diría que los animales temen marchitarse en segundos.

Me yergo sudoroso, me subo el pantalón que yacía abierto sobre los tobillos y, afianzándolo con el cinturón, recuesto mi agotado cuerpo sobre un guijarro de rodeno tórrido, observando el cielo.

Ahora ya tengo esperanzas de que aparezca alguien, por el aire, que me haga compañía, que me distraiga el ánimo para inadvertir mi ahogo.

En pocos segundos las barrunto. Ya están aquí: menudas, medianas, crecidas; negras, grises, con sus brillos de colores metálicos; paseando sobre lo que fue mío. Y yo, ahora, entretenido.

La taberna global

(La tertulia del café Pombo (1920)(+). José Gutiérrez Solana, 1886-1945)


(Colaboración de
El Quício de la Mancebía sobre el artículo de Rosa Pereda, 'La taberna global', publicado en El País, 27 de mayo 2006)

¿Desde cuándo que una taberna sea tradicional o global modifica la naturaleza de una tertulia?

La conversación es privada en ambos casos, pero no secreta. Por tanto, además de los participantes activos, hay gente que se sienta alrededor a escuchar, con el permiso -tácito o expreso- de los contertulios; gente que, más alejada, escucha queriendo (pone la oreja) y otra que las coge al vuelo.

Otra cosa es que lo dicho por cada cual quede escrito permanentemente y publicado. Es indudable que, entonces, se accede a lo público con las mismas potenciales consecuencias que el artículo de esta señora. Lo delictivo, qué duda cabe, será perseguido cada vez con más eficacia por el Estado de Derecho.

Por eso yo creo que, en el futuro próximo, habra dos tipos de foros: los anónimos, al estilo tabernario tradicional, con manifestaciones que se las llevará el viento; y los permanentes -del tipo café literario- con sello de existencia virtual y declaraciones con voluntad de publicidad.

De ambos los habrá a cientos de miles, en la inmensa taberna global, y de seguro que nos encontraremos de todo: delincuentes adaptados a la nueva herramienta y personas bien dispuestas a ocupar su tiempo en perseguir a quien les produzca un daño desde la presunta impunidad.

Pero ya sabemos todo lo que le cuesta en esta sociedad a un personaje, público o privado, escapar de o perseguir a quienes, en uso de su libertad de expresión y por el interés general, pueden llegar a pedirle que les dejen tevisar su agonía. O sea. Sin necesidad de apelar al chat-basura.